Tijuana, BC., La niña de la hielera no tiene nombre. Su edad es sólo una aproximación: entre cinco y 10 años. Padecía parálisis cerebral y desnutrición, revelaron los peritajes. El último domingo de agosto pasado su cuerpo fue abandonado dentro de una hielera en una esquina de esta frontera, en la colonia El Pípila. Tres meses después, la Fiscalía General del Estado (FGE) y grupos católicos disputan el cadáver.
La hielera azul con los restos de la menor fue dejada en la calle por dos personas, pero la imagen de la cámara del comercio cercano no tiene calidad suficiente para identificar rostros. En El Pípila nadie dijo haberla visto, aunque la primera conclusión de la autoridad fue que residía en la zona.
Tampoco sirvió el retrato que la FGE difundió en redes sociales y medios de comunicación. La niña nunca recibió atención pública o privada. El 664 900 7430 nunca sonó para recibir llamada de algún médico, vecino o amigo de la familia que hubiera conocido a una menor de esas características.
Aunque el cuerpo presentaba múltiples lesiones, la autoridad determinó que eran producto de su condición cerebral y que las encontradas en su tobillo izquierdo y diversas excoriaciones se produjeron cuando, ya muerta, la colocaron dentro del contenedor. La autopsia reveló que falleció por complicaciones respiratorias.
En noviembre las autoridades determinaron que, al no haber quien reclamara el cadáver, éste iría a la fosa común. En esta ciudad llegan cada día un promedio de 15 cuerpos al Servicio Médico Forense y muchos no son reclamados y se apilan en los refrigeradores.
Sin embargo, un grupo de mujeres de la ciudad se organizó para reclamar el cuerpo porque le quieren dar “cristiana sepultura”.
Aunque las primeras gestiones para sepultar a la menor las hicieron vecinas de El Pípila, hoy es la Asociación Civil Sonrisas de Ángeles, que dirige la madre Liliana Camacho Angulo, y Ricardo Cano Castro, representante del Frente Nacional por la Familia en Tijuana, quienes encabezan la demanda pública para que el cuerpo no termine en la fosa común.
El caso, que conmovió a usuarios de redes sociales, ocasionó que se diera un nombre a la niña. Hubo votaciones en Facebook y algunos la llaman “María de Los Ángeles”; otros prefieren “Dulce María”.
Uno de estos nombres, estaría en el acta de defunción de alguien que no parece tener registro de nacimiento o de su paso por aquí. En el estira y afloja, las autoridades argumentaron que no podían entregar el cadáver a quienes no pudieran comprobar que son familiares.
Ellos difícilmente aparecerán porque enfrentarían al menos cargos por omisión de cuidados. La presión en las redes, donde no se entiende la postura oficial, hizo que la FGE cediera. Pero ya pospuso la entrega en dos ocasiones, la última este fin de semana.