Bienvenido el giro climático y medioambiental del nuevo gobierno de Estados Unidos –Biden-Harris–, que se aleja del infundado negacionismo bioclimático de Trump, una gestión bajo auspicio, por décadas, de las corporaciones integradas por inversionistas privados como Chevron, Exxon,Mobil, BP y Shell, entre las principales 20 firmas, privadas y públicas, responsables de 30 por ciento de los gases de efecto invernadero (GEI) acumulados en la atmósfera entre 1965 y 2015 (Ver Peter C. Frumhoff, Richard Heede y Naomi Oreskes, The Climate Responsibilities of industrial Carbon Producers, Climatic Change, julio 23/2015). Según sólida y vigente investigación de Heede (2014) 90 firmas (CF) emitieron dos terceras partes de las emisiones de GEI entre 1751 y 2010. (Climatic Change 122, 229–241)
El deterioro medioambiental del capitalismo ya es intolerable. En México se detecta en El problema histórico de la destrucción ambiental en el capitalismo actual, Andrés Barreda, UNAM/Facultad de Economía, 2016, implacable e impecable retrato del desastre humano del capitalismo extractivista que vacía al país de humanidad y riqueza natural, inundando a la población rural y urbana más vulnerable con cientos de infiernos tóxicos.
Esperamos que los planteos del gobierno de Biden no sean retórica electorera, sino percepción del inminente riesgo ante una irreversibilidad del calentamiento, dados los límites absolutos del cuerpo humano a partir de cierto nivel de calor. Hasta ahora, la curva sigue en aumento sin descanso. En las recomendaciones del grupo de trabajo Biden-Sanders apenas se toca este riesgo: “Combatiendo la crisis climática y en busca de la justicia medioambiental” en su primer párrafo se lee: “El cambio climático es una emergencia global. No hay tiempo que perder para proteger la vida y futuro de la población de EU. Desde Houston, Texas, a Paradise, California; de San Juan, Puerto Rico, a Davenport, Iowa, en los últimos cuatro años se han registrado tormentas cuya intensidad rompe con todo registro histórico, así como devastadores incendios forestales e inundaciones históricas. Las comunidades, tanto urbanas como rurales, han sufrido pérdidas económicas por miles de millones de dólares. En Michigan las presas han fallado catastróficamente. En Florida hay vecindarios que han sido borrados del mapa. Ahogadas las cosechas de agricultores a lo largo de los campos del Occidente-Medio del país. Miles de estadunidenses han muerto”.
En medio de la pandemia y su alta cuota de vidas y tragedias familiares, esta postura asentada en ciencia y una civilidad poco frecuente en su proyección mundial importa. El contraste con el anterior gobierno impacta. Recuerdo que el gobierno de Trump se inició con autorizaciones para la extracción de petróleo y gas nada menos que ahí donde se toca fibras sensibles: en el refugio nacional de vida silvestre del Ártico, abriendo vías para perforar el área remota de Alaska y de igual manera en tierras y mares federales de EU.
El ataque a la vida silvestre se perpetró como shock sicológico para acostumbrarnos al salvajismo del nacionaltrumpismo, portador de ruina medioambiental con una narrativa repleta de mentiras, incoherencias e iniciativas cuya proyección, ante la magnitud de los votantes de Trump, es de ominosa potencialidad por el dominio que permitiría sobre la fracción republicana en el Senado, orientándola a frenar o vetar las iniciativas Biden-Harris. El nacionaltrumpismo de los intereses corporativos va por deslegitimar al nuevo gobierno que asumirá el 20 de enero. Quiere arraigar en EU una ofensiva contra toda iniciativa regulatoria de las emisiones de GEI. Por ser la economía con la mayor acumulación histórica de GEI (1751-2010) en la atmósfera (Heede, 2014). Es tema clave para proceder bajo principios de “justicia climática” a nivel planetario, como alternativa ante el riesgo existencial que enfrenta la biosfera.
Luego del Acuerdo de París 2015, la banca mundial, liderada por JPMorgan Chase, acompañó al salvajismo de Trump. Acentuó el financiamiento de proyectos de combustibles fósiles extremos: en arenas bituminosas; proyectos de fracking; de petróleo y gas en el Ártico; de gas y petróleo mar adentro y/o en aguas profundas. Esta lamentable pulsión de muerte suicida, genocida y omnicida es analizada en Banking on Climate Change (https://www.ran.org/bankingonclimatechange2020/). En 2016 financiaron a las firmas de combustibles fósiles con 640 mil millones de dólares (mmdd); en 2017, con 674 mmdd; en 2018, 700 mmdd, y en 2019 736 mmdd. En esos 4 años, 35 bancos globales financiaron combustibles fósiles por 2.7 billones de dólares, siendo el mayor financista JPMorgan Chase, seguido por Wells Fargo, Citi y Bank of America. De Canadá RBC; MIFG, de Japón; Barclays, de Europa, y el Bank of China. Así fue como el capitalismo actual respondió al Acuerdo de París. Palabra clave: tánatos (pulsión de muerte); A partir de 2030 el financiamiento anual será de un billón de dólares.
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