La comisión bipartidista del Congreso de EU que estudia los acuerdos de cooperación entre su país y los estados, como México, donde opera el narcotráfico, reconoce que una de las filiales de la DEA ha sido infiltrada por los cárteles.
Lo dice de esta forma: “Debido a la infiltración de cárteles en las Unidades de Investigación Sensible (UIS), el Departamento de Justicia está revisando el programa a solicitud del Congreso. Considera que debe examinarse si las operaciones tienen como objetivo a los grandes capos y si cumplen el objetivo de desmantelar las redes del tráfico de drogas”.
Un informe de la Comisión de Política de Drogas del Hemisferio Occidental, del Congreso, sin calificar el hecho pone en tela de juicio el trabajo de las agencias gubernamentales en nuestro país al señalar que sólo en 2019 murieron por sobredosis de drogas 71 mil personas, cifra sin precedentes.
El informe, que fue presentado por el congresista Eliot L. Engel, que funge como presidente del Comité de Asuntos Exteriores de la Cámara de Representantes, dice en el capítulo 4, dedicado a México, que los cárteles que operan aquí son más letales por las abundantes armas de alto calibre que llegan desde Estados Unidos y señala que de las 106 mil armas recuperadas y rastreadas por el gobierno de México entre 2011 y 2016, 70 por ciento habían sido adquiridas en el país vecino del norte.
Y no sólo eso, aunque reconoce que el trabajo de las agencias estadunidenses ha servido para capturar a algunos de los capos de las drogas más importantes, explica que en 10 años en Estados Unidos murieron 71 mil personas por la misma causa que señalamos antes: sobredosis.
Bajo esas circunstancias, el que México se lance a una evaluación real, sin corrupción de por medio, del funcionamiento de los acuerdos de cooperación entre los dos países, resulta, más que necesario, obvio.
Como ya habíamos explicado en una entrega anterior, el gobierno del panista Felipe Calderón le entregó las llaves de la lucha contra el narcotráfico (la mayor parte de la seguridad del país) a la DEA, que hoy ha perdido muchos de sus privilegios, aunque sigue con los programas prioritarios para los dos países.
De todas formas, la revisión de los acuerdos entre las agencias estadunidenses y México debe darse, y se están desarrollando para dar certeza en las tareas que uno y otro deben cumplir, así como la cooperación y los protocolos de asistencia que requiere un proyecto de ayuda entre los dos países.
Como queda claro, el asunto demanda toda la atención de las autoridades mexicanas involucradas en el asunto que entraña complejidades y vicios que crearon intereses ajenos a la asistencia y la colaboración que debería existir en estos casos.
De pasadita
Una fisura honda, muy honda, se dio entre Morena país y Morena Ciudad de México, y no parece existir la posibilidad de un encuentro entre las dirigencias.
Héctor García Nieto, quien está a la cabeza del organismo en la CDMX –cuya militancia aún está en duda–, ha sobrevendido los boletos para la relección de diputados y alcaldes en la capital.
Con una estrategia que busca menguar las campañas de los alcaldes que buscan relegirse, prometiéndoles que “están seguros”, García Nieto habla y compromete la decisión con nuevos actores, más cercanos a él y al grupo que lo apoya, aunque esa gente tampoco pertenezca a Morena. El dirigente abusa de la muy alta popularidad de la jefa de Gobierno y en su nombre empieza a cometer errores que tendrá que pagar, más tarde, la propia Claudia Sheinbaum.
Por eso, y por otras muchas cosas, alguien tiene que frenar al dirigente, y parece que ese alguien no será Mario Delgado, quien cuando menos aquí no intenta meterse, pero la misma voz que le dio el apoyo para que se encumbrara en un partido que no conoce, debería reflexionar y ponerlo quieto.
En ese tenor, habría que mirar lo que sucede en la alcaldía Miguel Hidalgo, donde Víctor Hugo Romo, uno de los grades amigos de Héctor García, está en plena campaña para relegirse, pese a los resultados de su gobierno. Así está la cosa.