La muerte de este músico que tocó en los lugares más prestigiosos, para públicos variados y con las más grandes orquestas se produjo en la mañana de este jueves, dijo David Gitlis, uno de sus cuatro hijos.
Embajador de Buena Voluntad de la Organización de Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura, el músico israelí, residente en Francia, tenía un lugar especial en el mundo de la música clásica: conocido por sus interpretaciones, algunas veces atípicas, de repertorio, también se sentía cómodo con el jazz o la música gitana.
El violonchelista Gautier Capuçon expresó en las redes sociales su “inmensa tristeza” tras la muerte de esta “leyenda del violín”, mientras su hermano, Renaud Capuçon expresó: “Una estrella para todos los violinistas”, “el último de los zares del violín que atravesó el siglo XX”.
Nació el 25 de agosto de 1922 en Haifa, actual Israel, entonces bajo mandato británico, a donde sus padres habían emigrado desde Ucrania. “Cuando tenía cinco años, reunieron los fondos para comprarme un violín. Desde entonces, el violín es parte de mí”, escribió en su autobiografía El alma y la cuerda.
Fue el primer artista israelí que actuó en la URSS (en 1955), fundador de numerosos festivales fue también un ferviente defensor del proceso de paz israelo-palestino.
De penetrantes ojos azules, una personalidad carismática, caprichosa, feroz y narcisista, Gitlis tocaba inmóvil y con los ojos cerrados su violín: un Stradivarius de 1713 adquirido en 1964.