El año que termina se lleva consigo viejas formas de hacer y de escuchar música. Nada será igual. Este 2020 se consolidaron modos creativos y de consumo cultural que no nacieron con la pandemia, simplemente se formalizaron.
El viernes primero de mayo de 2020 quedará como una fecha histórica en la vida de los conciertos. Frente a la cámara, operada por un técnico con cubrebocas, el director Kirill Kondrashin dijo casi llorando: “Jamás olvidaré esta experiencia; es de por vida”.
Era la esperanza. La transmisión ocurrió en vivo por Internet. Fue el inicio del retorno a las actividades artísticas en la capital alemana y al mismo tiempo en todo el planeta, luego de la primera cuarentena por Covid-19. Era apenas una etapa de la pandemia, que no cesa.
Fue conmovedor.
Tres partituras de autores de distintas naciones, todas con significado para el momento. Se inició la ceremonia con Fratres, del estonio Arvo Part (1935). Suma de significados: el título: Hermanos (Frates); el método: combinar en esta obra actividad frenética con quietud total; activar intensidad mesmérica; encapsular instante y eternidad en nuestro interior, tal como definió su obra el compositor: el instante y la eternidad combaten dentro de nosotros.
Fue el primer concierto con sala vacía pero miles de espectadores en distintos puntos del planeta. Desde entonces fue recurrente la imagen de músicos en escena usando cubrebocas.
Los conciertos de la Filarmónica de Berlín continúan estos días a sala vacía, aunque ya interpretan en vivo sinfonías monumentales, como las de Gustav Mahler y Beethoven. Al final de las transmisiones, un aviso nos indica que esos conciertos son posibles porque los músicos se someten a pruebas PCR .
Esa modalidad, la de conciertos en vivo seguidos por multitudes en pantallas de televisión o de computadoras, no es producto de la pandemia; data de 2008. Fue un invento de sir Simon Rattle, en aquel entonces titular de la Filarmónica de Berlín, quien logró democratizar el acceso a lo mejor de la actualidad de la vida de conciertos. Con la pandemia, hoy día, ese formato permite avances antes impensables para el mejor disfrute de los misterios de la música.
Por ejemplo, en uno de los conciertos recientes, el programa consistió en la interpretación de dos conciertos para flauta y orquesta en la primera parte, y en la segunda, el solista, a la vez primera flauta de la Filarmónica de Berlín, Emmanuel Pahud, se habilitó como narrador, en pantalla, para leer el original en francés del texto que escribió Héctor Berlioz para su Sinfonía fantástica y, mientras sonaba, cuatro arpas fueron dispuestas atrás del podio del director de la orquesta, habilitando así, en la práctica, un concierto para cuatro arpas y orquesta, con lo que la Sinfonía Fantástica recuperó su sentido, originalidad, furia y apoteosis. Todo eso sin público en la sala, pero presenciado por multitudes de personas en solitario en sus casas, siguiendo la transmisión por Internet.
El 4 de julio de 2020 apareció el primer disco Covid en el mundo: Redemption, en cuya portada aparecen algunos de los mejores instrumentistas del planeta con cubrebocas. La soprano austriaca Anna Prohaska, experta en proyectos innovadores, canta en ese disco música barroca acompañada por el ensamble Lauten Compagney, en una selección de cantatas de Bach, que cumplen una función terapéutica.
¿Puede la música brindarnos ayuda en estos momentos de crisis? ¿Puede abrir espacios emocionales y contemplativos para nosotros? ¿Puede la música fortalecer la esperanza? La respuesta está en ese disco: sí.
Tomaron las medidas de prevención adecuadas, culminaron la investigación en archivos y se juntaron más de 20 músicos, con cubrebocas y sana distancia, para plantear al resto del mundo las mismas interrogantes, respondidas con la música de Bach, con la excelencia interpretativa que caracteriza a estos nuevos héroes en la pandemia.
En las notas al programa, Benedikt von Bernstorff ubica el motivo central del disco: dar respuesta a las dudas, inquietudes, zozobra y demás vicisitudes que cundieron en las pandemias durante el barroco para ofrecer respuestas renovadas a nuestras actuales circunstancias.
