Luego de que por segunda ocasión se dispararon los contagios en este año, familiares de pacientes enfermos de Covid-19 pasan largas horas en condiciones adversas afuera de los hospitales. Angustiados e intranquilos permanecen nuevamente firmes de pie bajo el sol o aguantando el frío de la noche y duermen a la intemperie. Además, costean alimentos, transporte, medicamentos y, cuando se requiere, tanque de oxígeno.
En un recorrido hecho por La Jornada en diversos centros de salud, esa fue la condición común de personas con algún familiar como probable nuevo caso positivo de Covid-19.
Aquellos que esperan afuera de los nosocomios es porque su familiar fue ingresado recientemente para su valoración. Quienes se retiran saben que su paciente quedó internado y estarán recibiendo el informe médico vía telefónica.
Los puestos de comida y vendedores ambulantes que antes dificultaban el acceso a los hospitales ahora se han instalado por lo menos a 80 metros del lugar.
Afuera del hospital regional del Instituto de Seguridad y Servicios Sociales de los Trabajadores del Estado (Issste) Adolfo López Mateos, al sur de la ciudad, Guadalupe Carrera aguarda sentada sobre una coladera de metal y con la mirada sobre los gruesos barrotes de la puerta de urgencias. Espera información sobre el estado de salud de su esposo Luis Alberto.
Comenta que él tenía ya algunos días con dolor de garganta y acudió con un doctor particular que le administró medicamento. Pero fue hasta la madrugada del sábado que se complicó su respiración.
Ese doctor “me dijo que lo lleváramos a su hospital para que lo evaluaran porque tenía síntomas de Covid-19 y que un tratamiento costaría alrededor de 4 mil 500 pesos. No tenemos los recursos, ni para comprar un tanque de oxígeno, entonces lo traje aquí porque siento que me van ayudar con esto.
“Llegamos a las siete de la mañana y llevo más de tres horas esperando”, añade.
Con un cubrebocas que deja entrever lágrimas en sus ojos, Guadalupe pausa la conversación y confiesa: “Dudé en traerlo al hospital, porque uno sabe que entra ahí, pero no sabe si va a regresar”.
En ese momento recibe noticias. Su esposo fue diagnosticado inicialmente con un cuadro de neumonía, pero tendrá que esperar hasta este domingo un informe más completo. Sin embargo, la mujer señala: “Con esto estoy aterrada, la verdad está haciendo mal la gente que sigue saliendo, porque por unos pagamos otros. Si nos aguantáramos un tiempo encerrados, no estaríamos en esta situación”.
Leonel Hernández tiene casi un mes acudiendo a la Unidad Médica de Alta Especialidad del Centro Médico Nacional Siglo XXI. Su hermano, Guillermo, fue diagnosticado con Covid-19, pero en breve será dado de alta.
Acepta que antes era de los escépticos. “A veces somos incrédulos hasta que no tenemos un familiar contagiado y en condiciones graves; es desesperante, sientes que se te muere en las manos”.
Procedente del estado de México, Leonel reconoce la atención del personal de este nosocomio, porque “desde el primer momento nos han apoyado, son muy humanos”.
Ahora sólo esperan que lo den de alta y enfrentar los gastos posteriores que esto implica, como pagar la renta mensual de un dispensador de oxígeno, cuyo costo oscila en alrededor de 10 mil pesos.
Las familias consultadas coinciden en que la solidaridad y la cooperación han sido fundamentales para salir adelante de esta situación y así poder sortear las complicaciones tanto económicas como emocionales, que día a día son las consecuencias de una enfermedad que parece interminable.