Buenos Aires., La sorpresa y el dolor por la muerte de Diego Armando Maradona a los 60 años, el 25 de noviembre de 2020, reforzaron el mito de un ídolo deportivo mundial y multiplicaron los tributos que buscan eternizarlo.
La noticia del fallecimiento del legendario futbolista por una crisis cardiopulmonar en su lecho de convaleciente, tras una operación en el cráneo, tuvo impacto planetario. En estadios de todo el mundo se le rindió tributo a quien fue genio, artista de la pelota, poeta de la zurda y multicampeón con la Albiceleste, el Nápoles, el FC Barcelona y Boca.
En medio de los funerales, unos hinchas le cambiaron el nombre a la esquina de una de sus casas en el barrio porteño de Villa Devoto. Las calles Segurola y Habana mutaron por Diego y Maradona.
No fue oficial, sino espontáneo, pero municipios de todo el país ya estudian renombrar arterias.
Uno de los más rápidos homenajes fue el del artista plástico Alfredo Segatori. Pintó un mural de 800 metros cuadrados en una pared del barrio de la Boca, cerca de la histórica Bombonera.
El culto no tiene límites. Una senadora presentó un proyecto de ley para imprimir billetes de mil pesos, la máxima denominación (11 dólares), con su efigie de un lado y “el instante del segundo gol a Inglaterra (2-1), realizado en México, el 22 de junio de 1986, del otro.
“El mito ya estaba vivo con su vida y, sin embargo, ahora comienza la narración de una leyenda”, opinó el filósofo y difusor mediático Darío Sztajnszrajber.
Una idea que se diluyó fue la de embalsamar su cuerpo. Al parecer era una voluntad de Maradona expresada en un documento sin valor testamentario. Deseaba ser exhibido en un museo junto con copas, camisetas y otros recuerdos.
Otro tributo propuso uno de sus hijos, Diego Maradona Sinagra: “Estaría bueno retirar la camiseta 10 de los equipos donde jugó mi papá, incluida la del Barcelona”, que actualmente viste el astro argentino Lionel Messi.
La adoración ya se rendía en vida del ex capitán albiceleste. Con motivo de su cumpleaños, el 30 de octubre, se inauguró una estatua y un mural en una esquina del barrio de La Paternal, donde vivió junto con sus padres y hermanos, y cuna de Argentinos Juniors, el primer equipo en el que brilló y cuyo estadio lleva el nombre del ídolo desde años antes de su fallecimiento.
La semana pasada fue bautizado con su nombre el Estadio Único de La Plata, la ciudad donde dirigió a Gimnasia y Esgrima hasta su deceso. Tampoco podía fallar que la misma iniciativa adoptara la casa del Nápoles, el club italiano donde el Pelusa brilló.
A 250 kilómetros al norte de Buenos Aires, en una calle de la ciudad de Gualeguaychú, escenario cada año de un célebre carnaval, unos amigos pintaron un gran mural.
“Maradona nos tocó a todos en el alma, es parte de nuestra identidad como pueblo argentino”, dijo uno de los artífices, Diego Abu Arab.
Un altar se instaló en el estadio de Newell’s en la ciudad de Rosario, único equipo del país en el que jugaron los dos 10 argentinos más famosos: Maradona y Messi.
“Ha muerto un mito que fue parte de la cultura popular argentina. El futbol puede llegar a tener un poder similar al de la religión porque se mueve en el terreno de las creencias y los afectos”, dijo el sociólogo y escritor Pablo Alabarces.
En La Quiaca, al norte, limítrofe con Bolivia, el artista Piry Avelino, al enterarse de la infausta noticia pintó sendos murales, uno en el que levanta la Copa del Mundo y otro en el que canta el himno. “Los hice en la pared externa de mi casa”, relató.
Buenos Aires diseña un circuito turístico, “teniendo en cuenta tantos lugares icónicos de su vida”, dijo Gonzalo Robredo, del ente de turismo comunal.