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Familias los buscan o esperan en Centroamérica

Son decenas de miles los migrantes desaparecidos en México: activista

La indolencia del gobierno aumenta la tragedia, dice Rubén Figueroa // Masacres en Tamaulipas y NL continúan sin aclararse, señala

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▲ Decenas de migrantes venezolanos duermen afuera de la embajada de su país en la CDMX en espera de ser repatriados.Foto Jair Cabrera
 
Periódico La Jornada
Viernes 11 de abril de 2025, p. 8

Los migrantes desaparecidos en las rutas que cruzan desde Centroamérica hasta México, en busca de llegar a Estados Unidos, apenas figuran en los registros del gobierno. Pero son decenas de miles. En muchos pueblos de El Salvador, Honduras, Guatemala y Nicaragua hay familias que los buscan y los esperan, y que sufren por no saber dónde están, sostiene Rubén Figueroa, quien fue activo buscador durante poco más 15 años, trabajando con el Movimiento Migrante Mesoamericano.

Aunque las familias de los indocumentados que se esfumaron en el trayecto por territorio mexicano denuncien su desaparición, sus nombres no se actualizan en el Registro Nacional de Personas Desaparecidas y no Localizadas (Rnpdno). La mesa de búsqueda de migrantes, creada en 2022 a exigencia de las familias de las víctimas, en la que deberían participar la FGR, la cancillería y la Secretaría de Gobernación, no se ha instalado.

Desde Durnham, Carolina del Norte, la ciudad donde ha tenido que asilarse, Rubén Figueroa expresa: lo que hace más grande esta tragedia de la desaparición forzada es la indolencia del gobierno. No es posible que después de que es de conocimiento global lo que sucede en nuestro país, hasta la fecha se siga poniendo en tela de juicio este tema y se trate de minimizar.

Hay abundante documentación de episodios en los que grupos de extranjeros en tránsito han sido víctimas de secuestros masivos y después aparecen masacrados, en fosas, o simplemente no aparecen.

Sólo tres ejemplos: los 72 del rancho de San Fernando, en Tamaulipas, asesinados en 2010; las fosas cercanas que se encontraron en esa misma zona o los hallazgos de personas desmembradas en Cadereyta, Nuevo León, en la misma época (317 víctimas en total, no todas identificadas, a pesar de que han transcurrido 15 años). Son casos de hace tres lustros, pero son crímenes que se siguen cometiendo.

La Fundación para la Justicia puntualiza que en el Rnpdno sólo se incluyen 193 casos de indocumentados desaparecidos entre 2018 y 2024, lo que contrasta con el dato de la Organización Internacional de las Migraciones, que tiene documentados mas de 6 mil casos (desapariciones y asesinatos) desde 2014 en las rutas de México.

Los buscadores defensores de derechos humanos que siguen sus rastros suelen ser las únicas voces que informan sobre lo que ocurre en esos flujos humanos que se desplazan y que denuncian los crímenes que se cometen contra ellos.

De detective viajero a víctima

La vida de Rubén Figueroa, tabasqueño, ha pasado por diversas etapas. Siendo adolescente, la necesidad de su familia en Huimanguillo lo empujó a migrar. Su madre, doña Emilia, pensando en el hijo lejano, se embarcó en la tarea de ayudar a los centroamericanos que pasaban por ahí, cada vez en número creciente.

Cinco años después, Rubén regresó a su tierra y, siguiendo el ejemplo de su mamá, empezó con tareas de solidaridad. Terminó como defensor de derechos humanos de tiempo completo.

Como parte del Movimiento Migrante Mesoamericano, que desde 2004 organizó anualmente la Caravana de Madres Centroamericanas Buscando a sus Hijos, emprendió la misión de viajar incesantemente a esas naciones contactando familias que reportaban a algún ser querido desaparecido en México. Con esos datos, luego recorría las rutas de tránsito del país intentando localizarlos.

Él era el buscador, el detective viajero. Detrás había una red, un equipo. En casi 20 caravanas, el movimiento fundado por Marta Sánchez Soler reunificó a mas de 300 familias. Su tarea culminaba a veces anunciando a una madre: lo hemos encontrado. Otras veces una llamada para decir: lo hallamos, pero no como hubiéramos querido. Aun así, asegura, encontrando cuerpos sin vida o rastros comprobables de una muerte, el dolor de las familias podía ir menguando.

