Ciudad de México. Como si no existiera el repunte en las hospitalizaciones ni el llamado de las autoridades a quedarse en casa, de nuevo miles de familias –de hasta nueve integrantes– colmaron las calles del Centro Histórico. Parejas y grupos de amigos también disfrutaron la tarde y noche, porque para todos fue una necesidad dejar sus casas.
Cumplir con las medidas básicas de higiene fue imposible, pues las aglomeraciones no permitían conservar la distancia; los puestos de comida y la convivencia hicieron que el cubrebocas estuviera de adorno en el cuello o la mano.
Una mujer mayor paseó tranquilamente en la mitad del Zócalo que no está ocupada por las casas de campaña vacías del Frena. Aprovechó que las vallas metálicas fueron retiradas y caminó con otras ocho personas de su familia, entre ellos tres menores, con quienes llegó desde Xochimilco “porque ya tenía mucho tiempo de encierro”.
A unos cuantos metros está Cristina, quien viajó desde Toluca en transporte público sólo para comprar los adornos que colocará en su casa, pues dos paquetes de luces navideñas le costaron 145 pesos, “un ahorro importante”.
Acompañada de su pequeña hija, con quien estaba sentada en las letras CDMX, justificó que seguía en el Zócalo “porque ya es de noche y esperamos a que encendieran las luces navideñas”. Otra mujer sentada en la otra mitad de las letras, responde: “No las van a encender, ni siquiera los policías saben cuándo, unos dicen que después del 15, para que no haya tumultos, pero si todo el día estuvo lleno”.
Por eso las parejas se toman fotos frente a los aparadores de El Palacio de Hierro, único edificio iluminado; también lo hace la señora Lourdes, quien llegó con su nieta de 10 meses desde Ecatepec a comprar ropa y quien dijo que “desde que empezó la pandemia no habíamos salido, venimos por necesidad, pero ya nos vamos”.
Alrededor de las 14 horas cientos de personas se juntan en la Alameda para ver espectáculos callejeros de payasos, otros para escuchar la música de un hombre en su violonchelo –quien incluso tiene ya una lista de peticiones– y a comprar con los ambulantes mojitos y piñas coladas de 20 pesos.
Un grupo de siete jóvenes procedentes de Iztapalapa decidió reunirse frente al Palacio de Bellas Artes “porque ya se va a acabar el año y no nos habíamos visto y nosotros sí andamos con cubrebocas”. También llegaron personas de San Luis Potosí que visitaron La Villa “para ver a la Virgen” y pasaron a distraerse a la Alameda.
Alejandro y Luis decidieron caminar 25 minutos desde su domicilio ubicado en las inmediaciones del Metro San Antonio Abad para comprar tacos en la calle 5 de Mayo, formarse detrás de 20 personas donde la separación entre cada una era menos de medio metro. Un oficial en su patrulla activa su bocina y se escucha la frase “quédate en casa”, que todos ignoran. El uniformado dice resignado: “El rojo llegará en enero.”