Opinión
Ver día anteriorDomingo 23 de febrero de 2025Ediciones anteriores
Servicio Sindicado RSS
Dixio
 
Entrada triunfal
D

espués de cuatro años de cargar la República y sus archivos por medio territorio nacional, el 15 de julio de 1867, Benito Juárez regresó triunfante a la Ciudad de México encabezando el ejercito liberal. Entró por la avenida que lleva su nombre, a un lado de la Alameda Central, donde posteriormente se le organizó un gran banquete.

Antes de que el ayuntamiento la nombrara avenida Juárez, cada calle de lo que hoy ocupa esta vialidad tenía un nombre diferente. La primera era la del Calvario, por una capilla del siglo XVII donde terminaban los rezos del viacrucis del templo de San Francisco.

La siguiente llevaba el nombre de la Acordada, por el siniestro tribunal y su cárcel de triste memoria que durante el virreinato estuvo bajo la orden de la Santa Hermandad.

Continuaba el tramo llamado Hospicio de Pobre, por la institución que ahí se encontraba, y finalmente venía la calle de Corpus Christi por el convento de monjas nobles indígenas, de la orden de las capuchinas, conocido como de las indias cacicas, por ser hijas de poderosos caciques. El templo sobrevive y hoy aloja el Archivo Histórico de Notarias.

Ya hemos hablado de la historia de la Alameda que mandó construir el virrey Luis de Velazco, en 1592, con una ordenanza que rezaba ....se hiciera una alameda para que se pusiese en ella una fuente y árboles, que sirviesen de ornato a la ciudad y de recreación a sus vecinos. Se eligió un sitio a las afueras de la ciudad, hacia el poniente, donde se consideraba que había el mejor clima. Es el parque público más antiguo del continente americano.

La cerraban en sus costados oriente y poniente dos plazuelas: la de Santa Isabel que tomaba el nombre del convento adjunto –hoy ocupa el predio el Palacio de Bellas Artes– y la de San Diego, junto al quemadero de la Santa Inquisición. El templo se conserva y es un museo de arte de vanguardia.

En el costado de la avenida Juárez en 1910, Porfirio Díaz mandó construir un gran monumento en forma de hemiciclo para honrar al Benemérito, en el lugar que ocupaba el Kiosko Morisco que se encuentra en la Alameda de Santa María la Ribera.

Enfrente se levantaba el Hotel del Prado, uno de los mas elegantes de la ciudad, que lucía en el comedor el mural de Diego Rivera Sueño de una tarde dominical en la Alameda Central. Lo pintó en 1947 y en 1985 el lugar sufrió severos daños con el temblor, por lo que la obra –una de las más personales de Rivera– se trasladó a un pequeño museo a un costado del añejo parque, donde se le puede visitar.

Hasta los años 70 del siglo pasado aquí estaban los edificios más altos de la ciudad, algunos de los hoteles de más postín y era la vía de las mejores tiendas. Recordamos las de pieles como Manzur, Kamchatka y Casa Hans, Regalos Nieto, la galería Misrachi y joyerías exclusivas.

Además del Hotel del Prado, estaban el Bamer y el Regis, que se desplomó por a raíz del temblor y ahora el terreno lo ocupa la Plaza de la Solidaridad, donde se encuentra al fondo el Museo Mural Diego Rivera que mencionamos líneas arriba.

Aquí estaban los mejores cines monumentales como el Variedades, el Alameda –que era como un pueblo y tenía un cielo estrellado–, el Real Cinema y el Palacio Chino, una verdadera fantasía oriental.

Todo eso se acabó a raíz del temblor y por fortuna, cuando López Obrador fue jefe de Gobierno después de 17 años en el abandono, con aspecto de haber sido bombardeado, el gran predio que ocuparon varios edificios se recuperó. El gobierno federal construyó la Secretaría de Relaciones Exteriores, el capitalino Tribunal de Justicia de la Ciudad de México y el sector privado el Museo de la Tolerancia, y se restauró el antiguo Hotel Bamer, convertido en departamentos.

Justo ahí, desde hace más de un año se instaló un grupo que se autonombra Hijas de la cannabis, aunque la mayoría son hombres que las 24 horas ocupan el espacio fumando mariguana y los fines de semana todo el día, y hasta altas horas de la noche tienen música a todo volumen.

Los personas que viven y laboran en el lugar, desesperados, han presentado innumerables denuncias y no les hacen ningún caso a pesar de que existen leyes que lo prohíben, ¿que se podrá hacer?

Por lo pronto, vamos al cercano Barrio Chino a comer unos rollitos primavera y un chop suey, con la esperanza de que las autoridades cumplan con su función.