Luto y duelo se deslizan a lo largo y ancho del mundo, en especial en México. Un vivir vertiginoso, acicateado por la prisa de la vida cibernética, sin tiempo para la elaboración de las situaciones traumáticas. Se agolpan en la memoria las imágenes de muertos y más muertos que confrontan nuestra propia indefensión y, más que realidad, parecen crueles ficciones que desbordan el aparato síquico.
¿Qué relación habrá entre los homicidios dolosos del mes pasado y el Covid?
Emmanuel Levinas, en su libro Dios, la muerte y el tiempo, nos da cierta luz para reflexionar sobre el ambiente de muerte en que estamos inmersos.
“La vida humana no es ocultar, es un vestir”. Lo que es al mismo tiempo un desnudar que es relacionarse la muerte es la separación irremediable, la muerte es descomposición, es la no respuesta.
La muerte de alguien no es a pesar de lo que parezca a primera vista una factualidad empírica; no se agota en esta aparición.
Levinas enfatiza más adelante una reflexión que vale la pena retener: “El prójimo me caracteriza como individuo por la responsabilidad que tengo sobre él. La muerte del otro no sustancial, no simple coherencia con los diversos actos de identificación, está formada por una responsabilidad inefable. El morir, como morir del otro afecta mi identidad como Yo. Tiene sentido en su ruptura del Mismo, su ruptura de mi Yo, su ruptura del Mismo en mi Yo. Mi relación con la muerte de los otros no es ni únicamente conocimiento de segunda mano, ni experiencia privilegiada de la muerte”.
Por tanto, de acuerdo con Levinas, la muerte del otro es parte de mi propia muerte. No importa el color, la raza, la religión, ni la clase social. La ideología o el estatus social, del otro que muere es parte mía, algo de él que muere en mí y algo de mí muere con la muerte del otro. Algo de nosotros se mueve con estas macabras desapariciones, de homicidios y víctimas de la pandemia.
¿Cómo están afectando socialmente estas muertes? En alguna forma, estas muertes masivas llevan a que algo de los que seguimos vivos se muera dentro de nosotros. Habría que confirmarlo. Mas está hipótesis parece tener sentido para futuras investigaciones. Por otra parte, toda la crueldad inherente a estas muertes antes y después, indudablemente acompañan a la muerte misma.