Ciudad de México. La actual pandemia de Covid-19, que este año ha generado la cancelación de actividades artísticas, recortes presupuestales y el cierre de espacios públicos y privados, puso en juego la supervivencia del gremio de la danza, al evidenciar la precariedad en que se encuentran sus hacedores, quienes viven al día.
Al ser consultados por La Jornada, varios intérpretes y promotores de esa expresión artística reflexionaron sobre el actual panorama y cómo, aunque el arte escénico se trasladó a los escenarios virtuales, no solucionó un problema de años, pues aseguran que viven en constante crisis.
La coreógrafa y fundadora de Barro Rojo Arte Escénico, Laura Rocha, expresó que la pandemia “demostró el abandono de mucho tiempo atrás de nuestra danza y la precariedad de los hacedores de la misma. Hoy se evidencia la falta de políticas culturales que no atendieron temas como la seguridad social, la vivienda, la certeza laboral, espacios de desarrollo y lugares de trabajo, temas apremiantes que se han discutido durante años.
“Hemos visto a colegas perder patrimonio, estudios (espacios) construidos durante años; compañeros, maestros, técnicos, videastas, fotógrafos, vestuaristas, gestores; en fin, la lista es larga, mucha gente que interviene en la escena ha sido afectada gravemente.”
Rocha indicó que la situación de la pandemia los tomó por sorpresa y, a pesar de la emergencia sanitaria, el aislamiento le brindó la oportunidad de reflexionar y recapacitar sobre todo aquello que importa, que es la vida, y, por supuesto sobre su profesión.
Añadió que este momento es de retos, de imaginación y de aprender a existir con menos de lo que antes se tenía, y “a vivir con más conciencia de la fortuna de estar vivos. Por medio de la creatividad hay que reinventarnos ante esta nueva realidad. En nuestro caso no hemos perdido el entrenamiento cotidiano, primero por medios digitales, que no es lo óptimo, pero es lo que hay.
“Hace un mes regresamos al salón que nos presta la alcaldía de Tlalpan, procurando tener todas las medidas de salud. Los ensayos de Barro Rojo son con cubrebocas y la menor cantidad de bailarines.”
Jessica Sandoval, bailarina, coreógrafa y directora del foro Un Teatro, dijo que fue como una pesadilla el cierre de espacios públicos y privados: “Sobrevivimos como todos, pidiendo prestado y crédito para poder pagar el teatro; me quedé sin equipo de trabajo, y eso pasó con muchos grupos, porque la gente sin trabajo regresó a sus casas. Como directora y responsable no había forma de cubrir esos honorarios; entonces, mantuve a la gente del teatro, los gastos y servicios del espacio, pero la compañía se desactivó”.
Experiencias distintas
La ex bailarina solista del legendario Ballet Teatro del Espacio expresó que la pandemia la hizo repensar su quehacer artístico y en su caso reafirmó el amor y la pasión que siente por su profesión. “También me di cuenta de que esta vulnerabilidad de la danza ya la teníamos desde antes de la pandemia, porque estamos en crisis permanente”.
Para los creadores y promotores de ese arte escénico, las propuestas a través de las pantallas nunca sustituirán la experiencia de un espectáculo presencial, aunque reconocen que los escenarios virtuales les permitieron llegar a más público y, en cierta forma, tuvieron comunicación con el público.
Rodrigo González, productor y fundador de Rising Art AC y La Infinita Compañía, además de comentar que frente a una situación difícil se debe trabajar el doble o triple, sostuvo que la labor en plataformas digitales es un lenguaje diferente, que requiere una investigación y un aprendizaje. “No es nuestro quehacer, propiamente, y quien lo consume no tiene la misma vivencia, la misma experiencia de ver una obra en una pantalla a que si la ve in situ”.
González afirmó que cuando se tiene una herida se necesita cuidarla y no taparla, y en cierta forma eso hizo el gobierno con sus acciones y no resoluciones. “Fueron muy paleativas las acciones, como cuando se pone un curita, pero no se cura el mal o el daño.
