Hace algunas semanas, cuando comentábamos la cronología del proceso electoral en EU, anotamos algunas fechas claves en las que se irían clarificando, complicando (o todo lo contrario).
Uno de esos días fue el 8 de diciembre, fecha límite legalmente establecida para que las autoridades electorales de cada entidad certifiquen los votos emitidos en favor de los candidatos participantes. Por el significado que tiene este importantísimo acto, se le conoce en todo el país como Safe Harbor o Puerto Seguro. En la mayoría de los estados de ese país, los votos electorales se otorgan de forma integral al candidato ganador en la entidad, aunque hay excepciones, como Maine y Nebraska.
Estados unidos tiene una organización en verdad federalista, por eso las diferencias en los aspectos políticos y de la vida social son tan diversos de una entidad a otra. En algunos, los electores, es decir, los representantes ante el Colegio Electoral, están legalmente obligados a votar por el candidato a quien la mayoría favorezca, pero no así en otros lugares, como ya ejemplifiqué renglones atrás. El número de electores con que cuenta cada entidad está definido por la cuantía de su población, por eso, California, Texas, Nueva York y Florida tienen mayor número: 55, 38, 29 y 29, respectivamente; en cambio, Hawái, Idaho y Maine apenas alcanzan tres electores cada uno.
Bueno, pues se llegó al martes 8 y el Safe Harbor, aunque el mar en esas fechas era por demás proceloso, hizo honor a su nombre y nada pasó, pese a que el equipo trumpiano no ha cesado en su afán de entorpecer todos los múltiples aspectos de algo tan complicado como la sucesión de los mandos nacionales en el país más poderoso del orbe. Desde los portafolios ultrasecretos que traen todas las claves y llaves para acceder al poderosísimo arsenal nuclear o las llaves del clóset de blancos en donde la señora Trump conserva los baby doll con que conquistó a Donald ha mucho tiempo y con los que hoy, ante el avance inexorable de la biología y la física, lo aterra, frustra y enfurece.
Pues saco todo esto a relucir porque hoy, lunes 14, es el ridículamente llamado día D por algunos torpes fanáticos trumpistas. No tienen idea de lo absurdo del símil que emplean. (No faltará un fundamentalista que afirme que el día D se llama así en honor de “D”onald.)
Cuando la multitud esté conmocionada leyendo la columneta este lunes, en 50 estados de EU se estará confirmando el triunfo del señor Joe Biden. Al señor Trump aún le quedan recursos legales para insistir en su despropósito. Recurrir a la Cámara de Representantes, por ejemplo, a menos que alguien le recuerde que la presidenta de la misma es la señora Nancy, quien tiene Pelosi en su apellido pero… she has no pelosi in her tongue. Lo que pase hoy nos dará tema de plática para la próxima semana.
El lunes pasado me referí a un grupo de jóvenes que prestaban, como voluntarios, el invaluable servicio de vacunar a cuanta persona lo solicitaba, contra el taimado virus de la influenza, que rumia con rencor y rabia el haber sido relegado a segundo sitio en el miedo y la angustia que a los humanos nos provocan estas aberraciones conocidas como virus. La influenza pertenece a la familia orthomyxoviridae. Influenza es una palabra de origen italiano y se deriva de influencia, es decir: “poder de una persona para determinar o alterar la forma de pensar o actuar de alguien”. Lo anterior, en razón de la forma de transmisión de esta enfermedad, que es el contagio de un ser humano afectando a otro u otros que estaban sanos.
Breve comentario ejemplificativo y casi marginal. La peor influenza que padeció Enrique Peña se llamó algo así como videgaraux-1, y la de Carlos Salinas un terrible virus importado de una banlieue parisina. Se padeció en el país por un sexenio y todavía no se le ha erradicado totalmente. Se le conoce como GiuseppeMarieCórdovas-Yavas. Se sabe que la 4T es un inmejorable antídoto.
El grupo estaba situado a unos metros de la Sala Nezahualcóyotl en el Centro Cultural de CU, bajo un techito habían colocado una mesita plegable, algunas sillas, insuficientes para 12 pompas (o sea seis personas) pero, a cambio, esas carencias eran compensadas por una entusiasta actitud de servicio, un gusto que los desbordaba al saberse útiles a semejantes que jamás habían conocido y a los que, seguramente, nunca volverían a ver. Con gratitud publico la foto de esos amigos instantáneos. Se llaman José Antonio Olvera, América Rivera López, Rosa Isela Zequera, Lil y Paola Maldonado. Me faltó uno, y como no es justa la omisión, el próximo lunes lo mencionaré dos veces. ¡Verdad que no se cansa uno de gritarle a la UNAM “¡Cómo no te voy a querer!” Como siempre, tuve que cortar la mitad de lo que había escrito para ustedes. Yo sí que no me sé medir.
Twitter: @ortiztejeda