Martes 18 de febrero de 2025, p. 7
Yolanda Montes Farrington, Tongolele, se presentaba en el Teatro Follies Bergere a finales de los 40. El entonces estudiante de derecho Rubén Bonifaz Nuño (1923-2013) la vio algunas veces en ese lugar.
El poeta recordó que ahí el escenario se poblaba de magia cuando aparecía Tongolele
, pues esa gran artista inventaba, cada noche, la gloria del arte de la danza
. Se retoman los tres sonetos que escribió Bonifaz Nuño para celebrarla, publicados en 2010 por La Jornada:
Bastidores
1
Sombra ligeramente luminosa,
copa del sueño, cáliz del momento:
eres el canto que se vierte en lento
color desnudo y desnudez hermosa.
Perfecta flor, no solamente rosa
sino río de rosas por el viento,
o cristalina flor de movimiento
en jardines de música gozosa.
Alzas los brazos, y en el aire sueltas
los nudos de la luz, y las divinas
aves, y el corazón la voz alcanza;
y por tus miembros claros, en esbeltas
brisas de ritmos y de golondrinas,
sube la primavera de la danza.
2
De niebla matinal tiendes la mano,
y en tus dedos afínase un lucero;
bruma se torna tu ademán ligero
y blancas luces en el aire cano.
Para mis ojos naces tú, verano
de nieve, árbol del alba pajarero,
ángel en los sentidos prisionero
que se goza feliz, pero lejano.
Qué soledad hiciste, mas qué plena
es por eso la voz cuando te nombra
frutal victoria de los ojos mudos.
De ti misma te labras, azucena
mística sobre el tallo de la sombra,
y eres el alba con los pies desnudos.
3
Congelando un temblor en aparente
halo de leve luz amortecida,
conduces tu belleza protegida
por límpida coraza transparente.
Hasta que logras ser palideciente
doncella en caja de cristal dormida
y que sueña que danza: ya la vida
es flor entre tus labios, diferente.
Lame la luz la curva de tu espalda,
y al resbalar por tu cintura, huella
un esplendor de espejos opalinos.
Y te sujeta en cárcel de esmeralda,
como al trémolo inmóvil de la estrella
que navega en acuáticos caminos.