Tras un primer año de la 4T lleno de obstrucciones, desafíos e inexperiencias, altas eran las expectativas de que 2020 consolidaría el nuevo rumbo económico, las nuevas políticas y el crecimiento con desarrollo. Un virus alteró todo. En el primer trimestre la economía decreció -1.4%, en el segundo -18.7, y en el tercero -8.6 (Gráfico 1), acumulando así una caída enero-septiembre de -9.6%, que confiamos sea menor al terminar este año.
En pesos constantes de 2013 (quitando la inflación), el PIB ene-sep (anualizado) se ubicó en 16.629 billones de pesos, regresando casi al nivel de 2014 (Gráfico 2). Tal es la magnitud del golpe pandémico.
A precios corrientes (actuales) el PIB ene-sep se ubicó en 22.547 billones de pesos, y a precios básicos o valor agregado (sin incluir los impuestos a los productos y servicios) en 21.035 billones (Gráfico 3). De estos, la producción agropecuaria representó el 4.0%, la industrial el 31.7, y los servicios el 64.4%, esto es, una estructura casi igual a la del primer trimestre.
El PIB agropecuario es el único de los tres sectores básicos con crecimiento en el período, 0.8% (Gráfico 4). La agricultura creció 1.1% y la ganadería 2.4; decreció la forestal -14.0%, y caza y pesca -2.1
El PIB industrial decreció -12.2% en el período (Gráfico 5). La producción minera decreció -0.8% (petróleo y gas aumentaron 0.7 y minerales cayeron -7.7); electricidad, agua y gas por ductos -5.3; la construcción -19.6; y la industria manufacturera -13.1, con decrecimiento en todas sus ramas.
El PIB servicios (terciario) decreció -8.6% en el período (Gráfico 6) con caídas de diverso grado en todas sus actividades, salvo servicios de salud y asistencia social que aumentó 0.3 y actividades de gobierno 3.3
Algo vital para la 4T y el país que se pudo haber hecho en esta negra fase y no se hizo es crear un órgano especializado para la planeación económica y la programación sectorial. El retiro de Alfonso Romo y el final del primer tercio de gobierno marcan, quizá, la última oportunidad para hacerlo. México requiere una nueva economía post pandemia menos monopolizada y con más producción propia, enfática en una economía hormiga que genere millones de empleos para un auténtico desarrollo social.
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