Martes 22 de diciembre de 2020. La Habana. El Día Iberoamericano de la Danza se celebra por primera vez para destacar el legado e influencia de la artista cubana más reconocida a escala mundial, Alicia Alonso, cuyo centenario se cumplió este 21 de diciembre.
“Reunidos de forma extraordinaria por videoconferencia, los cancilleres de Iberoamérica declaramos el 21 de diciembre como Día Iberoamericano de la Danza, en homenaje al centenario del natalicio de la prima ballerina assoluta Alicia Alonso y a su inolvidable legado artístico”, notificó hace unas semanas el canciller cubano, Bruno Rodríguez.
Como parte de las celebraciones de la efeméride, el Ballet Nacional de Cuba ofreció una gala artística en la que estuvo acompañado por otras grandes compañías de danza de la isla en su sede, el Gran Teatro de La Habana.
El fallecimiento de la diva sorprendió a todos el 17 de octubre de 2019 en esta capital, su ciudad natal, donde el pueblo le brindó múltiples muestras de homenaje.
Alicia dedicó su vida a la danza, primero a formarse como una bailarina respetable, luego a conformar un estilo propio y después a perpetuar el ballet dentro de la cultura cubana, como parte integrante y ya inseparable de ésta.
Junto a los hermanos Fernando y Alberto Alonso, fundó la primera compañía profesional de ballet en Cuba, hace 62 años, cuando ese arte era escasamente comprendido en las sociedades latinas.
Pese a las contradicciones sociales, políticas y de salud que padeció, la decisión y valentía de la bailarina la hicieron persistir en elevar su rango de bailarina.
Alonso respaldó la revolución social en Cuba que se inició en 1959, y se alzó sobre prejuicios e ideologías burguesas para llevar su arte al pueblo, las fábricas, los campos, al bosque, al valle, cualquier calle.
Dueña de la técnica
En el mundo de la danza cobró fama por sus prodigiosos giros y la manera particular de adueñarse de la técnica, se convirtió en protagonista de leyendas.
Todavía algunos hablan de la “quinta Alonso” para aludir a una posición específica de los pies, mientras los viejos amantes del ballet atesoran especialmente las veces en las que la vieron transformarse en Giselle y en Carmen.
Hasta el momento de su muerte, el 17 de octubre de 2019, la artista continuaba activa como maestra, coreógrafa y directora del Ballet Nacional de Cuba y del Festival Internacional de Ballet de La Habana, en el cual participan los bailarines más renombrados del mundo.
Pocos calculaban su amor por los animales, en especial, una gran pasión por los perros, y el extraordinario sentido del humor que la indujo a gastar bromas a algunos de sus partenaires en escena.
En la juventud, pintó cuadros y desde niña amó el color azul y la literatura universal.
Además, siempre rechazaba la posibilidad de que los humanos habitemos solos este universo y contaba entre sus añoranzas la de poder sentarse en el Malecón de La Habana a disfrutar de la brisa y un espectáculo de olas, pues la fama le impedía pasar desapercibida.
El Gran Teatro de La Habana, desde 2015, añadió a su denominación el nombre de la insigne artista, y el Ballet Nacional de Cuba acaba de interpretar allí, junto a otras compañías de danza del país, una temporada de homenaje a la fundadora.
Los aplausos y ovaciones con los que el público cubano recibía a Alonso a su llegada a ese recinto o a cualquier teatro del país también erigen una leyenda difícil de igualar.
En México fundó semilleros de grandes intérpretes
Fabiola Palapa Quijas
Alicia Ernestina de la Caridad del Cobre Martínez del Hoyo, conocida como Alicia Alonso, fue considerada una de las personalidades más relevantes en la historia de la danza y constituye la figura cimera del ballet clásico en el ámbito iberoamericano.
En México, la prima ballerina assoluta cubana sembró semillas que se convirtieron en grandes bailarines; compartió con la Compañía Nacional de Danza (CND) y legó enseñanzas sobre técnicas, metodologías, vocación, disciplina y diversos elementos que se requieren en el ballet.
En los escenarios, la eterna Giselle, más que bailar, flotaba. El virtuosismo de la bailarina cubana fue único e irrepetible en el papel de la joven e inocente campesina que está enamorada de Albrecht.
Alicia Alonso, cuyo centenario natal se celebró ayer, aportó el nivel técnico al ballet; este fue el sello especial de sus propuestas coreográficas; incluso, varios críticos de ballet bautizaron ciertos casos que observaron en los escenarios como el nombre “la pirouette Alonso”, por su perfecta ejecución.
Derribó mitos
Como coreógrafa, Alicia Alonso transmitió nociones y sentimientos a niveles notables, pues logró que el público asistente a las funciones no contemplara sólo el virtuosismo de los bailarines, sino que experimentara el estado anímico de los personajes y comprendiera el contenido de la obra.
La fundadora del Ballet Nacional de Cuba, quien tomó el apellido de su primer esposo, el también bailarín Fernando Alonso (1914-2013), debutó en el papel principal de Giselle en la Metropolitan Opera House, de Nueva York, el 2 de noviembre de 1943, echando por tierra el mito de que los latinoamericanos no podían interpretar un clásico del ballet.
La leyenda de la danza cubana mostró desde niña su preferencia por el baile y viajó con su familia a Estados Unidos, donde terminó su formación dancística en Nueva York.
La prima ballerina assoluta comenzó sus estudios en 1931 en La Habana, en la Escuela de Ballet de la Sociedad Pro-Arte Musical. Más tarde se trasladó a Estados Unidos y continuó su formación con Enrico Zanfretta, Alexandra Fedórova y varios profesores eminentes de la School of American Ballet. Su actividad profesional comenzó en 1938, en Broadway, al debutar en las comedias musicales Great Lady y Stars In Your Eyes.
Un año más tarde ingresó al American Ballet Caravan, antecedente del actual New York City Ballet. Se incorporó al Ballet Theatre de Nueva York en 1940, año de su fundación.
A partir de ese momento comenzó una brillante etapa de su carrera como intérprete suprema de las grandes obras del repertorio romántico y clásico.