Nueva York. El Colegio Electoral formalizó el triunfo del demócrata Joe Biden y su reconocimiento como presidente electo al concluir los 50 procesos en cada estado sin incidentes aunque en un clima de tensión por amenazas de violencia alentadas durante semanas por el perdedor, el mismo día en que otro integrante del gobierno saliente, el procurador general Bill Barr, fue expulsado del paraíso de Donald Trump por no mostrar absoluta lealtad.
El casi siempre simbólico proceso de 538 electores sesionando en pequeños grupos en cada uno de los estados y la capital, selló el resultado de la elección realizada hace seis semanas y lo que todos –menos Trump y sus más férreos aliados y un trío de gobernadores– habían reconocido: que Trump fue derrotado por 306 votos electorales frente a sus 232 y por un margen de más de 7 millones en el voto popular.
Con ello, efectivamente se pone fin a las posibilidades de las maniobras legales y políticas sin precedente de Trump y sus aliados para descarrilar y subvertir el proceso electoral; aunque han indicado que continuarán buscando deslegitimar los resultados.
En varios estados, sobre todo en los que resultaron ser claves para el triunfo de Biden, se incrementaron las medidas de seguridad ante amenazas de simpatizantes de Trump de manifestarse en las afueras de las sedes en donde sesionaron los llamados electores. En Michigan y Wisconsin se otorgó seguridad y escoltas a los electores, incluyendo la decisión de cerrar el capitolio al público en Lansing, Michigan. En Arizona, las autoridades mantuvieron en secreto la ubicación de la sede en donde sesionarían sus electores. Pero todo procedió sin incidentes, algo que fue festejado por gobernadores y políticos estatales de ambos partidos.
“En esta batalla por el alma de Estados Unidos, prevaleció la democracia”, declaró Biden sobre el proceso del Colegio Electoral en un discurso a la nación esta noche. “Nosotros, el pueblo votamos. Se mantuvo la fe en nuestras instituciones. La integridad de nuestras elecciones permanece intacta… Y ahora es tiempo de dar vuelta a la página. Unirnos. Curarnos”, afirmó al asegurar: “seré un presidente para todos los estadunidenses”.
Pero no perdonó a su contrincante. Biden denunció tanto las maniobras de Trump y sus aliados para descarrilar el proceso, como sus ataques “inadmisibles” contra el sistema electoral que han minado la confianza en las instituciones democráticas.
“La flama de la democracia fue encendida en esta nación hace mucho tiempo. Y ahora sabemos que nada –ni una pandemia o un abuso de poder– puede extinguir esa flama”, declaró.
De hecho, anoche varios legisladores republicanos reconocieron por primera vez que Biden es el presidente electo, insistiendo en que respetarán el proceso constitucional y el veredicto del Colegio Electoral. Algunos, como el influyente senador John Cornyn, advirtió a sus colegas republicanos de no cometer “un error” y cuestionar el resultado.
El próximo paso antes del traslado del Poder Ejecutivo a Biden el 20 de enero, es el día 6 , cuando sesiona de manera conjunta el Congreso para contar y aceptar los resultados del Colegio Electoral. Aunque algunos esperan que el espectáculo de Trump y sus aliados continúe ahí con maniobras para cuestionar el proceso, no lograrán su objetivo de anular el resultado.
Una de las aparentes víctimas de esta elección fue el procurador general Barr, quien fue percibido entre los aliados más leales del presidente, incluso subordinando el papel relativamente independiente del Departamento de Justicia en otra dependencia al servicio de los intereses políticos de Trump. Pero la renuncia de Barr –anunciada vía tuit por el presidente poco después de que el triunfo de Biden fue confirmado por el Colegio Electoral– no fue sorpresa.
“Acabo de tener una reunión muy amena con el procurador general Bill Barr en la Casa Blanca. Nuestra relación ha sido muy buena, ha hecho una labor estupenda”, escribió Trump al anunciar que Barr se irá poco antes de la Navidad. Indico que el subprocurador Jeff Rosen ocupará de manera interina el puesto. Pero el tono amistoso del anuncio no convenció a nadie de que el fin de Barr fue nada menos que una expulsión.
Desde que el procurador general se atrevió a comentar en entrevista con la agencia Ap el 1º de diciembre que no estaba de acuerdo con la línea oficial de su jefe de que la elección fue pervertida por un magno fraude, se pronosticaba el fin de su estancia. Barr indicó que después de investigar varias acusaciones, el Departamento de Justicia no había detectado irregularidades o indicios de un fraude que podría haber cambiado los resultados finales.
Trump, ya irritado por esto, enfureció aún más este fin de semana, cuando acusó a Barr de falta de lealtad por no haber divulgado antes de la elección que el Departamento de Justicia estaba investigando a Hunter, hijo de Biden. En varios tuits, criticó a su ex íntimo asesor y aliado, a quien llamó “una gran decepción”.
Barr se había hecho eco de las afirmaciones de Trump, durante la campaña, de que se estaba preparando un posible fraude, actuando para proteger al presidente y atacando a sus críticos, incluida la investigación del fiscal especial Robert Mueller sobre la colusión de la campaña de Trump con los rusos en 2016. Más aún, llegó a advertir que si Trump no obtenía la relección el país estaba en peligro de proceder por un “camino socialista”.
Vale recordar que Barr llegó a su puesto después de que su antecesor, Jeff Sessions, otro soldado leal de Trump, fue expulsado del gobierno luego que el magnate lo acusó de no hacer lo suficiente –aunque hubiera sido ilegal– para protegerlo al arrancar las investigaciones en su contra.