Para nadie es un secreto que en materia de corrupción Enrique Peña Nieto está involucrado hasta el tuétano y que en esas andanzas lo “acompañó” buena parte de su gabinete, tanto como gobernador del estado de México como inquilino de Los Pinos. En el ejercicio de ambos cargos, cuando menos, fue público y notorio que lo único que hacía bien, junto con su pandilla –que incluye a varias corporaciones nacionales y foráneas–, era meter las manos en las arcas públicas.
Parece que el círculo tiende a cerrarse y se espera que, en breve, el novio de Tania se verá en la penosa necesidad de hacer maletas para hospedarse en alguno de los hoteles de lujo del sistema penitenciario mexicano, que lo espera con los brazos abiertos. Se supone que ahora está acuartelado en la capital española, pero, dadas las indagatorias, nada raro sería que la autoridad mexicana solicite su extradición.
Ya el otrora “hombre fuerte” de Peña Nieto, Luis Videgaray está en la mira de la Fiscalía General de la República (FGR), a cargo de Alejandro Gertz Manero, y la autoridad sigue los pasos de otros cómplices. El “camión” de los testigos protegidos o colaboradores parece una estación del Metro en hora pico, porque todos los involucrados en las corruptelas de sexenios pasados quieren abordarlo para salvar el pellejo o aminorar la pena correspondiente. Emilio Lozoya, ex director general de Pemex, fue el primero en subirse (su hermana no tarda en hacerlo), pero han seguido sus pasos Rosario Robles, Emilio Zebadúa, y seis o siete ex funcionarios de Sedesol y Sedatu, entre otros.
Lo mejor del caso es que todos ellos, y los que faltan por abordar el “camión”, aplaudieron a rabiar cuando en octubre de 2016 a Enrique Peña Nieto se le ocurrió la brillante idea de asegurar que él y su gobierno no amanecían “pensando en cómo joder a México”. Y en ese entonces las palmas sonaban al mismo tiempo que medio mundo del gobierno hacía cochinada y media en contra de la nación.
Pues bien, valga lo anterior para resaltar la entrevista de La Jornada (Roberto González Amador e Israel Rodríguez) con el titular de la Unidad de Inteligencia Financiera (UIF) de la Secretaría de Hacienda, Santiago Nieto Castillo, quien deja en claro que “el ex presidente Enrique Peña Nieto estuvo enterado de los mecanismos que, durante su gobierno, permitieron el desvío de miles de millones de pesos de recursos públicos; no había posibilidades de que el Presidente no tuviera conocimiento de esta corrupción a alta escala que tuvimos en México”.
Por primera vez, en sus casi cinco lustros de existencia, la UIF hace su chamba y no se utiliza para encubrir a los amigos del régimen, perseguir a los enemigos o chantajear a terceros. Desde el inicio de la 4T esta dependencia de la Secretaría de Hacienda ha documentado un buen número de corruptelas y las ha acreditado ante la FGR, de tal suerte que la nación ha recuperado parte del botín de los piratas neoliberales.
El propio Santiago Nieto detalló a La Jornada que al asumir la titularidad de la citada Unidad encontró que ese organismo “servía para fines políticos, de presión a los opositores al gobierno de Peña Nieto, y era un mecanismo de extorsión que se complementaba con elementos de la (entonces) Subprocuraduría Especializada en Investigación de Delincuencia Organizada, actualmente privados de la libertad, que utilizaban la información de la UIF para actividades de extorsión a empresarios y ciudadanos con flujo de efectivo importante; encontré listas de personas que eran investigadas, entre ellas periodistas; se hacía un uso político para fines de carácter económico o de persecución política”.
Y remata: “los mecanismos de desvío de recursos públicos no hubieran podido hacerse sin la aquiescencia o la instrucción de personas encumbradas en el poder. Mi hipótesis es que en todos los casos Peña Nieto estaba enterado… no había posibilidades de que no tuviera conocimiento de esta corrupción a alta escala que tuvimos en México”. De ese tamaño.
Las rebanadas del pastel
Va un fuerte abrazo de despedida a nuestro querido Andrés León. Buen viaje.