Londres. Tras completar la víspera el largo y agitado proceso del Brexit, Reino Unido comenzó ayer el año como país “independiente”, por primera vez en casi medio siglo, con nuevas reglas fronterizas, importantes desafíos y profundas divisiones.
Terminó, por ejemplo, la libre circulación de personas entre las dos orillas del Canal de la Mancha. A partir de ahora, los ciudadanos de los 27 países europeos necesitan visas para ir a trabajar y estudiar en Gran Bretaña, aunque quienes residían en el país antes de la separación conservarán mayoritariamente sus derechos.
También en las fronteras de un país que importa gran parte de lo que consume se volvieron a realizar controles aduaneros olvidados durante décadas, pese a la firma de un tratado comercial con Bruselas que evitó el caos en los intercambios.
Durante la noche, casi 200 camiones cruzaron sin problema por el túnel que une el continente europeo con Gran Bretaña, y a decir de autoridades aduaneras, todos ellos cumplieron con los nuevos requisitos para ingresar al país.
Natacha Bouchart, alcaldesa de la localidad francesa de Calais, donde se encuentra la entrada continental del túnel que atraviesa el Canal de la Mancha, pulsó simbólicamente el botón que autorizó el paso del primer camión, pasada la medianoche.
La asociación sectorial británica de transporte por carretera estimó que ahora habrá que rellenar unos 220 millones de nuevos formularios cada año para permitir que el comercio fluya con los países de la UE.
Otro cambio histórico fue anunciado el jueves por la ministra española de Asuntos Exteriores, Arancha González Laya: Londres y Madrid alcanzaron in extremis un acuerdo para dejar abierta la frontera entre España y Gibraltar.
El pequeño territorio británico ubicado en el extremo sur de la península ibérica se integrará al espacio europeo Schengen para, a diferencia del resto del Reino Unido, mantener la libertad de movimiento de personas.
Desaparece así la histórica “verja”, frontera cerrada en 1969 por el dictador español Francisco Franco en la que no se había restablecido el libre paso –bajo controles– hasta 1985, 10 años después de su muerte. “No tenemos un buen pasado con los españoles. Vamos a ver qué pasa”, afirmaba Jeff Saez, empleado de hotel de 43 años.
En la proeuropea Escocia, la primera ministra independentista, Nicola Sturgeon, advirtió de la inminente batalla que se avecina para lograr un nuevo referendo de autodeterminación, tras el que los separatistas perdieron en 2014.
En tanto, Gran Bretaña se convirtió ayer en el último país europeo en abolir el “impuesto a los tampones”, al eliminar el gravamen a la venta de productos sanitarios para mujeres. La medida fue elogiada por defensores de los derechos femeninos, así como por los partidarios de la salida del país de la Unión Europea. El cambio sólo podría entrar en vigor después de concretarse el Brexit.