El tema de la gobernanza de las sociedades humanas nos lleva de inmediato al tema de la democracia, pues el llamado modelo democrático es uno de los pilares de la civilización moderna, hoy en crisis. Vista en perspectiva histórica la gobernanza, la capacidad para tomar decisiones colectivas que sean adecuadas en la medida que son justas porque responden a los intereses de los individuos que las toman, se fue complicando conforme las sociedades fueron creciendo en número de habitantes y en la complejidad de sus funciones. En las primeras sociedades extractivas y agrarias, que representan 99 por ciento de la historia de la especie, la gobernanza se realizó de manera directa y equilibrada. La gobernanza comenzó a problematizarse con la aparición de las primeras ciudades, el Estado, la sociedad de clases y la diversidad de oficios. El modelo democrático, que según E. Dussel nació en Egipto y otras ciudades del Mediterráneo y no en Grecia, quedó definido como “poder del pueblo”, para diferenciarlo de las diversas formas autocráticas o despóticas.
En la actualidad la “gobernanza moderna”, en sociedades no autocráticas, es por lo común sinónimo de una democracia institucional, representativa, electoral, formal o burguesa, en la que las decisiones las toman representantes elegidos de manera distante por medio del voto y por lo común a través de partidos políticos. Buena parte del pensamiento occidental se ha olvidado o ha ocultado la existencia de otra democracia, que fue anterior a la representativa, y se puede calificar de directa, participativa, radical o local, y 4 mil años después sigue existiendo fundamentalmente entre los 7 mil pueblos indígenas del planeta, y que ante la crisis de la modernidad, hoy resurge como la célula básica para construir un esquema de gobernanza innovador que vaya subiendo de escala desde lo local hasta lo global.
Hoy, el reto supremo y mayor de la ciencia contemporánea es contribuir a superar la crisis en que se encuentra sumido el mundo moderno y a ofrecer esclarecimientos, pistas, alternativas. La inoperancia de la democracia electoral o representativa, como forma de alcanzar consensos y sobre todo de ofrecer soluciones a los fenómenos de injusticia social y al deterioro y depredación de la naturaleza, requiere de estudios e investigaciones. Los sistemas de “democracia moderna” son además altamente costosos. En México, el Instituto Nacional Electoral (INE) ocupará un presupuesto de 12 mil 493 millones de pesos en 2021 para organizar elecciones y patrocinar partidos políticos.
En este contexto el caso mexicano ofrece numerosos ejemplos vivos de una democracia radical y participativa, porque su larga historia civilizatoria ha dejado un legado actual de 25 millones de mexicanos que se identifican como indígenas, y miles de comunidades tradicionales. En el territorio existen innumerables ejemplos sobre todo en aquellas regiones donde pervive una inextricable relación entre cultura y naturaleza, y una recia defensa de los territorios comunales. Este es el caso del estado de Oaxaca, donde 80 por ciento de sus 570 municipios eligen a sus autoridades de manera directa. Igualmente deben citarse los caracoles neozapatistas en Chiapas, y los más recientes procesos de autogestión y autodefensa en los municipios de Cherán, Michoacán; Oxcub, Chiapas, y Cacahuatepec y Ayutla de los Libres, Guerrero. Igualmente deben tenerse presentes las acciones de las autodefensas de Michoacán, proyecto frustrado por el poder del Estado, y las aún vigentes policías comunitarias de Guerrero presentes en 920 pueblos y comunidades de 51 de los 81 municipios de esa entidad. Todas estas experiencias han sido ignoradas, vilipendiadas, despreciadas y reprimidas por el “sistema nacional”, porque contienen la semillas de una transformación profunda en las maneras de gobernar. Su poder subversivo se extiende y multiplica más allá de lo local y adquiere dimensiones regionales. En la Sierra Norte de Puebla unas 250 comunidades nahuas y totonakús, realizan desde 2014 asambleas regionales (llevan 30) con miles de participantes en defensa de sus territorios, sus selvas, sus manantiales y sus montañas. La democracia representativa, que mantiene y oculta la explotación social y de la naturaleza, se encuentra bajo asedio. Estas reflexiones fueron compartidas por quien esto escribe en la cátedra “Re-pensar la democracia en el mundo actual”, organizada por la UNAM, evento muy exitoso por la calidad de los ponentes y el número de quienes siguieron de manera virtual las conferencias (la nuestra fue atendida por más de 20 mil personas: https://bit.ly/3fQovfJ).