La reflexión es pertinente. Desde hace algún tiempo, se viene planteando el problema del relevo generacional en el pensamiento social latinoamericano. Las grandes líneas que se marcaron en las décadas de los 50 y 60 fueron un punto de inflexión en el devenir de las ciencias sociales de la región. La institucionalización en planes y programas de estudios facilitó la creación de las facultades de ciencias sociales. En 1957 ve luz la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (Flacso). Su existencia permitió trabajar América Latina globalmente. Con sede en Santiago de Chile, constituyó un llamado para los jóvenes egresados de toda la región. En su seno, crecen las primeras generaciones de científicos sociales, que más tarde tendrían un peso destacado en el desarrollo de la sociología, la ciencia política o las relaciones internaciones en la región. Entre los primeros graduados de sus escuelas de Sociología y Ciencia Política, podemos mencionar a Orlandina de Oliveira, Aníbal Quijano, Humberto Muñoz, José Miguel Insulza, Teresita de Barbieri o Edelberto Torres Rivas. La lista es larga. Entre sus profesores destacaban Alain Touraine, Gino Germani, Florestán Fernández, Joan Garcés, Víctor Urquidi, Enzo Faletto, René Zabaleta Mercado y Rodolfo Stavenhagen. Las promociones graduadas entre 1957 y 1973 constituyen la llamada Flacso clásica. Rica en debates, el golpe de Estado en Chile el 11 de septiembre de 1973 supuso una diáspora, un cambio en los planes y programas de estudios y nuevas sedes.
Por otro lado, la mayoría de los titulados emigraban de la región para obtener sus doctorados. Francia, Italia, Alemania, Gran Bretaña, Canadá o Estados Unidos eran anfitriones. Sus universidades recibían alumnos de Chile, México, Brasil, Ecuador, Argentina o Centroamérica. Nombres como Ruy Mauro Marini, Theotonio dos Santos, Bania Bambirra, Suzy Castor, Gerard Pierre Charles, Daniel Camacho, John Saxe-Fernández, Agustín Cueva, José Arico, Ricardo Lagos, Bolívar Echeverría, Octavio Ianni o Pablo González Casanova obtienen doctorados en La Sorbona, Milán, Florencia, Harvard, Cambridge, Oxford. Su retorno les vinculó a tareas administrativas y docentes en las nacientes facultades de ciencias políticas y sociología.
A la luz de la revolución cubana, surgen debates. La caracterización de las sociedades latinoamericanas, el rol de las vanguardias, la descripción de las estructuras sociales y de poder, la teoría de la dependencia, la sociología de la explotación, el colonialismo interno o el carácter del imperialismo. El cuadro se completaba con los estudios de la evolución de la población desarrollados desde Celade bajo la dirección de Carmen Miró.
En el territorio del pensamiento económico, la emergencia de la Cepal, bajo la batuta de Raúl Prebisch, en 1949, supuso un avance de proporciones inéditas. Fueron tiempos fructíferos. Estaba todo por hacer. Un debate latinoamericano recreaba las teorías marxistas, presentaba la escuela de Frankfurt o debatía sobre la sociología comprensiva de Max Weber. Adorno, Marcuse, Fromm, Parsons, Raymond Aron, eran lectura obligadas, junto a los clásicos latinoamericanos. Las lecturas de Mannheim, Parsons, Marx o Keynes se antojaban también imprescindibles.
En este contexto, la Cepal crea Ilpes en 1962, el Instituto Latinoamericano de Planificación Económica y Social; su objetivo, favorecer la formación de cuadros para la administración pública. En su dirección un republicano, exiliado español, cuyo trabajo había sido seminal en Flacso, José Medina Echavarría. En España trabajó con Ortega y Gasset. Traductor de obras como Ideología y Utopía, de Karl Mannheim o Economía y Sociedad, de Max Weber. Su texto Las consideraciones sociales del desarrollo económico en América Latina abre el debate de la sociología del desarrollo. Ilpes se transformó en un “tanque de pensamiento”. En su seno, varias generaciones de economistas y científicos sociales. Celso Furtado, Pedro Vuskovic, Aldo Ferrer, Osvaldo Sunkel, Aníbal Pinto, García D’Acuña, Miguel Wionczek, Max Nolff, Marcos Kaplan, Enrique Oteiza, Helio Jaguaribe o Ricardo Fajnzyber. La revista Trimestre Económico fundada por Daniel Cosío Villegas y más tarde editada por el FCE, se hizo eco de los debates. En sus páginas se hallan todos los grandes debates del pensamiento socioeconómico latinoamericano.
Este año, en medio de una pandemia, he sido invitado y he asistido como alumno a seminarios virtuales. La experiencia ha sido enriquecedora. Así, en el 60 aniversario del CELA, UNAM, México, reunión internacional, coordinada por su director Nayar López Castellanos, hubo intervenciones de jóvenes, cuyos trabajos y presencia se multiplicó durante el acto. También, tuve la suerte de participar en los encuentros virtuales de los grupos de trabajo de Clacso. Allí disfruté con sus ponencias. Rigor conceptual y conocimiento del pensamiento latinoamericano. Aprendí y me sentí reconfortado en los debates. Tenemos motivos más que suficientes para el optimismo. El pensamiento crítico latinoamericano está en buenas manos y goza de muy buena salud. Quienes somos sexagenarios y en ocasiones nos invade el pesimismo, debemos dar un paso adelante, potenciar el relevo, apoyar a las nuevas promociones de científicos sociales latinoamericanos, cuyo trabajo es brillante.