La belleza de este disco está en la voz tan peculiar de Anna Prohaska, por supuesto, pero sustentada en el mar pródigo de la veintena de instrumentistas y otros tres cantantes. Procura intimidad, sosiego, pone en orden el cerebro, activa zonas estratégicas. Sana.
El 4 de abril de 2020, Bob Dylan rompió el silencio desde su casa en el bosque de Woodstock y lanzó, preocupado por la pandemia, un mensaje al mundo: “Stay observant, take care” y completó su mensaje con la primera de varias piezas que publicó como novela por entregas: Murder Most Foul, donde usa recursos de la balada antigua, como pies yámbicos, trocaicos y dactílicos.
Inscrito entonces en la forma tradicional de la balada anglosajona que consiste en un poema narrativo recitado, no cantado, donde la música va por su lado, creando atmósferas, Dylan demostró, sin que hiciera falta, que pertenece a la estirpe de otros poetas que narran el mundo y recurren al pentámetro yámbico, que es el verso blanco inglés. Los sonetos de Shakespeare están escritos así. Christopher Marlowe usaba también los pies yámbicos, como hizo Allen Ginsberg.
En su nueva obra maestra, lo mejor en discos de todo 2020, el Premio Nobel de Literatura Bob Dylan realiza un resumen cultural propio de tiempos límite.
Semanas después, Dylan soltó una segunda canción: I Contain Multitudes, para finalmente publicar, en junio, la síntesis de su obra máxima, el álbum Rough and Rowdy Ways, el más bello, intenso, erudito, apasionante, completo de sus 39 álbumes de estudio. Su belleza es monumental.
Este año vio nacer álbumes preciados: el póstumo de Leonard Cohen: Thanks for the Dance; el nuevo de Eliades Ochoa: Vamos a bailar un son; el nuevo disco de Anoushka Shankar: Love Letters, y también el nuevo de su hermana, Norah Jones: Pick Me Off The Floor.
Norah Jones es otra de las pioneras de las nuevas formas de hacer música: al igual que el pianista alemán Igor Levit, instituyó, al mero inicio del confinamiento, la costumbre de improvisar conciertos en vivo desde la sala de su casa todas las noches.
Quedan esos videos entre los momentos más conmovedores de este año de por sí tan pleno de intensidades.
Este año también apareció Mozart y Mambo, proyecto maravilloso de Sarah Willis, una de las mejores ejecutantes de corno francés en el mundo, quien viajó a Cuba para realizar uno de los discos más hermosos, alegres, bailables, gozosos del año, una combinación exquisita de mambo con música de Mozart.
Pese a las cancelaciones de prácticamente todas las acciones conmemorativas por los 250 años del nacimiento de Ludwig van Beethoven, hubo muchas maneras de celebración, entre ellas la quinta grabación que lleva Daniel Barenboim de las 32 Sonatas de Beethoven, el Triple Concierto, con él mismo, Anne-Sophie Mutter y Yo-Yo Ma, una caja de 10 discos con el rescate de uno de los verdaderos conocedores y por ende intérpretes de las sinfonías del maestro de Bonn, el director de orquesta Hermann Scherchen, y el non plus ultra: una caja enorme con las obras completas de Beethoven, edición numerada a cargo de la máxima autoridad discográfica en el tema: Deutsche Grammophon.
Este año también significó el aniversario 45 de uno de los discos referente: el Concierto en Colonia, de Keith Jarrett, quien rompió largo silencio para anunciar que convalece de dos embolias pero no se rinde y para demostrarlo publicó un inédito: Budapest Concert, “lo mejor que he grabado”.
Salió también este año el nuevo disco de otra leyenda: Pat Metheny: From This Place, para cuyo concierto en el Teatro de la Ciudad nos quedamos con los boletos comprados y en la mano, pues desde entonces están canceladas todas las maneras de escuchar música que tenían que ver con mostrarse en público y privilegiar lo superfluo.
Entre otros beneficios, la pandemia ha depurado también usos y costumbres. Con las nuevas formas de creación y consumo cultural, hoy la música vuelve a estar en el centro del huracán, en el ojo de los ciclones, en los ventrículos, almas, mentes y sobre todo en la atención de los humanos. Hoy la música está más cerca de todos nosotros, más que nunca.
Adiós 2020. Vienen tiempos mejores.