“Desde que se inició esta administración ha sido una constante el recorte a la cultura y al arte. No hay una voz fuerte que se levante, que defienda y proteja las condiciones y presupuestos de cultura, al contrario, ha sido como una rendición a estos recortes y de permitirlos bastante, con manga ancha; creo que la posición de la institución debería ser justo proteger las necesidades de cultura, y en esta pandemia tampoco se vio.”
Desequilibrios tecnológicos
En torno a los debates de lo escénico y la importancia del arte vivo, el subdirector de artes escénicas de la Universidad Autónoma Metropolitana, Héctor Garay, explicó que el arte escénico es presencial, porque es de contacto, de convivencia, y que ante la imposiblidad de realizarse se intentó reinventar las propuestas en línea con el uso de tecnologías; sin embargo, para él, en este grito de sobrevivencia y de búsqueda se demostró que existe un desequilibrio en el acceso a la tecnología.
“El trabajo en Internet no es nuevo; se necesitan recursos de conocimiento y profesionalización, porque no todo espectáculo de un bailarín con celular es satisfactorio para el público.”
De acuerdo con Garay, cuando empezó la algarabía por los trabajos virtuales en otros países se comprobó que en México no existen testimonios visuales de las grandes compañías, sólo algunos videos con fragmentos de obras. “Hay una deficiencia de testimonios”.
Consideró que el arte escénico en general vive en crisis y se debe actuar con un trabajo colaborativo entre compañías, asociaciones y festivales para hacer más llevadera la reactivación del sector de las artes escénicas.
“Las acciones del gobierno han sido convenientes, pero no suficientes. No hay recursos económicos que alcancen, y la dinámica de las primeras convocatorias que se publicaron al principio de trabajos individuales eran en la situación del confinamiento.”
Para Laura Rocha, algo bueno de la pandemia es que obligó al gremio a unirse y a dialogar para lanzar iniciativas desde diversas instancias, para así incidir y exigir derechos culturales.
La coreógrafa y directora de Contempodanza, Cecilia Lugo, coincidió en que la emergencia sanitaria “visibilizó la fragilidad en la que se encuentra la danza mexicana con relación a nuestro entorno laboral. Como compañía hemos trabajado por Zoom, nos apoyamos en esa opción digital para trabajar a la distancia, y nuestro trabajo fundamentalmente ahora es virtual.
“Nuestra escuela se recuperó, pero sí pasó por momentos muy difíciles que fueron una real pesadilla, porque la escuela da trabajo a maestros y coreógrafos, además de que ofrece un servicio educativo a nuestra comunidad.”
Lugo comentó que su compañía cuenta con apoyo de México en Escena; sin embargo, ha trabajado mucho de manera virtual y presencial en el diseño de estrategias para estar dentro del gremio. “Se han abierto puertas para comenzar a dialogar a distancia con nuestros pares, aunque no es lo mismo, porque el arte escénico es presencial”.
La coreógrafa lamentó que no se lograra un diálogo con el gobierno, sobre todo a raíz de lo que sucedió con el chatgate. “Me parece tremendamente hostil, justo en estos momentos que tenemos que unir fuerzas. El Estado y artistas tenemos que entablar diálogos que nos lleven a salir adelante. Esta situación entre el gremio y el Estado no nos van a llevar a nada; el arte es muy importante para repensarse como herramienta en general, más allá de nuestro gremio en particular”.
Siempre al filo de la navaja
El coreógrafo y bailarín de butoh, Espartaco Martínez, quien sobrevive “de milagro”, consideró que la crisis del sector cultural no se debe sólo a la pandemia, sino a un sistema fallido. También recordó el episodio del chatgate, el cual demuestra que “no se ha ido el viejo régimen de funcionarios lerdos y autoritarios; infames opositores que en plena pandemia atentan contra el sustento de los peones”.
Martínez aseguró que “vivir en el filo de la navaja ha sido lo de siempre” para los artistas, así como que la cultura se ve limitada como mera disciplina técnica.
La coreógrafa Laura Rocha expresó que la realidad es cruda y contradictoria, pero cree que “la danza sigue viva, evolucionada, fuerte y más presente que nunca.
“Estamos aprendiendo a vivir más conscientes de la fragilidad de la vida. No olvidemos que la danza es resistente a todo; se ha fortalecido y, por supuesto, va a sobrevivir, incluso en el confinamiento trascenderá esta dura etapa.”