Las fiestas decembrinas de este año están, sin duda, marcadas por el aumento de contagios y de muertos en todo México por Covid-19, pero no únicamente, pues hay tragedias, desigualdades e injusticias previas a la pandemia que no sólo continúan sin solución, sino que se encuentran en un estado más crítico. La noche del 24 de diciembre, por ejemplo, la población de Magdalena Aldama, en los Altos de Chiapas, volvió a estremecerse por los disparos sobre su territorio, en un contexto de violencia sin límites que para el gobierno federal está solucionado, pero alguien tendría que informarle que durante la Nochebuena las comunidades de Xuxch’ en, Koko’, Juxton y Tselekpotobtik reportaron balazos de alto calibre, a las 17:50, las 19:20 y las 19:53 horas, procedentes de Saclum, Tijera Caridad y El Puente, del lado de Chenalhó, de acuerdo al reporte del Centro de Derechos Humanos Fray Bartolomé de Las Casas.
El acuerdo “definitivo” presentado por el subsecretario de Derechos Humanos, Población y Migración, Alejandro Encinas, parece una burla en medio de los disparos. No es el único pacto que el gobierno federal presenta como histórico, mientras las víctimas viven otra historia. Esa misma noche, en la Ciudad de México, un grupo de padres y madres de víctimas del incendio de la guardería ABC, de Hermosillo, Sonora, tuvieron su cena de Navidad junto a sus hijos sobrevivientes justo frente a la Secretaría de Gobernación, donde cumplieron 53 días de plantón en exigencia de recibir atención integral. La noche helada en medio del semáforo rojo capitalino, no impidió que la protesta continuara.
Y en Huexca, Morelos, los integrantes del plantón que se mantiene frente a la termoeléctrica en oposición a su funcionamiento se mantuvieron alertas videograbando los convoyes de la Guardia Nacional que entran y salen de esta planta de energía que rechazan miles de campesinos de la región, y que se está imponiendo con abierta intimidación y amenazas.
Otra Nochebuena en resistencia se vivió en las oficinas tomadas del Instituto Nacional de los Pueblos Indígenas, donde los niños y niñas de la comunidad otomí que exige sus derechos, rompieron una piñata con la imagen de quien consideran un “símbolo de la traición”: Adelfo Regino.