Ciudad de México. En su libro más reciente, Selva oscura, la escritora Aline Pettersson (Ciudad de México, 1938) trae el pasado al presente como una forma de buscarse a sí misma. En los ensayos autobiográficos recorre su infancia, sus anhelos, su familia y diversas aristas que conforman su estilo literario, sus lecturas, sus influencias y pasiones.
La autora comparte con el lector algunos de sus sentimientos más íntimos, como la muerte de su tío Pepe Ferrel Peláez, hermano de su madre, quien de varias formas alteró e influyó en ella. También explica que a lo largo de la vida, el ser humano busca acogerse a la proximidad del otro. Busca el oído, el eco que le devuelva la sensación de pertenencia.
En el libro, editado por el Fondo de Cultura Económica (FCE), Pettersson realiza un recorrido por su vida y su acercamiento a ciertos autores y circunstancias de su niñez, como los juegos o cómo era el trato de los niños.
“Selva oscura trata de diferentes aspectos porque es un tiempo que ya no es igual para un lector, así que lo voy a detener en la red de la palabra escrita, y eso traté de hacer”, comenta en entrevista Pettersson.
Rescatar episodios familiares no fue doloroso para la autora, ya que su vida estuvo marcada por sus padres y fue conmovedor traerlos al presente en sus recuerdos. Indicó que gracias a ellos descubrió el placer por los libros desde que era niña, y que ahora disfruta las lecturas que se adentran en la reflexión sobre la condición humana, sobre las circunstancias que, pese a la época concreta del autor, llevan a concluir que no hay nada nuevo bajo el sol.
Sobre su interés en la medicina, la autora comenta que era tal su amor por conocer el funcionamiento del alma y del cuerpo, que en ese tiempo varios de sus amigos y padres de sus amigos la invitaron a ver sus cirugías. “Me ponía el cubrebocas –sin pensar que ahora lo tengo que usar por otras razones–, ropa esteril, que me prestaban y a distancia veía las cirugías, y sí he tratado de buscar entre los tejidos del alma, los tejidos del cuerpo, digamos del alma en el sentido de la escritura”.
Al rencontrarse con el pasado y ver lo que está sucediendo con la pandemia, la escritora asegura que es momento para reflexionar porque como personas, sociedad y mundo “tenemos cosas buenas y desaciertos graves. Queremos pensar que la vida se va reanudar; esto nos hace reflexionar, pero también nos hace desesperarnos y desear que esto algún día acabe y regresemos a la vida, y estaríamos reunidos, no viéndonos por la pantalla; sin embargo, qué suerte que podamos vernos por la pantalla”.
La poeta, narradora y ensayista rememora en el libro un episodio sobre la mamá de una amiga que nunca estaba en su casa, porque se iba a reuniones feministas y no entendía eso, porque en su familia todo iba en orden, pero con los años admiró a esa señora y a su familia, pues habían llegado a ese acuerdo de lucha por los derechos de las mujeres en una comunidad.
“En cuanto a mí, no pertenezco a ningún grupo feminista, pero siempre he luchado por los derechos de las mujeres incluyendo los míos.”
Pettersson dedica algunos capítulos a varios escritores que han estado presentes en su vida y que la han apoyado; sin embargo, reconoce que la autora de El libro vacío, Josefina Vicens, ha sido muy importante para ella, al igual que Salvador Elizondo, quien le abrió el camino para conocer a otros escritores.
“A Juan José Arreola lo traté con más distancia, pero con cierta amabilidad; también a Octavio Paz, José Emilio Pacheco, que en la infancia compartimos rumbos parecidos por donde vivíamos; también Elena Poniatowska y Margo Glantz son mis amigas. Menciono algunos escritores en el libro, pero hay muchos autores que admiro.”
En la entrevista, la autora recordó que la naturaleza es muy importante en su escritura. En la Sogem impartió clases de escritura durante 25 años; ahí pedía a los estudiantes que describieran algo de la naturaleza, pues considera que “la contemplación de la naturaleza da paz, sea el desierto en Sonora, sea un bosque de pinos, una selva tropical o un río. A mí me hace recuperarme como ser humano”.
Sobre el título del libro, la autora explica que lo eligió porque así se inicia la Divina comedia, de Dante Alighieri. “Lo tomé porque va uno caminando hacia una selva oscura”.