Después del 68, la universidad pública y autónoma se convirtió en un punto de referencia para el conocimiento superior en el país. Porque en un contexto de tensión tuvo novedosas iniciativas de reorientación del trabajo académico. Ampliar la matrícula, vincular el estudio a la problemática social, libertad. Y surgieron los CCH y escuelas periféricas en la UNAM, la Universidad Pedagógica Nacional, la UAM. Atrás quedó la formación de profesionistas, individualizados y ausentes del contexto, herencia del siglo XIX, y se pasó a la formación de estudiantes con experiencia y expectativa de trabajo colectivo, sabedores de la repercusión social de su trabajo y de la obligada relación intensa (servicio) con las problemáticas fundamentales del país. Se estudiaba la carrera de médico, pero desde la medicina social, e igual con sicología social, comunicación social y otras. Y estos cambios prosperaron porque tuvieron el vigoroso apoyo de académicos y estudiantes.
El neoliberalismo burocrático y la necesidad de control marchitó la autonomía de los estudiantes y profesores e impuso la de los directivos. Y, sin conexión hacia abajo, ahora sus iniciativas vienen de fuera y desde arriba. Por eso la pasividad y, por fortuna, a veces, la resistencia. En la UAM-X académicos que hicieron suyo un programa emblemático de formación de los jóvenes (el módulo “Conocimiento y Sociedad”, 2003), ahora ven que se busca descartarlo. La excusa es que es obsoleto, pero lo que se propone en su lugar incluye 23 títulos que datan de aquellos años y hasta de 1982, 1986. Se trata de cambiar radicalmente la orientación, hasta ahora plural y progresista, y sustituirla, en nombre de la sustentabilidad, por el saber y visión conservadora del Banco Mundial, uno de los guardianes del orden económico planetario. El mismo que es el causante, de raíz, de la tragedia ecológica que hoy amenaza a la humanidad.
Por eso, lo nuevo que se propone no intenta alertar a los jóvenes que ingresan a la UAM sobre cuál es el contexto nacional y global en que van a desarrollar su profesión; se trata de convencerlos de que con buenas prácticas individuales y comunitarias, con manifiestos y foros, ya habrán contribuido a salvar el planeta y, más, habrán aceptado que con el Banco Mundial, y con gobiernos, empresas y personas conscientizadas, la humanidad está básicamente en buenas manos y en el rumbo correcto. Así, la bibliografía incluye el documento estratégico y socialmente aséptico del BM-Unesco ( Agenda 2030 Objetivos del Desarrollo Sustentable) y otros textos que hasta van más allá en esa visión. Como el libro de consultores ecológicos empresariales que señala que “la basura, la contaminación, los productos tóxicos, y otros efectos negativos que aquí hemos descrito no son (super sic) el resultado de corporaciones que actúan de forma moralmente reprobable”, sino de meros “problemas de diseño social” (Braungart y McDonought, Cradle to Cradle, 2002, p.39). La visión que crudamente materializa la revista Forbes México (2019), que reconoce a las 10 empresas más responsables ecológicamente: Grupo México (depredación y contaminación masiva en Sonora), Femsa (Coca-Cola), Kimberly Clark, Televisa, Tv Azteca, Walmart y otras. Pero absolutamente nada de Silvia Ribeiro ( La Jornada), por ejemplo. Otra lectura recibe a los estudiantes con una inspiradora descripción de la ética ecológica, pero (muy al estilo del BM) aterriza luego en la propuesta de que, en la resolución de conflictos ecológicos comunidades-empresas, se les trate como iguales y se deja en manos de las corporaciones el decidir si se ciñen o no a un marco ético para “los procesos de resolución de conflictos ambientales por la vía del diálogo y la negociación”. Pero en forma tal que la corporación puede simplemente rehusarse a ese marco y seguir tan campante ( Manifiesto por la Vida, números 46, 47, 48). Y la investigación, desde las “Ciencias de la conducta” (Kerlinger) y de una capacidad que “Dios ha concedido a la humanidad” (Hernández-Sampieri).
Los estudiantes, de 18 carreras distintas se enfrentarán, además, a un curso monotemático (“sustentabilidad”) y de inmersión total: el problema eje para todos serán las “problemáticas de la sustentabilidad” (p. 7 de la propuesta); la “investigación (será) sobre algún aspecto de la sustentabilidad” (p. 8); la evaluación del curso, un “producto de investigación modular sobre la sustentabilidad” (p. 9) o sobre “un tema específico de sustentabilidad” p. 10). Además, hasta 15 de las 22 lecturas básicas son acerca de la sustentabilidad. Así, es una rigurosa reducción de la realidad que contrasta con el programa actual, más libre, a partir del interés de los jóvenes, abierto a múltiples temas y maneras de ver a la nación. En la década de los 90, el Banco Mundial impulsó el cambio de las universidades públicas autónomas. Ahora, aquí, el resultado.