La historia de la humanidad en 2020 se resume en una palabra que en su contundencia transporta su amenaza: pandemia.
Ya tenemos datos duros sobre la devastación que ha significado sobre las personas, su salud, su economía, su estado mental, sus vínculos, los países desarrollados y los subdesarrollados, los ricos y más ricos, los pobres y los ultrapobres. Pero en 2021 apreciaremos mejor los impactos sobre el centro de la convivencia humana. Aquello que François Furet, el gran historiador de la Revolución francesa llamaba sociabilidad democrática: las relaciones delos ciudadanos con el poder, y de los ciudadanos entre sí.
El nuevo régimen. El cambio de régimen que ocurrió pausadamente durante 20 años (1977-1997) tuvo dos componentes: el paulatino desmadejamiento del centro político y su sustitución parcial, en algunas franjas del Estado, por un sistema de partidos. Decadencia administrada. No desaparecen algunos rasgos del autoritarismo, pero se refuncionalizan. PRI y PAN acuerdan algunos mecanismos de gobernabilidad, sobre todo, aunque no exclusivamente, en el ámbito electoral. El PRD que a veces es incorporado queda excluido desde 2006. El regreso del PRI al poder en 2012 buscó profundizar el rasgo central del nuevo régimen, un régimen de partidos.
El pacto. Incorporando a una facción del PRD y proponiendo un programa de reformas jurídicas y estructurales que abarcaran demandas claves de los tres partidos, se diseñó y operó por fuera de los canales institucionales, el Pacto por México. Pero Enrique Peña Nieto no era Salinas de Gortari, la democracia incipiente no era el autoritarismo priísta y el ámbito internacional había cambiado después de la crisis de 2008. Lo que se aprobó en el Congreso se llevó mal a la práctica.
Se generaron poderosos enemigos, comenzando por los grandes empresarios –enfurecidos por la muy modesta reforma fiscal–, y las diversas facciones magisteriales. Sobre todo, se disipó la esperanza que se había brevemente generado, ante los escándalos mayores de corrupción y la generalización de la violencia, expresada en la desaparición de los 43 normalistas.
La quiebra del nuevo régimen. La corrupción reinaba desde el autoritarismo en las distintas esferas estatales, pero el sexenio pasado ilustró que la corrupción era el sistema. Los partidos se sostenían no tanto en ciudadanos, algo más en electores, nada en militantes y mucho en acuerdos informales que contenían diversos grados de corrupción. Las elecciones de 2018 desfondan el nuevo régimen con el triunfo electoral de Andrés Manuel López Obrador y Morena. Gana un movimiento convertido en ciudadanía activa. Pero, ¿quiénes pierden? Más importante, ¿por qué ganan?
Canales asolvados. Conforme emerge el sistema de partidos se debilitan los canales tradicionales de intermediación del autoritarismo, como los gremios –obreros, empresariales, campesinos–, o las asociaciones. Proliferan, en cambio, las organizaciones civiles por causas determinadas particulamente impulsadas por el activismo alrededor de los derechos humanos.
Se reconfigura, además, un archipiélago de sociedades culturales desde revistas, periódicos, medios electrónicos, centros literarios, centros de investigación y universidades, poderoso aunque minoritario, sofisticado pero concentrado en la Ciudad de México. Los resultados no deseados –y no planeados– pero reales, fueron la creciente ruptura de los canales de comunicación entre distintos segmentos de la sociedad.
El tema central. El tema central que la pandemia ha desgarrado brutalmente por su notable ausencia son las relaciones de los ciudadanos con el poder y entre sí. Es decir, los mecanismos de intermediación. A este tema dedicaré mis próximas entregas.
¿Cuál es el estado actual de partidos, asociaciones gremiales, ONG, empresarios, iglesias, intelectuales, científicos y profesionistas, ejército y, por el peso estratégico para nuestro país, Estados Unidos?
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