Moscú. El británico George Blake, famoso agente doble, falleció ayer a los 98 años de edad. Fue espía de la KGB, organismo de inteligencia de la Unión Soviética (URSS), antes de pasar al Este, y era uno de los últimos testigos vivos de la guerra fría entre el bloque de Europa del Este y Occidente, después de la Segunda Guerra Mundial.
Blake suministró centenares de nombres de agentes de inteligencia a la KGB, brazo armado del espionaje soviético. Era el último sobreviviente de una generación de agentes dobles británicos que dejaron una gran huella en su época.
Sin embargo, su carrera no tiene nada que ver con la de sus colegas de buena familia, los Cambridge Five, red de ex alumnos de la famosa universidad británica captados en la década de 1930 por la NKVD soviética, antecesora de la KGB.
Nacido en 1922 con el nombre de George Behar en Holanda, de madre originaria de ese país y padre egipcio-británico, el futuro espía llevó en un comienzo una vida disipada que lo llevó a instalarse en El Cairo.
Cuando se desencadenó la Segunda Guerra Mundial, primero se integró a la resistencia holandesa para después hacerlo en el MI6, servicios de inteligencia exterior británicos. Años después fue hecho prisionero por los norcoreanos durante la guerra en la península asiática.
A partir de esto, narra George Blake, ofreció sus servicios a los soviéticos por decisión propia tras haber sido testigo de bombardeos estadunidenses sobre poblaciones civiles durante este conflicto fratricida.
“Para mí, el comunismo consistía en intentar recrear el reino de Dios en la tierra. Los comunistas buscaban hacer realidad lo que la Iglesia había tratado de conseguir mediante las plegarias”, explicaba Blake, un devoto protestante. “Así llegué a la conclusión de que estuve combatiendo en el lado equivocado”.
De regreso a Londres, el ya doble agente concretó su primer gran golpe: reveló a la KGB la existencia de un túnel secreto en Berlín Este, que era utilizado para espiar a los soviéticos.
Poco a poco se convirtió en un manantial de información para sus superiores soviéticos. Por entonces Blake se casó y tuvo tres hijos con una mujer que no sospechó de su doble vida. Luego se mudó a Berlín con su familia, donde afirmó haber delatado a todos los agentes secretos británicos que trabajaban en Alemania. Entre “500 y 600”, según sus propios cálculos.
Se desconoce con precisión cuál fue la suerte de esos agentes, pero Blake aseguró que no fueron asesinados por la KGB. “Les decía: les daré esta información bajo la condición de que me prometan que no serán ejecutados”.
Blake, según su propio testimonio, cometió imprudencia tras imprudencia, hasta que un doble agente polaco finalmente lo descubrió. Así, Blake admitió ser espía a sueldo de los soviéticos: tras un juicio a puerta cerrada, fue condenado a 42 años de prisión por las autoridades británicas. Pero cinco años después, en 1966, se fugó de la cárcel gracias a una escalara de cuerda junto con sus compañeros de celda: un ladrón irlandés y dos activistas antinucleares.
Sus cómplices lo trasladaron secretamente hasta la frontera con la República Democrática Alemana, donde el doble agente cruzó la llamada “cortina de acero” entre el capitalismo europeo y la Europa socialista.
Finalmente llegó a Moscú, donde fue recibido como héroe. La KGB le concedió el grado de coronel y le obsequió un cómodo apartamento en pleno centro de la capital rusa para iniciar su nueva vida, tras los años de servicios prestados a la URSS.
Su esposa británica se divorció de él. Blake se casó de nuevo, esta vez con una mujer rusa llamada Ida, con quien tuvo otro hijo.
El ex espía, sin embargo, dijo haberse desencantado rápidamente ante la realidad del “ideal comunista”. “Una de las cosas más decepcionantes fue que pensaba que aquí había nacido un hombre nuevo”, declaró al diario británico The Times. “Rápidamente comprobé que éste no era el caso. Simplemente son personas normales. Como todo el resto, con sus vidas regidas por las mismas pasiones humanas, la misma avaricia y las mismas ambiciones” que en Occidente.
En 1990, Blake publicó su autobiografía titulada No Other Choice (Sin otra opción). Después se retiró junto a su esposa a vivir en una pequeña casa de campo cerca de Moscú, desde donde vio el final de la era soviética y la disolución de la URSS.
Del actual presidente ruso, Vladimir Putin, dijo que integra una “constelación de personas fuertes y valientes, brillantes profesionales”. Este sábado, tras el anuncio de su muerte, Putin presentó sus “sinceras condolencias.
“Blake era un profesional brillante, dotado de una vitalidad y coraje particulares (...) Durante años de difícil y arduo trabajo, hizo una contribución realmente invaluable para garantizar la paridad estratégica y mantener la paz en el planeta. El recuerdo brillante de este hombre legendario quedará para siempre en nuestros corazones”, señaló en un comunicado del Kremlin.
Pese a la caída de la Unión Soviética, a la que había dedicado casi toda su vida, Blake aseguró que jamás se arrepintió de sus actos: “Creo que nunca está mal brindar la vida por nobles ideales y experiencias, aunque no estén coronados por el éxito”, afirmó en una de sus raras entrevistas.