Sonría. En febrero de 2010, Google se asoció con la Agencia de Seguridad Nacional (NSA, por sus siglas en inglés), que depende del Ministerio de Defensa de Estados Unidos. Google controla 80 por ciento de datos que fluyen en “teléfonos inteligentes” y, por ende, es la empresa dominante en Internet (4 mil millones de usuarios, la mitad de la población mundial).
El convenio Google/NSA apunta a coordinar el análisis de información de seguridad nacional de todo el mundo, mediante el uso de “inteligencia humana” (sic). ¿Habrá otra? Siete años después, el gigante informático introdujo cambios en su servicio de búsqueda para “dificultar que los usuarios accedan a información de ‘baja calidad’, como ‘teorías de la conspiración’, ‘noticias falsas’ ( fake news)”, ‘desnudos’ (sic), o ‘violencia’ (sic)”.
¿Entendió? Yo tampoco. Entonces, pregunté a Google qué entendía por tan loables propósitos. Respondieron (ignoro quién), diciendo que “sus métodos de evaluación incluyen actualizaciones algorítmicas con el propósito de hacer aflorar contenido más fiable”. Sin embargo, la joven Florencia Kirchner (hija de Néstor y Cristina, ex presidentes de Argentina) publicó en julio pasado una foto en Instagram, fijando posición frente al llamado “acuerdo del siglo” entre Donald Trump y Bibi Netanyahu, primer ministro del enclave neocolonial llamado Israel.
La foto mostraba a Leila Khaled, ícono de la resistencia nacional palestina (hoy, 78 años), con un fusil automático. Instagram la censuró, ya que a su juicio la imagen “transmite violencia”. ¿Será? Florencia manifestó en su cuenta: “Todo superdemocrático. Me borraron una publicación que hice sobre Palestina. Bienvenidos al mundo en lo que sólo está bien visto ser un inculto, sin ninguna determinación sobre nada […] Ojalá consideraran violento lo que sucede allá con la vida de miles de niños palestinos”.
Ahora bien. Lo invito a picar en Google “Caliber 3”, sitio del campo de tiro ubicado en los asentamientos judíos de Gush Etzion (Cisjordania), cerca de la ciudad de Belén. En la nube desde 2007, Caliber 3 ofrece a los turistas cursos de dos horas, ocasión en que se les enseña cómo luchar contra el terrorismo, cómo disparar una pistola, un rifle de asalto, y cómo reaccionar “durante un intercambio de disparos”.
De acuerdo con el portal de la “empresa de turismo”, la instrucción no acaba ahí. El portal indica que, primero Dios, se promueven los “valores sionistas” (sic). Niños mayores de 10 años pueden participar, acompañados de sus padres. Qué bueno (https://bit.ly/3gXQzOH).
Dos meses antes de la censura a Florencia, el periódico Clarín de Buenos Aires había publicado en su edición dominical del 17 de mayo, la leyenda “Cristina Fernández de Kirchner, ladrona de la nación”, colocada por el buscador de Google en el lugar donde debía figurar “vicepresidenta”.
Actitud inusual en ella, Cristina hizo una presentación judicial contra Google. La respuesta fue similar a la anterior: “El panel de conocimiento se genera de forma automática, tomando información de diferentes fuentes de la web, bases de datos estructuradas, datos bajo licencia y otras fuentes”.
Cosa más rara aún, la justicia argentina hizo lugar a la denuncia de la ex gobernante y actual presidenta del Senado. Google presentó una apelación que fue rechazada y, después, intentó llevar el caso a la Corte Suprema, que declaró el recurso como “inadmisible”. Google insistió: “Aunque nuestro objetivo es ser lo más precisos posible, nuestros sistemas no son perfectos ni tampoco las fuentes de datos disponibles […] si descubrimos que algo es incorrecto, y que nuestros sistemas no se han autocorregido, podemos verificar y actualizar la información manualmente”.
No obstante, el 12 de noviembre el panel de conocimiento de Google mostró un agravio contra la primera dama, Fabiola Yáñez, pareja del presidente Alberto Fernández. El buscador exhibió un nombre completo falso (“Fiambrola, Chiruza Yáñez”), señalando que su profesión era “florero, periodista y actriz”.
En su petición, Cristina manifestó: “Cuando las mentiras y las difamaciones se disparan desde plataformas masivas, su circulación no tiene límites, no se puede detener y el daño que ocasionan a los difamados pareciera incalculable (…) ¿Existe alguna defensa para quienes resultan víctimas de estas acciones perpetradas por un gigante informático como Google?”
A Google le vale. Porque sus juniors odian todo lo que sea “política”. Aunque eso sí, los difamados nunca son los grandes genocidas de nuestra época. Y en esto no se equivocan. Saben, perfectamente, que su jactanciosa pretensión de “proteger a los lectores de noticias falsas” es una mentira políticamente motivada. O bien, como dijo Florencia, “todos los días nos proponen un nuevo entierro en el lenguaje de la sumisión”.