Termina 2020 regresando al mundo a la situación que vivimos hace ocho meses: cerrando actividades no esenciales en muchos países y, en nuestro caso, cerrando la CDMX y el estado de México, dos espacios de fundamental importancia económica. Este nuevo cierre agravará los problemas que enfrentaban diversas actividades económicas, que ya fueron duramente golpeadas por el primer cierre de actividades y a los que la larga reapertura gradual sólo les había permitido mantenerse a flote. El resultado es que las pérdidas de producción, empleo y el deterioro de las condiciones de vida de amplios segmentos de la población se agudizarán.
Frente a este panorama sombrío para 2021, será necesario reconocer que las dificultades no resueltas, sino apenas amainadas, se complicarán. Consecuentemente, las indispensables respuestas de nuevas políticas públicas junto con el reforzamiento de las políticas ya operando, tendrán que reconocer los nuevos desafíos que están planteados.
El primer desafío, por supuesto, es el análisis económico de la pandemia. No habían terminado los impactos negativos sobre las actividades económicas, cuando el nuevo cierre de actividades se decide. No se trata de discutir la pertinencia de esta decisión, sino de evaluar sus impactos recesivos.
Se trata de entender que en momentos en los que el gasto de los consumidores se aceleraba por la temporada navideña, abruptamente se ha cortado. Esta situación impactará sensiblemente todas las actividades asociadas a esta interrupción del gasto. Estos impactos negativos se sumarán a los que ya se habían experimentado. Obligan al reconocimiento de que una recesión global, puede convertirse en una depresión. Un agravante al paro económico que debe considerarse es el miedo. Aunque muchos parecen desconocer la gravedad del momento, otros pueden estar a punto de entrar en pánico.
A la suspensión decidida por los gobiernos, pueden sumarse decisiones familiares que detengan el gasto esperando tiempos peores. Los impactos negativos pudieran, en consecuencia, multiplicarse, alcanzando actividades que hasta ahora habían sido afectadas marginalmente. Estas consideraciones son importantes porque las respuestas de política económica tienen que ser distintas si se enfrenta una recesión, o si nos encontramos en presencia de una depresión.
Este es el segundo desafío: hay que pronunciarse en relación con la necesidad de poner en marcha nuevas políticas acordes con el agravamiento de las circunstancias. Nuevas circunstancias exigen decisiones distintas. Los riesgos económicos se multiplican si se insiste en que se ha controlado la recesión, cuando las decisiones recientes de las autoridades sanitarias reconocen explícitamente que la pandemia se ha agravado. Aceptar que ciertas medidas decididas por los bancos centrales, aunque oportunas, no han tenido los efectos que se proponían. Los bancos centrales, entre ellos el Banco de México, propusieron apoyos para dar liquidez al sistema, lo que pudiera ser necesario, pero no se ocupan de la situación de las familias. Valorar los efectos de estas medidas monetarias es necesario. Pero es más importante entender que se requieren medidas fiscales significativas que lleguen directamente a quienes perdieron el trabajo, o vieron reducidos sus ingresos.
Por supuesto, lo que suceda en la economía está supeditado a la evolución de la pandemia. Si no se contiene la ola de contagios, los impactos negativos crecerán exponencialmente. La vacuna puede tener impactos relevantes a mediano plazo, es decir, en 8 o 10 meses. Por ello, las decisiones de políticas públicas son la mayor posibilidad de contención. Sobre todo, las que se apliquen de forma inmediata. Estas decisiones pueden romper el círculo perverso de agravamiento de la pandemia, suspensión indeterminada de actividades, recesión económica, depresión.
El gobierno de la CDMX parece haber entendido la diferencia en la situación que se enfrenta a partir del cierre de actividades. Aunque su respuesta es limitada, es innegable que, al proponerse nuevas medidas para detener la debacle económica, como créditos sin intereses a propietarios de pequeños negocios, ayuda a los empleados de la industria restaurantera, condonación de impuestos sobre la nómina mientras dure el cierre, adelantos de transferencias sociales como becas para educación básica, reconoce la necesidad de evitar efectos en cascada. Este nuevo planteo debiera ser el inicio de programas nacionales que por su escala pudieran contener en alguna medida los impactos depresivos del cierre de actividades, incorporando apoyos a medianos empresarios que son empleadores muy relevantes.
La economía global enfrenta un desafío de enorme trascendencia: evitar que la recesión que vivimos se convierta en depresión. Si no lo logra, la pérdida de empleos será enorme, lo que significará que lo avanzado lentamente en materia de bienestar se perderá en unos cuantos meses. Se requieren acciones globales concertadas, pero cada gobierno está obligado a tomar las medidas que sus poblaciones demandan. Es absolutamente evidente que es momento de medidas adicionales. No entenderlo tendrá efectos significativos a corto, mediano y largo plazos.