onald Trump es una paradoja de la historia. Su presidencia marca un nuevo orden global en el que Estados Unidos adopta un rol proteccionista, con una política de sustitución de importaciones
de facto, alejada de aliados históricos y cerca, muy cerca, de sus grandes enemigos a lo largo del siglo XX. Digo que es una paradoja porque fue Estados Unidos el que, con ahínco, promovió la agenda globalizadora en el entonces orden bipolar. Fue Estados Unidos el que promovió la caída de los muros, y hoy enarbola una agenda antinmigrante no solamente en su territorio, sino en Europa, como dejó claro el discurso del vicepresidente JD Vance en Alemania. Hoy Estados Unidos no exporta los valores de Occidente
, ni busca ser el policía del mundo, ni el garante de la libertad. Hoy Estados Unidos quiere exportar la ideología MAGA, que es, en esencia, la agenda de la derecha en el siglo XXI: antinmigrantes, antidiversidad, antiderechos sociales, antiacciones afirmativas, antiaborto, pro armas, pro industria doméstica, pro impuestos regresivos y, desde luego, pro expansionismo y pro actividades contaminantes. Por eso Vance fue a decirles a los alemanes, que algo saben del tema, que el enemigo no era externo (refiriéndose a Rusia), sino interno
.
El enemigo, según la cultura MAGA, es el inmigrante africano en las calles de Berlín, es la prohibición a partidos neonazis, o la moderación de contenidos que propagan el odio en redes sociales.
Si Estados Unidos fue caricaturizado en el siglo XX como promotor de una cultura pop, consumista y superficial; el siglo XXI apunta a un Estados Unidos exportador de una agenda ultraconservadora, que encuentra eco en ciertas facciones de Europa.
La guerra comercial con los multicitados aranceles es la expresión más pragmática del gigante económico recordándole al mundo su relevancia.
Pero de fondo, hay un cambio en los valores estadunidenses
. Si hoy fuera 1942 y estuviera en vilo el destino del mundo, Estados Unidos no priorizaría la libertad, sino el retorno sobre la inversión de una intervención militar. El caso práctico es Ucrania, que para combatir la invasión debe optar por sufrir otra invasión, económica, por parte de su aliado americano. No es que en el pasado Estados Unidos no haya sido movido por el afán expansionista, territorial o transaccional, pero sí llama la atención el cambio absoluto de paradigma en el que, con Trump por delante, Estados Unidos abraza y glorifica un papel pragmático y mercantilista. No importa si Ucrania sobrevive como nación, lo que importa es hacerse de sus minerales. No importa si Groenlandia es danesa, lo que importa es desestabilizar y expandirse.
No importa si Canadá ha sido socio y aliado, lo que importa es reducirlo a nivel de estado. No importa si Europa libró con Estados Unidos las guerras más relevantes para la libertad y la democracia, lo que importa es que paguen más. Es la mentalidad de un negociante inmobiliario, llevada a la Casa Blanca.
Con esta lógica, lo que agoniza no son solamente las cadenas integradas de suministro o los bloques regionales de producción de insumos que hacen más eficientes a las economías de los países. Lo que agoniza es una idea compartida sobre los valores de Occidente. Lo que se apaga rápidamente es una causa democrática común, dando paso a una nueva era de proteccionismo, de xenofobia, de chovinismo, de avasallamiento, pero paradójicamente, esta vez el perpetrador es quien, hasta hace unos años, era el auto proclamado responsable de velar por esas banderas compartidas. Es como si Francia y su orgullosa República, un día se volvieran en contra de la libertad, la igualdad y la fraternidad.
Así se ve Estados Unidos, el país que conformaron los inmigrantes, los que sufrieron el acoso religioso, defendiendo una agenda ultraconservadora, levantando muros y encerrándose en su propia retórica. No es salirse de la OMS, descalificar a la OMC, hacer irrelevante a la ONU o terminar con Usaid. No es la emboscada a Zelensky, el favor a Putin, el distanciamiento con los vecinos y la frialdad con los aliados. Es el cambio diametral del rol de Estados Unidos en el mundo, que en el afán de recuperar liderazgo y control económico, ha dejado el estandarte de Occidente en el suelo.
La libertad, la democracia, la verdad, son irrelevantes frente a requilibrar el déficit comercial, sellar sus fronteras y abrazar la agenda conservadora que llevó a Trump de regreso a la Oficina Oval.