Hace tres meses, en una reunión con los socios de La Casa del Cine, los productores Jorge Sánchez Sosa y Mónica Lozano Serrano, el director general del recinto, Carlos Sosa Ortiz, planteó que aunque la deuda del lugar aún no era tan grande y los gastos son manejables durante la pandemia, dijo estar “un poco cansado intelectual y emocionalmente” respecto al manejo del espacio, incluso cuando los salarios del último trimestre del año y aguinaldos ya están cubiertos.
Si bien el único cine de arte del Centro Histórico de la Ciudad de México trabajaba muy bien, expresó, es posible que la situación empeore para abril o mayo de 2021 por no contar con una garantía de vuelta a la normalidad o al estado previo al confinamiento.
“La conclusión fue que había momentos para tomar decisiones tajantes y me sugirieron pensarlo. Más tarde, como responsable del espacio y de la economía del lugar, me sentí un poco agobiado de trabajar sobre un futuro totalmente incierto y pensé que lo mejor era cerrar”, relata el productor y dueño de Viento del Norte Cine.
Así, el jueves pasado y luego de una década en funcionamiento y con más de 50 por ciento de ocupación, el local ubicado en los altos de la calle de Uruguay 52 cerró definitivamente, “con la frente en alto, con toda dignidad y aplaudiendo nuestros logros, hasta comprender el futuro que viene respecto a la exhibición cinematográfica y para concentrarme en mis proyectos de producción. La verdad es que hay un agotamiento de mi parte, de luchar contra corriente.”, explicó en entrevista.
El 12 de agosto, cuando se autorizó la reapertura de salas en la Ciudad de México, La Casa del Cine lo hizo tras 18 semanas, luego de invertir en los cuidados sanitarios básicos. Se compraron uniformes y se llevó a cabo un ensayo general. “Les dije que para cuidar al público nos teníamos que cuidar nosotros y tratarlo como si fueran nuestra propia familia. Parecía que estábamos en Chernobyl, pero nos sentíamos entusiasmados por abrir, cuidarnos y cuidar a la audiencia”.
Las limitantes de aforo a 30 por ciento y en los horarios redujeron la programación de 11 a 7 funciones por día, lo que complicó más las cosas, ya que de tener una capacidad mensual máxima de 5 mil 700 espectadores, con promedios de asistencia de entre 3 mil y 3 mil 500, con las medidas sanitarias, dichas cifras se redujeron a un máximo de mil 500 y 850, respectivamente.
Lo anterior impedía generar ingresos y sostener el lugar, que pese a todo mantuvo, antes y después de la pandemia una ocupación superior a 50 por ciento.
Cerraron antes
Si bien el cierre de cines dispuesto en el semáforo sanitario se programó para el 26 de marzo, en La Casa del Cine ocurrió nueve días antes, pues su personal se ha integrado casi como familia y decidió no arriesgar a nadie, pese a que la decisión implicaría un gasto mayor.
“En esas 20 semanas hubo muchos nervios y mucha frustración. De pronto tuvimos claridad e hicimos talleres en línea y diversas actividades; conseguimos que muchos distribuidores nos dieran películas para ofrecerlas gratis en nuestra plataforma durante el confinamiento”, dice el productor de cintas como Somos lengua, Sanctorum y El gran Fellove.
Durante esas largas semanas recibieron donativos de colegas productores, como Gerardo Gatica y Alberto Müfflemann, de Panorama Global; Laura Imperiale, de Cacerola Films; de Kyzza Terrazas; de Julio Chavezmontes, de Piano; de Marion d’Ornano de Telegrama; Armando Croda y Lindsay Cordero, de Mumedia, y de Icunacury Acosta, de IQ & Co., además de un “inesperado y desinteresado” apoyo económico de la alcaldía Cuauhtémoc, para “un ratito de tranquilidad” y se gastaron la totalidad de los recursos con que contaba su productora, Viento del Norte Cine.
Aunado a lo anterior, Carlos Sosa solicitó apoyo del estímulo fiscal Eficine Distribución (artículo 189 de la Ley del ISR) para la cuarta edición del ciclo Segundas Vueltas, por lo que les aprobaron 1 millón 200 mil pesos. No obstante los estrictos criterios aplicados este año por las instituciones evaluadoras –el Instituto Mexicano de Cinematografía y el Sistema de Administración Tributaria– ajustaron el monto, lo que ocurrió con siete de los 13 proyectos aprobados el 12 de noviembre, a la cuarta parte, 300 mil pesos. Esto, por encontrar un documento erróneo de una de las empresas aportantes, lo cual los “metió en problemas sustanciales”.
“Si hubiéramos tenido ese apoyo, probablemente no hubiésemos decidido cerrar y hubiéramos hecho todo el esfuerzo para mantenernos de pie mucho tiempo más, pero haremos un gran ciclo de Segundas Vueltas en versión híbrida, es decir, presencial y haremos una plataforma. Ocuparemos ese monto de forma espectacular y precisa, como siempre hemos hecho”, plantea.
Si bien la inmobiliaria Centro Histórico de la Ciudad de México SA de RL, de la fundación presidida por Carlos Slim, les hizo un descuento de 50 por ciento en estos últimos meses mientras el semáforo epidemiológico regresa a verde, “ni así podíamos mantener esto”, remata.
Trabajos de apertura
Los días previos al 20 de noviembre de 2010, cuando La Casa del Cine abrió sus puertas, fueron particularmente emocionantes y convirtieron en todólogos a sus fundadores –Jorge Sánchez, José Rodríguez Rolo, Héctor Zubieta El Zubi y el propio Sosa Ortiz–, en arquitectos, gestores culturales, decoradores, impulsores de cortometrajes, veladores (el local carecía hasta de puerta) y talleristas en barrios como La Merced y La Lagunilla, organizados por la cineasta María Novaro.
Si bien originalmente funcionaban como oficina de gestoría cultural, pues la programación corría a cargo de Cinemanía –otro conjunto actualmente cerrado– y la cafetería era proporcionada por Tintico, gradualmente, con la llegada de más personal –como Lola Díaz-Gonzalez, Cristina Velasco, Samuel Sosa y Juan Cruz– comenzaron a ser autogestivos: programaban, generaban contenidos, ofrecían talleres, vendían alimentos e instalaron una cafetería formal, lo que les permitió finalmente ser autosustentables en 2017.
Desde entonces el crecimiento no paró. De los 2 mil 600 espectadores anuales en 2011, cuando abrieron la sala, hasta los 30 mil 500 en 2019, incluso el primer trimestre de este 2020 en asistentes había sido el mejor de todos, pero llegó la pandemia.
Para que este proyecto fuera un modelo de negocio, afirma Carlos Sosa, La Casa del Cine debería tener entre 20 y 25 establecimientos filiales con el mismo éxito.
“Sin embargo, la ganancia era otra. En lo personal, la defiendo no como sala alternativa de cine ni como negocio o un simple servicio, y al final se convirtió en un proyecto de vida y mi ganancia particular era ver que una parte de mi trabajo tenía un fin social y que cada peso que ingresaba, con el cual se le pagaba a la gente, se había ganado por ofrecer un servicio que beneficiaba a la sociedad y eso era lo bonito”, concluye.