Jaime Mesa es un escritor polifacético, difícil de catalogar. Ha tocado los terrenos de la novela, el cuento y el ensayo. Su reciente trabajo es una propuesta arriesgada en las letras mexicanas de los últimos años. Está a medio camino entre el realismo mágico y el relato sobre la violencia.
Después de leer Restauración (Océano, 2020), me conecto por teléfono con el poblano Mesa, quien, junto con Elena Garro, Pedro Ángel Palou o Ángeles Mastretta, es uno de los narradores más interesantes nacidos en la Ciudad de los Ángeles.
Sereno y relajado, habla sobre literatura y paternidades.
Me intriga su particular forma de abordar la literatura. Los rasgos de su escritura lo colocan junto a escritores como Cristina Rivera Garza, Emiliano Monge, Antonio Ortuño o Ana Clavel, con los que comparte cosas en común y quienes son conocidos como la Generación Inexistente.
–¿Cuál es tu opinión sobre la narcoliteratura?
–El uso del término produce efectos negativos sobre la recepción de la literatura mexicana. Ahí están Yuri Herrera, con Los trabajos del reino, o Juan Pablo Villalobos, con Fiesta en la madriguera; ambas novelas van más allá de la corrupción, la pobreza, el tráfico de drogas o los desaparecidos, pero habitualmente entran en el mismo saco que las novelas policiacas, las biografías sobre los capos o las crónicas amarillistas.
–¿Qué diferencias encuentras?
–Por un lado están las narrativas informativas, como las crónicas, que de alguna manera informan sobre lo que está pasando en el país, pero también hay narrativas con elementos melodramáticos que utilizan la exaltación de la violencia para entretener, y me parece que intentar divertir con una novela de balazos puede ser muy peligroso.
San Juan Betulia es un sitio que es todos y ninguno, pues se trata de un pueblo imaginario en el que Mesa ambientó su representación de los violentos años de la guerra contra el narcotráfico en un México donde la injusticia, la violencia contra la mujer, el crimen organizado son asunto de todos los días. Es la historia de la familia Mier, que transcurre violentamente; para conocerla, Dante Mier tendrá que contrastar las diferentes verdades que giran alrededor de ella.
–¿Cómo defines Resurrección?
–Es un experimento narrativo. Intenté hacer una crítica a la novela de violencia, una suerte de sátira a todo ese universo de literatura construida para emocionar, que promueve la apología de la violencia y el narcotráfico. Por un lado, lo que quería era contrastar las verdades a medias a que estamos expuestos, y por eso la novela está contada desde distintas voces. Cada uno tiene su propia verdad y cuando las juntas construyen un nuevo relato muy diferente de la versión real.
–¿Cuál parte de ficción tiene y cuál de realidad?
–Es una ficción como Frankenstein, digamos. Hay elementos de distintos tipos de géneros literarios. En el caso de los lugares donde se desarrolla la historia, unos existen pero otros son inventados. Cuando lees Resurrección, sabes que sucede en México pero no puedes afirmar en qué parte del país.
“También experimenté con el lenguaje, pues un capítulo está contado en clave. Para construirlo tomé modos de hablar propios de Sonora, Ciudad Juárez y Apatzingán y los mezclé como si fueran un solo lenguaje.”
–¿Qué fue lo más difícil a que te enfrentaste al escribir la novela?
–En líneas generales, tenía en mente lo que había escrito, pero no sabía lo que un lector iba a enfrentar con el resultado. Entendí que había escrito algo que hablaba de las aproximaciones de las historias y las narrativas de la violencia, pero, sobre todo, intenté hablar de las paternidades y de ciertos temas que no te puedes imaginar que existan en un entorno violento.
“Uno pensaría que hay novelas sobre la paternidad y narconovelas, pero la convivencia entre las dos es muy rara porque son, aparentemente, narrativas distintas.”
En la novela, el protagonista Dante Mier va en busca de su padre, Ariel Mier, hasta donde creció su familia, que es un lugar etéreo, sin vida. Allí, el joven descubre que habitan tres tipos de personajes: los vivos; que son una especie de sombra, así como los muertos que tienen fantasma y los que carecen de él. También descubre que la guerra acabó y se pactó una paz, pero, antes de conseguirla hay que matar al último villano para que se acabe el mal.
–¿Es como una historia de héroes de la mitología?
–Sí. Juego con la clásica estructura de los relatos de los héroes mitológicos. La aventura usual del héroe comienza cuando siente que le falta algo y emprende un viaje más allá de lo ordinario en la búsqueda de eso que le falta.
Jaime Mesa, como otros escritores mexicanos nacidos entre 1970 y 1979, se encuentra en el proceso de construcción de su obra y mira al país con un poco de desconfianza, con cinismo y sarcasmo a la vez. Su literatura está despojada de ideologías y patriotismos impostados.
Como muchos escritores de su generación, ha incursionado en todos géneros literarios posibles, intentando alejarse del realismo que como él mismo dice, “es la misma historia revolcada de siempre, la perrada de siempre.”