¿Qué es la transición energética? Un excelente ensayo en el portal de la Enciclopedia de Energía (https://www.encyclopedie-energie.org/) nos sugiere diversas respuestas.
Christian De Perthuis (Universidad de París-Dauphine) y Boris Solier (Universidad de Montpellier) hacen un recuento detallado del origen y evolución del concepto. Y sus aplicaciones y perspectivas. Dos hechos –a su decir– originaron y modifican periódicamente este término tan relevante actualmente: La disponibilidad de fuentes de energía y tecnologías, así como los costos asociados a su disponibilidad y utilización.
Y no sólo costos económicos y financieros, también ambientales. Sí, aseguran que la forma en que naciones, Estados y políticas públicas asuman y enfrenten los problemas económicos, sociales, políticos y ambientales derivados de su consumo de energía –tipos y niveles– determinará la conceptualización de la transición y la estrategia para arribar a una nueva matriz en 10, 20, 30, 40 e, incluso, 50 años. El cambio radical entre los acuerdos del Protocolo de Kyoto (diciembre 1997) y el Acuerdo de París (abril 2016) fue éste: periodizar la transición y sus efectos a corto, mediano y largo plazos. Atreverse a incluir metas, así fueran aspiracionales.
¿Qué fuentes de energía y qué tecnologías sobresalen? ¿Con qué costos y qué efectos? Y no sólo para disponer de energía primaria (de fósiles, de limpias, de renovables) y, en su caso, transformarla en secundaria (con derivados del petróleo, del carbón y con electricidad). También –y sin duda– para contar con formas útiles de energía (fuerza motriz, calor de proceso, cocción de alimentos, iluminación, refrigeración y aire acondicionado, entre otras).
Brillante ensayo. Afirma que ya hay decisiones fundamentales en algunas naciones. La primera, “desfosilizar y descarbonizar” la matriz energética. Lograr que petróleo y derivados, carbón, coque, incluso gas natural y otros fósiles “salgan a la brevedad” del balance energético y se abatan radicalmente las emisiones de gases de efecto invernadero. El problema del cambio climático es muy, pero muy serio.
La segunda –incuestionable–, electrificar lo más posible la matriz energética, pero con la máxima participación de limpias y renovables. Con soluciones colectivas más que individuales. Dos razones para ello: 1) mayor eficiencia de motores eléctricos para resolver requerimientos de energía útil; 2) permitir la sustitución –idealmente total– de combustibles fósiles en generación de electricidad. Idealmente total por dos razones: Intermitencia de sol y viento, así como problemas en el almacenamiento.
Sí, descarbonizar y electrificar con menos fósiles. Sin olvidar la máxima eficiencia en las fases del proceso, incluido el delicado consumo final. Ya hay ejemplos en ese sentido. En la admirable Noruega, por ejemplo, la electricidad satisface prácticamente la mitad de necesidades de energía final. Y –por múltiples razones– esta electricidad se genera en 90 por ciento con renovables. Sorprendente. Se trata de un país con importante riqueza en hidrocarburos. En el mundo, con poco más de 26 mil teravatios-hora, la electricidad resuelve casi la quinta parte de la energía final, pero–lamentablemente– todavía dos terceras partes de esa electricidad se genera con fósiles. Lo veremos pronto. De veras.
Nota bene: Un enorme abrazo a la familia De Gortari Krauss y a los miembros de la Escuela de Gastronomía Mexicana. ¡Cuánta falta nos hará Yuri y su admirable labor –con Edmundo Escamilla– de rescate y promoción de la gastronomía mexicana!