En el MVM destaca el esplendor del antiguo despacho del primer Secretario de Educación Pública



Domingo 13 de abril de 2025, p. 2
En las paredes del edificio de la Secretaría de Educación Pública (SEP), en el número 28 de la calle Argentina, en el Centro Histórico de la Ciudad de México, está pintado el país: las tehuanas de Oaxaca, los mineros de Coahuila, los danzantes del venado de Sonora, la maestra rural que surca la sierra de Guerrero para dar clases.
Es el Museo Vivo del Muralismo (MVM), inaugurado en septiembre de 2024 en el edificio sede de esa dependencia, cuya construcción se remonta al siglo XVIII y que resguarda más de 3 mil metros cuadrados de pintura mural realizada entre 1922 y 2010. Las obras de Jean Charlot, Amado de la Cueva, Federico Canessi, Pablo O’Higgins, Roberto Montenegro, Diego Rivera y David Alfaro Siqueiros relatan una historia colectiva desde los muros.
Uno de los aspectos más novedosos desde su reacondicionamiento como museo hace siete meses es que las personas pueden entrar a cinco salones históricos, ubicados en el segundo piso del inmueble. Entre ellos, destaca el antiguo despacho de José Vasconcelos, primer Secretario de Educación Pública del país en 1921, espacio que ocuparon sus sucesores hasta tiempos recientes.
Ahí se aprecia el trabajo mural de Roberto Montenegro (1887-1968), quien plasmó la sabiduría de grandes pensadores como Tagore, Pitágoras, Dante y Tolstoi. En la pared norte del despacho resalta una figura femenina de carácter oriental, en una pose de danza que evoca movimiento y elegancia: es la sabiduría (1923).
Estos murales representan la importancia de la literatura universal
, afirmó Gloria Falcón, directora de Proyectos Educativos y responsable del museo. En el recorrido que ofreció a La Jornada, resaltó que para estas obras, Montenegro utilizó la encáustica, una técnica de pintura que consiste en aplicar una mezcla de cera y pigmentos sobre una superficie.
En el primer piso destacan 20 representaciones simbólicas del trabajo intelectual, las ciencias y las artes, ejecutadas por Diego Rivera. Estas imágenes fueron realizadas en grisalla, técnica pictórica que utiliza la escala de grises para definir luces y sombras. En Escultura, por ejemplo, se representa a un artista en plena labor creativa; a la izquierda, una figura humana sostiene un cincel y un mazo.
El efecto que logra la escala de grises en estas piezas es la ilusión de que están en relieve. Se aprecia mejor a la distancia, y de noche, con la iluminación museográfica, se nota aún más
, agregó Falcón.
La sede de la SEP que alberga los murales se construyó a partir de tres inmuebles. Los patios del Trabajo y de Las Fiestas se edificaron sobre las ruinas del Convento de la Encarnación; otra sección, conocida como la Biblioteca y Sala de Banderas Hispanoamericanas, fue antes la iglesia del convento. Y la tercera parte –donde está la sala Carlos Mérida, Xavier Guerrero y Muralismo y experimentación– corresponde al antiguo edificio de la Aduana.
José Vasconcelos pidió al ingeniero Federico Méndez Rivas que construyera la SEP, pero respetando las ruinas que quedaban del convento y usando los mismos materiales. Por eso tenemos estas alturas y la cantera
, señaló Falcón.
Desde el balcón en las escaleras centrales, que dividen el patio del complejo arquitectónico, se advierte que la visita al MVM es una experiencia sensorial integral. Los murales son el centro, pero dialogan con la arquitectura: los arcos que enmarcan las pinturas, las columnas que obligan a desplazar la mirada en vertical, la percepción de los colores y las formas a lo largo del día.
Esta escalera no la mandó construir Vasconcelos. Fue Jaime Torres Bodet, cuando fue secretario de Educación, quien consideró importante tener una así. Es muy escenográfica, enmarca muy bien las jacarandas, se ve muy elegante la cúpula del templo anexo al convento
, relató la directora del museo.



Falcón agregó que, visto desde ahí, podemos advertir que Vasconcelos estaba pensando en un espacio imponente, una especie de máquina para educar. La pintura, la arquitectura, la escultura, estaban concebidas para aleccionar la mirada, para guiar a los visitantes, aunque no supieran leer ni escribir
.
Uno de los espacios más impactantes del recorrido es el cubo de unas escaleras decoradas por Diego Rivera. Este sitio estuvo restringido por mucho tiempo y hoy se puede visitar, aunque únicamente de arriba hacia abajo por motivos de conservación.
Al centro del mural, una maestra enseña a un grupo de niños; a la derecha, un médico atiende a una madre con su hijo; y al fondo, se representan labores agrícolas e industriales. Con figuras sólidas y colores terrosos, Rivera exalta los valores de la Revolución y la transformación del pueblo a través del conocimiento y el esfuerzo colectivo.
Rivera pintó este ciclo de murales en buen fresco, que consiste en aplicar la pintura directamente sobre el yeso húmedo, de modo que ésta se amalgama con la pared. Ellos tenían que pintar mientras fraguaba el acabado del muro. Solo tenían unas pocas horas, se hace por partes y no se puede corregir fácilmente
, explicó Falcón.
Desde el balcón del primer piso, se vislumbran en el Patio de las Fiestas dos murales de Amado de la Cueva (1891-1926): El torito y La danza de los santiaguitos. La gente sabe muy poco de él, casi no lo reconocen porque murió muy joven
, lamentó.
En el Salón Iberoamericano sobresale La imagen del hombre, de Luis Nishizawa: una pieza monumental en cerámica vidriada que fusiona elementos de la herencia mexicana y japonesa.
En la tercera parte del edificio, la antigua Aduana, destaca Patricios y patricidas, mural de José David Alfaro Siqueiros pintado en el cubo de la escalera. La obra se despliega con fuerza, aprovechando al máximo la arquitectura para dar dinamismo a la composición. Por sus constantes exilios y encarcelamientos, Siqueiros tardó más de 30 años en concluirla.
El mural más pesado del museo –y el más reciente, de 2010– es el de Manuel Felguérez. Hecho de acero y mármol, pesa más de 20 toneladas. En esa misma zona se encuentra también la pintura mural más antigua del recinto. Está ubicada en el techo del edificio de la ex Aduana, construida en 1731.
Es una alegoría de la comunicación, y es muy interesante la diferencia estética con el otro lado del complejo. Aquí la patria está representada por una mujer de piel blanca, de cabello castaño claro
, contó Falcón. Para apreciarla, se han dispuesto varios sillones puff, donde los visitantes pueden acostarse y observar la obra.
Como parte de su propuesta incluyente, el museo ofrece las fichas técnicas en náhuatl y español, elementos hápticos que replican detalles de los murales en relieve para personas con debilidad visual, así como audios descriptivos de las obras.
Para Falcón, el MVM es un museo vivo porque los murales no son algo del pasado, son algo vigente y deben ser interrogados con los ojos de la actualidad. El arte del muralismo se ha seguido renovando en diferentes expresiones
.
La forma de verlos no es como en un libro. La mirada no sólo se pasea de forma horizontal; también asciende, se detiene, se repliega. Nadie puede pensar que lo verá todo en una sola visita. Hay que tomarse su tiempo para explorarlo.