Dueño de un sonido contundente y original, Rhys Chatham creó su propia forma de afinar la guitarra y reflejó en su música el espíritu de una época que osciló entre la composición experimental, el punk y la deconstrucción de las convenciones roqueras denominada no wave.
Rhys Chatham es un guitarrista estadunidense que vive en París desde hace 40 años. Su aporte inicial a la música se dio en un momento de cambios muy marcados y límites poco precisos, para formar una obra con un pie en el primitivismo roquero y otra en la composición clásica, logrando como resultado una música que provee un testimonio sónico sobre una época en la música del siglo XX, en la que la vanguardia de formación musical académica se abrazó a la estridencia eléctrica de la música amplificada.
El reconocimiento a su carrera se empezó a dar a finales de 2000, porque tardó mucho tiempo en editar un disco, cuenta en un video desde París: “No estaba interesado en grabar, sólo en tocar en vivo, porque era más divertido y más barato; grabar era muy caro y no me alcanzaba, sólo quería tocar todo lo posible. En el contexto del rock no se trata de quien tuvo la idea primero, sino de quien sacó el primer álbum; existía esa cultura, pero yo no venía de ahí; entonces, para el momento en que pude editar mi disco debut, Glenn Branca llevaba tres o cuatro”.
Escuchar hablar a Rhys sobre estos años de márgenes estilísticos tan difusos es adentrarse en un capítulo importante, al ahorrarse definiciones tajantes que los periodistas empleamos para afirmar el valor de los sujetos en los artículos.
Chatham fue alumno de Morton Subotnick, músico que inspiraría a cantidades de colegas sin formación musical alguna a crear sus propios dispositivos de expresión.
“Estudié con Subotnick en la Universidad de Nueva York; me enseñó contrapunto y me dejó usar su sintetizador. Empecé a componer en la escuela posserialismo, el tipo de música que desarrollaron Stockhausen y Boulez en los años 50. Me volví bueno en este estilo, eran finales de los años 60, y para ser un compositor hip tenías que hacer algo muy atonal, muy complicado o al menos muy ruidoso.
“Fui a un concierto en el que John Cage jugaba ajedrez con Marcel Duchamp, y cada vez que movía una pieza se encendían diferentes partes del mixer y escuchabas la música de Gordon Mumma. Otro día escuché a Terry Riley tocar el órgano; para mi formación clásica sonaba como música de circo, así que pedí que me devolvieran los 5 dólares de la entrada, pero no me rembolsaron la plata. Volví a la sala y me comenzó a gustar. Para cuando terminé de escuchar ese concierto pasé del posserialismo al minimalismo, así que todo es culpa de Terry Riley”.
En 1971 Rhys conoció al que sería su maestro por los siguientes años: “Invité a La Monte a un concierto en The Kitchen; fue una versión temprana de The Well-Tuned Piano, en el que todos los intervalos estaban perfectamente afinados. Le dije que podía afinar su piano mejor que él y así me convertí en su estudiante. Toqué en la banda de La Monte hasta 1975; en ese entonces buscaba crear una música parecida a la de mis profesores, hasta que me di cuenta de que todos los músicos deben deshacerse de la influencia de sus maestros”.
Uno de los recitales de La Monte que influenció a Chatham tuvo en su formación una conjunción de compositores experimentales y roqueros futuristas: Tony Conrad en violín, John Cale en viola y Angus Maclise en percusión.
Otro momento decisivo para Chatham fue presenciar a The Ramones en el extinto CBGB’s.
“Ver a estos cuatro tipos delgadísimos tocando música eléctrica fue un espectáculo. Ellos trabajaban con tres acordes, dos más que yo; me sentí muy cerca de su música. Hizo que saliera a tocar a los bares, cuando finalmente lo hicimos en el Max’s Kansas City. Yo estaba aterrado, es que era el pico de la era punk, en la cual incluso si le agradabas a la audiencia te tiraban latas llenas de cerveza.
“Empezamos a tocar y la gente se acercaba a la consola de sonido diciendo: “Escuchamos cantantes. ¿Por qué esconden a los cantantes?’ Los cantantes eran los sobretonos sonando como coro de ángeles a volumen excesivo; cuando desconcertamos al público sentí que habíamos hecho algo bien.”
Si un choque similar de estilos se dio en Alemania con el krautrock, Chatham no lo sabía, ni lo niega: “No estaba al tanto de la música alemana de esa época, pero creo en el inconsciente colectivo; por ejemplo, la obra A Rainbow in Curved Air, de Rilley, tiene búsquedas musicales similares a otras de Tangerine Dream. A final de cuentas, Carl Jung tenía razón”.