Seis décadas atrás la mafia se cimbró tras las confesiones y pruebas que uno de sus integrantes, Joe Valachi, rindió y presentó ante las autoridades legislativa y judicial estadunidense, con lo que, a cambio de protección, rompió la tradicional omertà y reveló nombres y apellidos de los cinco integrantes de la “comisión”, el máximo órgano colegiado de las cinco famiglias neoyorquinas. Tras ese episodio, el crimen organizado no fue el mismo, pues urgentemente debió cambiar prácticas, códigos, tácticas y estrategias para intentar mantener intocados sus vastos negocios ilegales, así como sus muy productivas relaciones con la clase política de aquel país.
Sirva de paralelismo, pues de la mafia mexicana (al menos de la surgida del salinismo) Emilio Lozoya Austin resulta ser el primero en romper abiertamente la omertà autóctona y detallar el modus operandi de las selectasfamiglias político-empresariales de México y de qué forma hacían negocios, componendas, enjuagues, compraventa de favores y demás gracias que a sus integrantes les permitió amasar fortunas de cuento de hadas, incluida la del propio ex director de Pemex.
Cierto es que muchas de las tranzas eran más que conocidas, pero la famiglia autóctona se sintió tan confiada, tan suelta, tan impune, que de plano se descaró y los casos de Agronitrogenados y Fertinal apenas son un par de botones del vestuario completo. Este conglomerado político-empresarial desvalijó al país, siempre en connivencia con el aparato de “procuración de justicia”, y, como diría Javier Jiménez Espriú, a lo largo de al menos cuatro décadas no dejó piedra sin labrar. Total, la factura siempre la pagaban los mexicanos.
A Joe Valachi la “comisión” neoyorquina puso precio a su cabeza, aunque no logró acabar con él, e intentos sobraron. En el caso de Lozoya quién sabe si ha sucedido lo mismo, pero lo cierto es que la famiglia mexicana está fúrica, porque sabe que puede complicársele el panorama, en especial cuando la cabeza del gobierno federal no pertenece a su pocilga.
En vía de mientras, para condimentar la sopa el ex director de Pemex involucró a dos ex inquilinos de Los Pinos: Enrique Peña Nieto y Felipe Calderón; documentó la inyección de dinero sucio en la campaña electoral del divo de Atlacomulco; involucró a ex legisladores en la compraventa de votos para la expedita aprobación de las “reformas” del peñanietismo (en primer lugar la energética, por ser la más jugosa para hacer negocios a costillas de la nación); corrupción en Etileno Siglo XXI, en tiempos del comandante Borolas, y mucho más.
A pesar de ello, López Obrador insiste en no enjuiciar a los ex presidentes, salvo que la decisión surja de una consulta ciudadana y que se tomen en cuenta“cuando menos a los del periodo neoliberal, esto es Salinas, Zedillo, Fox, Calderón y Peña Nieto, y que la gente decida, porque no fue un sexenio nada más, sino un periodo de saqueo, de destrucción del país”, y las eventuales denuncias serían atendidas por la FGR.
Eso sí, el mandatario dijo que con base en el testimonio de Lozoya, tendrán que ser llamados a declarar “Calderón y Peña Nieto, el diputado, los senadores, todos los mencionados, bueno, el que estaba de secretario de Hacienda, Videgaray. Todos (incluidos Salinas, Zedillo y Fox). Es por procedimiento, pero al mismo tiempo no puedo convertirme en encubridor o en cómplice”.
Por cierto, en los corrillos políticos se dice que, tras las revelaciones de Lozoya, los 353 ex diputados y 95 ex senadores (priístas, panistas, verdes y aliancistas, allá por diciembre de 2013, que votaron velozmente a favor de la “reforma” energética y estiraron la mano) hicieron compras de pánico y al por mayor adquirieron medicamentos anticagalera. Se trata de los mismos ex legisladores que, muchos de ellos, con una sonrisa aceptaron la coima, pero hoy gritan que el ex director de Pemex “es un delincuente”.
Las rebanadas del pastel
Cuestionar la vacuna Sputnik-V tiene tufo rusofóbico y parece un resabio de la guerra fría. ¿Será porque el salvaje de la Casa Blanca hizo berrinche y Putin le ganó la partida?