Escribir
ué es escribir, esa actividad extraña, tan poco (o contra) natural, según leí alguna vez? ¿Qué es eso de poner en signos, algo ensoñada, ensoñadoramente, la propia voz? ¿Cómo traduce uno la vibración acústica a la vibración visual? ¿Y cómo pasa uno de uno o varios o muchos, pero concretos oyentes, a la abstracción, siempre excesiva, del lector
?
¿Por qué y para qué escribir, por lo demás? Se me ocurren dos respuestas: por satisfacción o por angustia. Por satisfacción: me comunico
. Por angustia: No sé cómo comunicarme. A ver si así lo logro
.
Toda escritura una aventura cuyo final, como la vida misma, no es predecible. Ejercicio y apuesta. Confianza en el lenguaje y apertura al azar. Ritual. También o sobre todo, ritual. Y, por lo tanto, acción, fisicidad. Movimiento del cuerpo que a la vez constituye movimiento del alma (del intelecto, si se quiere, mas de alguna manera rebasado).
Quiero escribir, pero me sale espuma
, confía Vallejo en un soneto que si no perfecto (creo que sí, pero no que tal fuese su aspiración) decidor. Al no decir lo que quiero o quisiera decir digo lo que es, algo desde luego más importante que mi (al fin y al cabo triste) deseo.
Hélène Cixous, recientemente reconocida con el premio Formentor, lo expone de varias maneras. Optemos por una de ellas: “Hay una lengua que yo hablo o que me habla en todas las lenguas. Una lengua a la vez singular y universal que resuena en cada lengua nacional cuando quien la habla es un poeta. […] Y esa lengua yo la conozco, […] brota de mí, fluye, […] de mi inconsciente”.
“[…] He tenido esa suerte, ser la hija de la voz.”
La poesía está más cerca de la voz –o la voz más cerca de la poesía, a saber por qué, que de la literatura (Joyce: “Aquí estamos, discutiendo de nuevo en qué se distingue ‘poesía’ de ‘literatura’”)–.
Entre más voz tenga (no contenga) un escrito, más cerca (o, perdón por la imprecisión, menos lejos) estará de la poesía, que es intimidad y no obstante comunicación que más allá de lo íntimo (sin cancelarlo) se percibe como universal.
Escribir, en términos cuasi absolutos, es vaciarse, para que la plenitud se haga cargo del vacío que voluntariamente hemos puesto o expuesto. Escribir entonces es desescribir, borrar para que lo que nos estaba (siendo) borrado, el origen, los orígenes, el de dónde todo lo tan batallado, lo tan, si puede así decirse, amasado
, (bien o mal) trabajado
, viene.