En Tumbalá, Chiapas, la poeta cho’ol Juana Karen Peñate Montejo escribe y traduce sus propias obras, en las que delinea sentimientos de mujer e indígena y, por su excepcionalidad, su poemario Danza de la lluvia recibe el Premio de Literaturas Indígenas de América (PLIA) 2020 mañana en la Feria Internacional del Libro de Guadalajara.
“De todas mis obras, me quedo como favorita con Isoñil ja’al o Danza de la lluvia, por la que recibo el premio; es mi ofrenda a la madre Tierra, mi poemario más íntimo y apreciado porque visibiliza la vida de las mujeres indígenas”, platica con voz decidida porque, dice, la cultura es más que emancipadora en sí pero mucho más para las etnias múltiples en México que buscan la convivencia sana. “La violencia contra nosotras aumenta y más si somos indígenas”, declara la autora de Corazón de Selva y de Palabra Conjurada. “Los pueblos indígenas están presentes en México, pero no nos ven; nos desaparecen; matan y violan a mujeres y, si nos ven o se sabe de las violencias que vivimos, nos ignoran.
“Somos indígenas con una diversidad cultural de 68 lenguas, o sea, 68 maneras de ver y vivir la vida; en Chiapas tenemos 13, donde el cho’ol.”
Menos conocida que las lenguas tzotzil y tzeltal, “el cho’ol es riquísimo en su abundante contenido alusivo a la vida misma: la tierra, el agua, la muerte, el renacer y tanto más; se esmera por su uso cotidiano y se traduce para su divulgación como una especie de gancho para que aprendamos su idioma”.
La obra por la que ganó el Premio de Poesía Pat o’tan, Mi nombre ya no es silencio, la llevó a dirigir un discurso ante el Congreso de la Unión.
Inspiración en los rezadores
Poeta y promotora cultural en la ciudad de Tumbalá en la región de selva norte, Juana Peñate ya tiene una presencia fuerte dentro del mundo de la literatura con varios premios; ha leído a los grandes, por conocidos, Jaime Sabines –a quien trató en sus últimos años de vida–, Laco Zepeda y Rosario Castellanos, pero su mejor autor es Walt Whitman, “su Canto de mí mismo es sublime”, dice.
Sobre sus escritoras favoritas, responde rápido: Otilia Cox Ku, guatemalteca; Myrna Cunningham, miskita paraguaya; Irma Pineda Santiado, zapoteca; Celerina Sánchez y Natalia Toledo, oaxaqueñas. Todas son escritoras, defensoras de derechos humanos de pueblos indígenas y feministas.
La influencia más grande en su estilo son los rezadores de su cultura “sí, los rezos en nuestra lengua son una de las principales razones de ser”, la otra son sus padres, su madre ya fallecida, quien le dio libertad y la opción de la escuela, por la que llegó a estudiar derecho y ser docente universitaria y conductora documentalista en televisión.
Describe Danza de la lluvia como metáfora de lo cotidiano actual y el sufrimiento por el drama social y sanitario de la pandemia por Covid-19, pero de la muerte se pasa a la vida, al resurgir, hay dolor y se revive, es un contenido fuerte que me toca como un relámpago, explica la poeta.