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Domingo 23 de febrero de 2025, p. 4
El músico autodidacta Héctor Caram-Andruet siempre quiso componer un concierto para piano y orquesta, sueño que pudo hacer realidad al jubilarse. Su primera, y hasta el momento única obra, Estaciones de la vida, después de su estreno mundial en su natal Córdoba, Argentina, se escuchó nuevamente en vivo como parte del ciclo Estaciones Porteñas/De la Vida, programa que se interpretó ayer en el Centro Nacional de las Artes (Cenart).
También se presentaron Estaciones porteñas, de Astor Piazzolla, en su versión para violín solo y cuerdas, y las canciones Camino, no estás y La contestación, de Iñaki Vázquez, integrante de la banda de rock Fobia. Todas las obras estuvieron acompañadas por la Camerata Metropolitana, con la dirección de Humberto López Sánchez.
De niño, Caram-Andruet estudió música –toca guitarra y piano–; sin embargo, la vida lo llevó por otros caminos. Vivió 45 años en Estados Unidos, donde fue presidente de un par de grandes empresas. Hace poco más de un lustro decidió retomar su deseo de escribir un concierto para piano y orquesta, iniciativa que contó con el invaluable apoyo de su hijo, Marteen Caram-Andruet, compositor, orquestador y productor radicado en Los Ángeles.
Con la obra se pretendió lograr un diálogo
entre el piano y la orquesta, sin que prevaleciera uno sobre el otro. Caram-Andruet empezó a componer melodías con piano
. A Marteen le dijo: “‘tengo estas melodías y este concepto. ¿Se puede hacer algo?’ Estaba dispuesto a olvidarse de todo, si yo no estaba de acuerdo. Contestó: ‘tiene potencial; exploremos; sin embargo, va a llevar trabajo’. Voy a tener que guiarte. Seguiremos desarrollando las melodías”.
De 32 minutos de duración, Estaciones de la vida se divide en cuatro movimientos que se refieren a las épocas de la vida: El despertar: inocencia y luz; Juventud: la felicidad del amor; Madurez: sabiduría y pasión, y Nostalgia: remembranzas y esperanza. Para Héctor Caram-Andruet se trata de cuatro conciertos en uno
.
La correlación entre el tema y la música es clara: “En El despertar se escuchan sonidos que realmente lo ilustran, mientras en Juventud, la parte melódica es intensa. En Madurez hay cierta grandeza con timbales y trompetas. Al llegar a la parte final se impone un tono más tenue, melancólico, aunque con esperanza”.
El compositor dice que la buena música es la voz de Dios. Hay belleza y profundidad en ello, algo que uno nunca deja de sentir. En un sentido, pues, viene de adentro hacia afuera
.
Este concierto, de índole romántica
, contiene además un saludo a los grandes maestros, como Manuel M. Ponce, Heitor Villa-Lobos y Serguei Rachmaninoff, aunque a nuestra manera y con la visión de este siglo, porque somos más modernos. Es una composición clásica propiamente dicha, pero para el mundo actual
.
Es decir, hasta una persona que escucha rock o lo popular, puede decir que entiende. Te toca
, concluye Marteen.