En los últimos 15 años, la guerra entre el narcotráfico y el Estado mexicano, a veces declarada abiertamente, ha dificultado hablar del papel de los racismos como un elemento cultural que facilita este tipo de violencia de la sociedad en contra poblaciones o colectivos indígenas, afrodescendientes u otros grupos vulnerables.
En el panel “Racismos y violencias: pueblos indígenas, afrodescendientes y otros grupos racializados”, organizado por el Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (Conacyt), se dijo también que hay un orden social que efectivamente produce y reproduce las estructuras de desigualdad, de vulneración, de indefensión, y de exclusión de ciertos grupos sociales.
José Manuel Valenzuela Arce, investigador de El Colegio de la Frontera Norte, señaló que esta realidad se observa con claridad con datos duros que están a la vista, no sólo en México sino en otros países del continente. Por ejemplo, dijo, cifras del censo de Estados Unidos demuestran que aún en la actualidad la población latina y afro tienen el 61 y 59 por ciento de los ingresos que tiene la población blanca.
“Vemos cómo ante situaciones similares hay una mayor pobreza en estos grupos sociales, pero lo mismo podemos encontrar en el caso mexicano y en el caso latinoamericano; vemos que la pobreza tiene género, pero también tiene color, entonces estamos hablando de diferente formas de estructuración, de distintos repertorios identitarios, articulados, que generan estas condiciones de vulnerabilidad”, dijo el investigador durante el desarrollo del panel, que forma parte del Webinario Científico “Pronaces Seguridad Humana”.
Por su parte, Mariana Mora Bayo, investigadora del Centro de Investigaciones y Estudios Superiores en Antropología Social (Ciesas) señaló que durante todos estos años en que se ha dado la guerra entre el crimen organizado y el Estado mexicano, ha habido un enfoque, en el debate público, dirigido sobre todo hacia las violencias extremas, es decir, la desaparición forzada, feminicidios, asesinatos, entre otros, lo que a su vez a generado un desdibujamiento de las violencias estructurales, institucionales e históricas, como el racismo.
“Todo esto dificulta hablar del papel de los racismos como un elemento cultural que hace permisible este tipo de violencias en la sociedad, e intensifica las afectaciones que estos eventos pueden tener en colectivos”, señaló.
Incluso, dijo que ni siquiera existen estadísticas diferenciadas sobre las víctimas de este grupos de personas, como indígenas y población afrodescendientes. “Esto mismo sería inconcebible en otros países como Brasil y Colombia, por lo que diversos colectivos han tenido que levantar este tipo de datos”.
En este mismo sentido, Mora Bayo dijo también que son muy escasos los casos judicializados sobre violencias extremas y estructurales que ponen en el centro el racismo vinculado a las acciones u omisiones del Estado. Uno de ellos es el presentado en 2014, por violencia obstétrica en Oaxaca, en contra de Irma López Aurelio, indígena mazateca, que incluso fue la primera recomendación de la Comisión Nacional de los Derechos Humanos (CNDH) por este tipo de violaciones.