Los movimientos de los pueblos originarios de América Latina han tomado, respecto a sus proyectos de larga duración, dos actitudes diferentes en relación a los Estados nacionales. Una de ellas se propone la construcción de un Estado plurinacional, que algunas corrientes lo enuncian como la refundación del Estado colonial sobre nuevas bases. La otra enfatiza en la construcción de autonomías desde abajo.
Las experiencias más notables y conocidas de construcción de Estado plurinacional fueron las de Ecuador y Bolivia, en cuyas constituciones aprobadas en la primera década de 2000, aparece la mención a la plurinacionalidad. En el caso boliviano, la definición no deja lugar a dudas: se trata de un “Estado Unitario Social de Derecho Plurinacional Comunitario”, como reza el artículo primero de la norma aprobada en 2009.
De esa forma, señala el Preámbulo de la nueva Constitución, se deja atrás “el Estado colonial, republicano y neoliberal”. Esa sería la materialización de la refundación del Estado.
Sobre estas experiencias, contamos con análisis teóricos y balances históricos.
Respecto a la primera, el boliviano Luis Tapia razona que las culturas y pueblos que no corresponden al núcleo colonial y moderno no tienen una forma estatal en su seno y no la han producido históricamente. “Si la unidad plurinacional adopta la forma de un Estado, la unificación política se estará haciendo en torno a la forma política de la vieja cultura dominante”*.
De ese modo, los pueblos originarios terminan adoptando, o sufriendo, la imposición de modos y relaciones externos a sus culturas y, sobre todo, supone la continuidad de la forma Estado, apenas con otros nombres.
En lo concreto, los dos estados plurinacionales profundizaron el desarrollismo extractivo y, por tanto, el neoliberalismo, que es la forma que asume el neocolonialismo en este periodo de dominio del capital financiero. Por eso, Silvia Rivera enfatiza en la necesidad de deslegitimar “todas las formas de cosificación y del uso ornamental de lo indígena que hace el Estado”, incluyendo al Estado supuestamente refundado (https://bit.ly/37CIufi).
La corriente que defiende las autonomías desde abajo se expresa en diversos procesos, desde el zapatismo hasta el Consejo Regional Indígena del Cauca en Colombia, pasando por el gobierno autónomo de la nación wampis en Perú, y los caminos que recorren diversos pueblos amazónicos, andinos y mesoamericanos. Para ellos, el proceso autonómico es una construcción permanente, que no finaliza ni se congela para siempre en una institución determinada.
En el seno del pueblo mapuche, en Chile, el debate ha sido potenciado por la revuelta de octubre de 2019. Desde aquel momento, la propuesta de Estado plurinacional “ha ganado adhesión entre los partidos criollos y entre los manifestantes que desde el estallido del 18 de octubre ondean la bandera mapuche”, como señala un artículo de Fernando Pairican, autor de Malón, un libro imprescindible sobre la rebelión mapuche (https://bit.ly/3mHVPaq).
En todo caso, las aguas no están binariamente divididas entre autonomistas y defensores del Estado plurinacional, sino que el abanico es muy amplio: desde los defensores del “control territorial” para avanzar en la autonomía hasta quienes defienden los “escaños reservados” para pueblos originarios en la nueva Constituyente, pasando por quienes ven en el Estado plurinacional un camino hacia la autodeterminación.
En medio del debate, el 16 de diciembre la Comunidad Autónoma Temucuicui emitió una potente declaración. El breve texto recuerda que el pueblo mapuche conservó su soberanía desde 1598, ya que al derrotar a los conquistadores pudo “poseer una vida libre fuera de toda opresión colonial”, hasta la invasión y genocidio perpetrados por la República de Chile en la segunda mitad del siglo XIX (https://bit.ly/38kcP1k).
Asegura que los escaños reservados para pueblos originarios intentan “diluir toda la historia y la legitimidad de la lucha mapuche, en la ambigüedad de la diversidad”. Propone que “la discusión constituyente debe darse en las calles, en las asambleas del movimiento social, fuera de toda esfera de control e influencia de los partidos neoliberales que han traído la marginalidad, la deuda y la destrucción del medio ambiente”.
Rechazan “instalarse dentro del corral”, porque sería desconocer la lucha por los territorios y proponen “cortar toda amarra de subordinación y asistencialismo del Estado”, para reconstruir el tejido social mapuche. Sin embargo aclaran que, siendo la sociedad mapuche diversa y heterogénea, cada cuál hace lo que cree correcto.
El problema que enfrentan los sectores más consecuentes del pueblo mapuche, es una declaración de plurinacionalidad sin anclaje territorial y, por tanto, sin posibilidad de autogobierno. No sólo sería una declaración vacía, sino un modo de relegitimar un modelo que se está cayendo a pedazos.
* Una reflexión sobre la idea de un estado plurinacional, La Paz, 2008, p. 112.