Más que un testamento, el libro Divertimento, obra póstuma del poeta y narrador Daniel Leyva, fallecido el pasado 20 de octubre a los 70 años, es un lúdico testimonio de vida y también una serie de promesas cumplidas.
Fue ideado poco antes de que un médico diagnosticara al autor una enfermedad y le pronosticara unos cuantos meses de vida. Sin embargo, no sólo logró subsistir casi un lustro más, sino que en ese lapso publicó en 2018 su novela Administración de duelo SA (Alfaguara) y dejó ya listo para su publicación el citado volumen.
Así lo refiere su compañera de vida durante 36 años, Amelia Becerra Acosta Molina, quien niega que el también promotor cultural y diplomático concibiera ese libro último como un testamento.
“Eso es falso. Daniel tuvo hasta el último momento una apuesta por la vida. Incluso dejó también hechos los guiones para una serie de televisión, que habla sobre la realidad de nuestro país y que trataré de producir. Divertimento es parte de esa apuesta de mi esposo y lo que hizo en él fue proseguir con el testimonio de vida de un personaje que creó hace casi 50 años, Luciano.”
La también abogada explica que esa obra es además el cumplimiento de varias promesas. Una es la que ella adquirió con su esposo de publicar lo más pronto posible ese volumen, aparecido a finales de marzo pasado. Otra, la que el escritor estableció con el personaje de ese relato, al cual creó a principios de los años 70 en su novela Crispal, premio Xavier Villaurrutia en 1976.
Y acaso la más importante, dice, es que una vez ya publicado el libro se cumplió “esa comunión” que Daniel Leyva consideraba indispensable para la existencia de la literatura: el trabajo de un escritor, la edición de la obra y la existencia de al menos un lector.
Publicada por Ediciones Sin Nombre y Producciones Delba, Divertimento tiene la particularidad de ser una creación difusa en cuanto a su género literario.
El propio autor se preguntaba qué era, si “un libro de poemas, una novela en verso, una autobiografía en endecasílabos, una espiral que cierra el círculo, una línea recta que se curva, una voluntad de vivir”.
Amelia Becerra Acosta sostiene que se trata de una novela escrita en endecasílabos coincidentes al 100 por ciento que, en efecto, sí tiene varios pasajes autobiográficos, pero en la que el personaje principal, un hombre que siempre piensa en suicidarse, no es él, sino un conglomerado de aquellas personas que lo rodearon a lo largo de su existencia.
“Es un libro muy lúdico, de allí su título. En él aparecen personajes de sus otras novelas, cuentos y poesías, así como personas de la vida real. Otro gran protagonista es la ciudad de París, donde Daniel vivió muchos años, así como Bruselas y Lisboa.”
Otro elemento de su inclinación por el juego, prosigue, fue que él mismo se encargó de la redacción del prólogo, escrito por medio del heterónimo Santiago Escobar: “Todo mundo pensaba que ése era un señor mayor, de origen español, que publicaba en diferentes diarios, pero nadie supo que era el propio Daniel. Lo comenzó a usar en 1986, porque fue nombrado consejero y luego ministro en la embajada de Bruselas y no podía hacer críticas como funcionario público de cosas que le molestaran”.