El inicio de la aplicación de las distintas vacunas disponibles contra el virus SARS-CoV-2 en ningún modo pone fin a la pandemia ni mucho menos es un llamado a levantar las medidas preventivas elementales, pero sin duda abre una nueva etapa en el combate contra el Covid-19 y es motivo de optimismo tras meses en que la incertidumbre agravó el impacto emocional, social, económico y sanitario de la enfermedad que ha causado estragos en el mundo entero.
Al ser el primer país de América Latina en recibir lotes de una de estas inmunizaciones (la desarrollada por el consorcio Pfizer-BioNTech), México se encuentra en la vanguardia de esta nueva fase, con las ventajas y responsabilidades que ello conlleva. Entre estos deberes se encuentra el de brindar un ejemplo de humanismo y civilidad en la estrategia de vacunación, y en este sentido cabe saludar las decisiones de las autoridades para mantener la adquisición, distribución y aplicación de estos fármacos al margen de las lógicas del mercado, así como para poner un alto a los mandatarios estatales que han pretendido hacer compras a espaldas de la Federación y poner una parte de los biológicos a disposición de los mejores postores.
Como subrayó el subsecretario de Prevención y Promoción de la Salud, Hugo López-Gatell, la vacunación es un asunto de interés público, y por tanto no puede quedar librado a las dinámicas del mercado, en las cuales las decisiones están orientadas al objetivo único de la maximización de las ganancias. En efecto, toda la experiencia muestra que dejar la distribución de las inmunizaciones en manos del mercado conduciría a un frenesí de especulación y acaparamiento que las encarecería hasta volverlas prohibitivas para el grueso de los ciudadanos, lo cual no sólo sería inhumano para quienes se vieran privados de ellas, sino contraproducente para los pocos privilegiados que se aseguraran su dosis personal: dado que las vacunas sólo detienen la propagación de una enfermedad cuando un porcentaje mínimo de la población se encuentra inmunizado, volverlas un producto de lujo dejaría desprotegidos incluso a quienes la hubiesen adquirido.
Descartado el mecanismo de la oferta y la demanda, cada Estado ha determinado o deberá determinar los criterios que guiarán su estrategia de vacunación, la cual tendrá que ajustarse a sus propias realidades demográficas y socioeconómicas. Así, el Reino Unido decidió poner en primer lugar a los residentes de los hogares para personas de la tercera edad y a sus cuidadores, medida que con seguridad será replicada en buena parte de las naciones desarrolladas, pues en ellas el avanzado envejecimiento de la población se combina con una amplia presencia de estas instituciones donde se multiplica el riesgo de contagio. Por su parte, México dará prioridad al personal del sector salud directamente responsable de atender a pacientes infectados por el coronavirus; posteriormente al resto de los profesionales sanitarios y a las personas mayores de 60 años, y por último, de manera escalonada por edades, al resto de la población.
Como se observa, este plan de cinco etapas busca salvaguardar en primera instancia a quienes se encuentran más expuestos al virus y a quienes corren mayor riesgo de enfermar de gravedad. Se trata, no obstante, de un camino largo, en el que las personas menores de 40 años no recibirán la o las dosis necesarias antes de junio próximo, y hasta entonces el distanciamiento social, el uso del cubrebocas, y el lavado constante de manos prevalecerán como las principales medidas para contener la propagación del Covid-19.