Este domingo se celebran en Venezuela comicios legislativos para elegir a los diputados que integrarán la Asamblea Nacional por el periodo 2021-2026.
Actualmente coexisten tres espacios “legislativos” en Venezuela: la Asamblea Nacional Constituyente, herramienta que ofrece la Constitución y que se utilizó como una forma de romper el bloqueo opositor y la violencia de las “guarimbas”; una Asamblea Nacional (AN), que dirige el opositor Luis Parra y donde participan diputados chavistas también, y otra AN que “dirige” Juan Guaidó, pero que se reúne en instalaciones del periódico opositor El Nacional y que no tiene ninguna capacidad legislativa, siendo además declarada inconstitucional por el Tribunal Supremo de Justicia de Venezuela (TSJ).
Al contrario de lo que la propaganda contra la revolución bolivariana nos cuenta, en estos comicios hay inscritas 107 organizaciones políticas –la mayoría de candidatos son de oposición– en disputa por 277 escaños que se eligen en 52 por ciento de manera proporcional y en 48 por ciento de manera uninominal.
Todo ello en medio de una pandemia mundial que en Venezuela está relativamente controlada, con menos de 900 personas muertas por el Covid-19, pero con una crisis económica no tanto provocada por el coronavirus, sino por el virus imperialista de Wall Street y el complejo industrial-militar que llevaron a Obama primero y a Trump después a decretar siete órdenes ejecutivas declarando a Venezuela peligro para la seguridad nacional de Estados Unidos, atacando diversos ángulos de su economía, especialmente a la petrolera estatal PDVSA, las reservas de oro, y la criptomoneda Petro, pero también a la importación de alimentos y el acceso a medicamentos.
Una consecuencia escalofriante del bloqueo económico: los ingresos en divisas de Venezuela cayeron 99 por ciento entre 2014 y 2020. De 56 mil millones de dólares en 2013 se pasó a 477 millones de dólares en septiembre pasado. Es decir, de cada 100 dólares que recibía Venezuela en 2014 por exportaciones (petroleras) hoy recibe menos de uno. En 2019 se produjeron 1.5 millones de barriles de petróleo menos que en 2014.
Sin embargo, no son los únicos datos de terror producidos por el bloqueo económico: entre 2014 y 2019 el producto interno bruto cayó 63.4 por ciento y el desempleo aumentó dos puntos porcentuales (un incremento de 30 por ciento en ese periodo) llegando a 9 por ciento, provocando que las reservas internacionales cayeran 70 por ciento.
Pero eso sí, todos los recursos que han entrado, el gobierno bolivariano y chavista los ha destinado a gasto social, con 6 millones de familias atendidas con el programa alimentario CLAP y 3 millo-nes de viviendas construidas para los sectores populares, lo que junto con otros programas sociales y precios subsidiados para la mayoría de los servicios, han permitido la subsistencia de la mayor parte de la población venezolana.
Este es el escenario, un campo de batalla, en que se van a desarrollar las elecciones legislativas. Un país en crisis debido al bloqueo económico y con una necesidad de reactivar la producción petrolera, pero con una oposición incapaz de articular una alternativa viable (mucho menos democrática), que se encuentra dividida entre un sector que va a participar de las elecciones, y otro que le apuesta a la abstención, lo cual, a pesar del desafío que supone la participación, le va a permitir, con total seguridad, al chavismo recuperar la Asamblea Nacional. Apuesta por la abstención a pesar de la liberación por parte del gobierno de 100 dirigentes opositores encarcelados, pero condicionados por la decisión de Estados Unidos que decidió que no participen en los comicios.
Entre quienes sí participan se encuentra la heterogénea Alianza Democrática, donde se inscribe el evangélico Javier Bertucci, quien ya logró un millón de votos en 2018. También participan, pero esta vez escindidos del Gran Polo Patriótico y el PSUV, varios partidos y organizaciones de izquierda que se articulan en la Alternativa Popular Revolucionaria (APR) y que se presentan bajo la tarjeta del Partido Comunista de Venezuela (PCV). Por primera vez en muchos años hay una alternativa a la izquierda del PSUV y eso podría convertirse en algo positivo que empuje el proceso hacia la izquierda en un movimiento tan amplio como es la revolución bolivariana y chavista.
En estas circunstancias, será importante acercarse al 48 por ciento de participación de las elecciones legislativas pasadas, en unos comicios polarizados entre las fuerzas populares y antiimperialistas, y quienes siguen amparando el quebrantamiento de la soberanía, política, económica, energética y territorial de Venezuela, y tienen como principal interlocutor al Departamento de Estado de Estados Unidos.
Y es en el país del norte, donde la reciente elección presidencial y triunfo de Joe Biden trae alguna posibilidad de flexibilización de la política de injerencia hacia la nación con las reservas de petróleo más grandes del mundo. A pesar de la propaganda, los canales de comunicación entre la revolución bolivariana y el equipo de Biden están abiertos, y podrían darse movimientos después de que se instale la nueva Asamblea Nacional el 5 de enero y Joe Biden asuma la presidencia el 20 de ese mes.
Mientras tanto, una América Latina polarizada aguarda los resultados de las elecciones legislativas en Venezuela.
* El autor se encuentra en Caracas, acreditado por el Consejo Nacional Electoral como observador internacional de las elecciones.