Como resultado de la experiencia de aislamiento social a lo largo de casi todo 2020 debido a la pandemia de Covid-19, los creadores artísticos detuvieron su labor y se vieron obligados a reflexionar y replantear su quehacer. Su reacción osciló entre la paralización, la urgencia de los productos artísticos y la intensificación de sus disciplinas. Así lo explicaron a La Jornada.
Ante la incertidumbre producida por la enfermedad y las medidas contra el nuevo coronavirus, creadores de teatro, música y literatura describen su actitud ante las nuevas formas de emitir sus obras en medios digitales.
El narrador y ensayista Alberto Chimal sostiene que la situación es “un golpe muy intenso, muy fuerte en lo concerniente a todos los ritmos y rutinas de la vida. En este caso también está la escritura. Durante los primeros meses de la cuarentena fui incapaz de escribir. Representó una pausa obligada. Un rato de reflexión, de recuperación, de buscar el equilibrio. Estamos en un momento de auténtica incertidumbre universal”.
La enorme cantidad de ensayos, relatos y crónicas sobre cómo es vivir en la pandemia fue la reacción “en muchos casos más superficial. No creía estar aportando nada que no se hubiese dicho antes o que no se estuviese diciendo en ese momento. Entonces no le vi caso a agregarle al ruido”.
Impacto del Covid-19, según estudio de la UNAM
Según el estudio exploratorio Para conocer el impacto del Covid-19 en las personas que trabajan en el sector cultural de México, creado por la Dirección de Difusión Cultural de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) en mayo pasado, casi siete de cada 10 artistas tuvieron pérdida o disminución de productividad creativa. En tanto casi dos de cada 10 señalaron que se incrementó su producción.
Los encuestados se desempeñan en teatro, artes visuales, enseñanza de arte, música, danza, cine, artes comunitarias, artes del libro, literatura y periodismo cultural, entre otras áreas.
Según la encuesta, que recibió la participación de 4 mil 168 creadores, los motivos de la baja en la productividad se debió a la insuficiencia de conseguir lo necesario para la práctica creativa, estrés, ansiedad o depresión, y falta de motivación.
Alberto Chimal destaca: “Lo que distingue a este año de otros momentos álgidos de tiempos recientes, de la caída del Muro de Berlín en 89, del ataque terrorista a las Torres Gemelas en 2001, etcétera, es que literalmente ha afectado a la totalidad del mundo más o menos al mismo tiempo de diferentes maneras, pero nadie ha podido ignorarlo”.
Chimal agrega que “la relación con el medio editorial se ha vuelto más compleja, porque se encuentra en una crisis igual que otros sectores de la economía. No es uno que en circunstancias normales sea el más fuerte y nos hemos tenido que acostumbrar a otro contacto entre escritores y lectores.
“La contracción del mundo editorial va a tener consecuencias nefastas en la lectura, incluso en la escritura, porque habrá menos estímulos para seguir manteniendo formas convencionales de publicación. En este momento se está intentando abrir proyectos de publicación no comercial, como una especie de empresas anticapitalistas, cuyo objetivo es conservar en circulación textos aun cuando no se inserten en un mercado que quiera producir grandes ganancias.”
Añade que la promesa de prosperidad que existía desde finales del siglo pasado “deja de existir; entonces, lo que queda es replantearse para qué se escribe, para qué se edita y para qué se mantiene esta especie de diálogo con quienes están afuera. Va a ser una trasformación profunda y muy intensa, y no hemos visto todavía a dónde va a llegar”.
De acuerdo con los datos del estudio de Cultura UNAM, en promedio los ingresos de los creadores se redujeron a menos de la mitad en mayo. Casi cuatro de cada 10 artistas tuvieron una merma de entre 91 por ciento y la totalidad de sus percepciones económicas.
Esto significó que tres de cada 10 recibió 10 mil pesos menos. Alrededor de otro 30 por ciento de creadores “perdió” entre 11 mil y 30 mil pesos. Además, redujeron su previsión de ingresos, en promedio, de 113 mil pesos al año a unos 81 mil.
La narradora y dramaturga Gabriela Ynclán recuerda: “Las crisis hacen que las artes cambien, pero también que sean mucho más vivas. Ahora que vino esto me impuse ponerme a escribir. No hay de otra. Encerrada no puedo hacer más que eso. Hice un plan para hacer teatro y cuento para niños, que es lo mío.
“En las épocas de revolución y de guerra fue igual que ahora: no puedes poner teatro, porque los recintos no están abiertos, pero la gente sigue produciendo. Los grandes cambios en el teatro, por ejemplo, en la guerra, se hicieron a partir de que no podía haber escenografía. Ahí se trasformó y nació el teatro del absurdo”, agrega Ynclán, quien también tiene estudios de antropología e historia.
El director de escena y dramaturgo Ángel Hernández señala que la alerta sanitaria y el confinamiento han derivado en la “depredación de muchos de los espacios que considerábamos potenciales para nuestra obra creativa”; además, se ha hecho imposible la “investigación en campo en contextos signados por la violencia” que se ha realizado durante más de seis años.
El fundador de Teatro para el Fin del Mundo (TFM) agrega que se hallan en una “postura de replanteamiento total” de sus procesos escénicos para encarar estas circunstancias.
“No he querido, por decisión propia, escribir nada. Se ha venido generando una sobrexposición de ofertas alrededor de este tema, que se ha mediatizado demasiado y todas las convocatorias de apoyo a creadores también lo están pidiendo. Una manera también de resistir es la no producción.”
Sobre su obra, Ángel Hernández señaló que se ha centrado en “la reflexión sobre la práctica. Retomando El teatro y la peste, de Antonin Artaud, en esta estructura casi mística que nos hace pensar en las teatralidades como ese acto provocador que conmociona y genera un hálito siempre salvaje; irreverencia y resistencia. Creo que el artista está en un momento de resistencia brutal en el cual la producción no tendría que ser el siguiente paso”.