Hallar a Fredy Figueroa, su nueva misión

En 2020, en plena pandemia, la vida de Rubén dio otro vuelco. De buscador pasó a ser víctima. A su hermano Fredy Figueroa, que había migrado a trabajar a Playa del Carmen, lo desaparecieron junto con otros seis trabajadores. Entonces, Rubén se empeñó a otra misión: encontrar a Fredy.

Yo cargaba con ese dolor, que es durísimo. Pero lo peor era ver sufrir a mi madre por algo que yo ya conocía bien de otras personas. Eso era como cuando un doctor sabe de los síntomas de un mal mortal, pero que ahora está padeciendo. En ocasiones buscaba de día y lloraba de noche.

–¿Lo buscaron las autoridades? ¿Te ayudaron?

–Para nada. Lastimosamente, la Comisión Nacional de Búsqueda se volvió tapadera del gobierno. Ellos, en sus reportes, decían que el denunciante del caso, o sea yo, no estaba localizable, pero yo estaba ahí a la mano, en contacto con ellos.

“A veces buscaba en solitario y otras con amigos. Finalmente encontramos una cueva cerca de Playa del Carmen donde había restos. A las autoridades locales no les quedó otra que ir a levantarlos e identificarlos. Recuerdo la primera reacción del fiscal local de aquellos tiempos. Salió a negar que hubiera fosas clandestinas cerca de donde se construía el Tren Maya. Eso es lo que les preocupaba, la imagen. Claro, al investigar salió que estaba implicado el crimen organizado en la desaparición de esos siete trabajadores. Me amenazaron y tuve que salir del país, vivir mi duelo en el exilio. Caí en depresión. Mi madre enfermó gravemente. Eso hace la desaparición forzada… va matando lentamente a las madres.”

–¿Qué implica ser defensor de migrantes?

–Implica ser activista por los derechos humanos; hay que defenderlos de las autoridades y del crimen organizado. El secuestro masivo de indocumentados sirve a los cárteles para extorsionarlos o usarlos como carne de cañón en sus ejércitos irregulares. Si algo sale mal, los matan. Tocaba refugiarlos, curarles sus heridas, y buscar a los que no aparecían.

“Un día, sería como en 2009, un periodista local publicó lo que ahí ocurría. Llegó a manos de Amnistía Internacional (AI) y fueron a ver lo que estábamos viviendo. Justo cuando los enviados de AI estaban en la zona hubo un secuestro enorme de migrantes. Se documentó todo. De ahí publicaron su informe Migrantes Invisibles, y me invitaron a participar en él. Ahí fue cuando conocí a Marta Sánchez Soler y a Elvira Arellano, y me invitaron a sumarme a Movimiento Migrante Mesoamericano. Ellas me pusieron a caminar en la ruta para buscar desaparecidos.

Ahí me envolví en lo que fue mi mayor desempeño. Empecé recorriendo los pueblos de Centroamérica, contactando y conociendo a los comités de familias de migrantes desaparecidos, casi todos organizados por madres. Documentaba casos. Llegaba a un pueblo, por más remoto que fuera, iba a las radios comunitarias, a anunciar que estábamos ahí y convocábamos a las familias que tuvieran algún familiar desaparecido. Poníamos una mesa en el parque central del pueblo y eran cientos las personas que llegaban. Luego nos llevábamos la encomienda a México para salir a la ruta migratoria a buscarlos. Del movimiento hubo 16 caravanas anuales. Yo participé en 12.

–¿Llevas la cuenta de cuántas personas encontraste, cuantas familias lograste reunificar?

–No tengo la cuenta exacta, pero en el Movimiento Mesoamericano Migrante logramos reunir a cerca de 300 mamás con hijos e hijas. Gran parte de esto se logró por la labor directa que hacía, uniendo los puntos. Pero en esa labor participaban por supuesto muchas personas.

El acompañamiento como defensores o como red hacía que los extranjeros transitaran vistos y acompañados. En ocasiones esto ayudó a inhibir al crimen organizado.

–¿Cómo se realizaba la búsqueda?

–Para empezar, las madres ya venían organizadas en sus comités. Y con los años también empezaron a tomar contacto con las madres mexicanas, que debido a su necesidad y al mismo dolor aprendieron a abrir la tierra.

En 2018 hubo una Cumbre Mundial de Migrantes desaparecidos que llegaron de África, Magreb, Asia, el Mediterráneo, Centroamérica. Esas alianzas de aquella época siguen a la fecha. Hay que entender que el dolor de una madre no desaparece porque sale o entra un nuevo gobierno, porque algún dirigente se baje del barco.