Más de 3 mil millones de personas, equivalente a 39 por ciento de la población mundial, viven en zonas agrícolas con niveles “altos o muy altos” de escasez de agua. El acceso cada vez más limitado a este recurso amenaza la seguridad alimentaria y la nutrición de gran parte de la humanidad, destaca el informe anual 2020 de la Organización de Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO).
La disponibilidad de agua dulce por habitante ha disminuido en más de 20 por ciento durante las pasadas dos décadas a escala mundial debido al crecimiento de la población y el desarrollo económico que exacerbaron el cambio climático, señala el texto.
Lo anterior subraya la importancia de “hacer un uso más productivo y sostenible del agua dulce y las aguas pluviales”, particularmente en la agricultura, actividad que representa más de 70 por ciento de la extracción del líquido en el mundo.
Padecen África y Asia
En el informe titulado El estado mundial de la agricultura y la alimentación 2020, la FAO señala que alrededor de mil 200 millones de personas –de las cuales 44 por ciento se encuentra en zonas rurales y el resto en pequeños centros urbanos en el campo– habitan en lugares con suministros de agua muy limitados, lo cual es un desafío para la agricultura.
Las regiones más afectadas a nivel mundial son partes de Asia y África del norte, donde una de cada cinco personas vive en zonas agrícolas “con niveles muy altos de escasez de agua”, mientras en Europa, América Latina y el Caribe el tamaño de la población que sufre esta condición es menor.
Según el documento, la meta de hambre cero para 2030, incluida en los objetivos de desarrollo sostenible “todavía puede alcanzarse”, pero sólo si se hace un uso más productivo y sostenible del agua dulce y de lluvia, por lo que el organismo internacional pidió que haya una mejor gestión para distribuirla, ya que es esencial “no sólo para la agricultura, sino también para la continuidad de los medios de subsistencia y las civilizaciones”, y recomendó que el déficit de este recurso debe abordarse “de inmediato y con audacia”.
La FAO considera que algunas de las medidas del sector agrícola para hacer frente al problema deben ser la recogida y la conservación del agua en zonas de secano, la rehabilitación y modernización de sistemas de riego, así como la adopción de cultivos resistentes a las sequías.
El organismo considera que el agua “debería reconocerse como un bien económico que tiene valor y un precio”, por lo que con instrumentos como derechos y cuotas “se envía una señal clara a los usuarios para que utilicen el agua de forma inteligente” a fin de garantizar un acceso eficiente, equitativo y sostenible que resulta fundamental.