En el informe por su segundo año de gobierno el presidente López Obrador aportó una nada despreciable serie de datos y cifras que da cuenta de los avances registrados en varios sectores económicos y sociales, al tiempo que avala, como lo dijo el mandatario, “lo útil que ha resultado desechar las recetas aplicadas durante el periodo neoliberal, empezando por la estrategia de endeudar al pueblo para rescatar a los de arriba, como se hizo cuando el Fobaproa”.
Tal vez la cifra de mayor relevancia, por su impacto económico y derrama social, es la relativa al ahorro alcanzado como resultado de la política de austeridad, combate a la corrupción, lucha contra la evasión fiscal, entre otras. En un par de años, por esas acciones, el gobierno federal “rescató”, por decirlo así, alrededor de un billón 300 mil millones de pesos, monto equivalente a 22 por ciento del Presupuesto de Egresos de la Federación correspondiente al presente año.
Los gobiernos neoliberales, sobre todo en tiempos de crisis, ni lejanamente hubieran logrado un ahorro como el mencionado por López Obrador. Por el contrario, la tecnocracia de inmediato hubiera recurrido al endeudamiento masivo, tanto interno como externo, especialmente para “salvar” al gran capital, al tiempo que hubiera mantenido el saqueo de las arcas públicas.
Para dar una idea de qué representa ese billón 300 mil millones de ahorro, vale mencionar que el monto supera en 35 por ciento el saldo actual del “rescate” bancario, es decir, del Fobaproa (ahora, gracias al prianismo, conocido como IPAB. Mientras los banqueros privados acumulan multimillonarias cuan crecientes utilidades), que al cierre de septiembre pasado ascendió a cerca de 963 mil millones de pesos, a pesar de que en los últimos cinco lustros de las arcas nacionales (léase de los bolsillos de los mexicanos) no ha dejado de pagarse (alrededor de un billón de pesos adicional) la deuda legada por el gobierno de Ernesto Zedillo.
Así, con dicho ahorro la voluminosa deuda del “rescate” bancario podría saldarse en un solo pago y, de pasadita, las arcas nacionales se librarían de una de las más oprobiosas decisiones de los gobiernos neoliberales y los mexicanos dejarían de cargar sobre sus espaldas esa brutal herencia.
Como lo detalló López Obrador, “la austeridad y la cancelación de fideicomisos y fondos que se manejaban de manera discrecional, deshonesta y en beneficio de minorías también nos ha permitido liberar más presupuesto en beneficio del pueblo. Con esta fórmula de combatir la corrupción y gobernar sin lujo ni frivolidad hemos podido cumplir los compromisos de no endeudar al país, no aumentar impuestos, no subir los precios de los combustibles y, lo más importante, esta nueva política económica fincada en la moralidad nos ha permitido financiar programas sociales para el bienestar de nuestro pueblo, en especial para los más pobres y marginados”.
Tal “fórmula” hizo posible que el gobierno federal no se endeudara, “mientras todos los recursos liberados se destinan de manera directa, sin intermediarios, a la base de la pirámide social (70 por ciento de los hogares de México recibe, cuando menos, un programa de bienestar o se beneficia de alguna manera del presupuesto nacional); se da preferencia a los pobres y a los integrantes de las clases medias; se adelantaron los pagos en pensiones a adultos mayores y a personas con discapacidad; se mantuvo la entrega de becas educativas y el apoyo a agricultores y pescadores; se amplió el programa de créditos a pequeñas empresas del sector formal e informal de la economía; en ocho meses se otorgaron 2 millones 750 mil créditos para actividades productivas y vivienda; se evitó una caída del consumo de alimentos y de otros bienes de primera necesidad, y se hace frente a las crisis sanitaria y económica por la irrupción de la pandemia de Covid-19. En fin, se fortaleció el ingreso de las mayorías”.
Las rebanadas del pastel
Dice el dirigente de Acción Nacional, Marko Cortés, que en el amasijo que han hecho PRI, PAN y PRD “no habrá candidatos impresentables”, ergo, no tendrán candidatos.