El dictamen que reforma la Ley General para la Prevención y Gestión Integral de los Residuos, aprobado esta semana en la Cámara de Diputados, flexibiliza la entrada masiva de desechos plásticos al país para su incineración en hornos cementeros sin importar los riesgos ambientales y a la salud de las personas, alerta Marisa Jacott, directora de la organización ambiental Fronteras Comunes.
El peligro de esta iniciativa, expone, es que separan al coprocesamiento como algo distinto a la incineración y lo consideran como una forma de reciclaje, cuando en realidad no lo es.
No es una forma adecuada de gestión de residuos, explica, porque no da prioridad a la reutilización. Es “una forma de disposición final de los residuos y desde nuestro punto de vista es tóxica”.
Marisa Jacott señala que con las reformas a los artículos 62 y 63 de la ley, “le dan cabida a la incineración en hornos cementeros y le hacen una distinción, y no tendría por qué haberla, porque es una forma de tratamiento térmico.
“Estamos hablando de que la preocupación es por la entrada de desechos plásticos a México que podrán quemarse en hornos sin ningún problema. Nos parece muy grave que haya pasado esta reforma”, advierte.
Sobre el envío de desechos plásticos de Estados Unidos a México, la directora de la organización comenta que el país enfrenta el riesgo de recibir miles de toneladas de desechos plásticos, ante la decisión del gobierno chino de cerrar sus fronteras a este tipo de materiales.
Esta situación pone a México en grave peligro al estar incinerando todos los residuos “que ya nadie le está aceptando a Estados Unidos”, ya que la industria del reciclaje busca nuevos mercados, y “se van a ir a meter esos plásticos a hornos cementeros”, afectando la calidad del aire y la salud humana, particularmente en las comunidades cercanas a las incineradoras.
La mayoría de los plásticos incinerados son clorados y generan emisiones contaminantes al aire, agua y suelo de gases de efecto invernadero, de metales pesados, partículas suspendidas y contaminantes orgánicos persistentes. Éstos provocan daños al sistema nervioso central, cardiovascular y respiratorio; malformaciones congénitas, retraso en desarrollo, alteraciones al sistema inmunológico y hormonal, así como problemas de cáncer, daños en cerebro y riñones, así como trastornos hepáticos, diabetes y desarrollo anormal del feto, entre otros.
Jacott también explica que el negocio para las cementeras está en que, además de ahorrar una gran parte de su factura energética –que oscila entre 25 y 60 por ciento de gas para echar a andar sus hornos–, cobran a los estados o a los privados para la recolección, tratamiento y posterior incineración de los residuos.