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nquisiciones se publicó hace un siglo bajo el sello de la Editorial Proa. Sólo se tiraron 500 ejemplares. Esa fue la única edición hasta 1994, cuando María Kodama decidió reditarlo. Fue el primer libro de prosa de Borges, que anticipa algunos temas que serán recurrentes en su obra: su interés por la metáfora, la literatura gauchesca a través del acercamiento a los poemas de Hilario Ascasubi y lo criollo.
Otra suerte corrió su libro de ficción Luna de enfrente, que desde entonces se ha reditado. También en este libro son muy claros algunos de los temas que lo acompañarán toda su vida: la identidad, la ambigüedad, el tiempo y lo intemporal, la inexistencia del principio ni del fin.
Entre 1921 y 1930, Borges tuvo gran actividad, aunque buena parte de ésta fue quizás imprudente y hasta inútil
. Escribió y publicó siete libros, fundó tres revistas y redactó con regularidad, según apunta en su Autobiografía, para una docena de publicaciones periódicas
, como La Prensa, Nosotros, Inicial, Criterio y Síntesis. No autorizó la redición de tres de esos cuatro libros de ensayos
en los que buscaba imitar prolijamente a dos escritores barrocos del siglo XVII: Quevedo y Saavedra Fajardo. Yo hacía todo lo posible por escribir latín en español
, escribió.
En sus libros de esa época temprana, creo haber cometido la mayoría de los pecados literarios
: la afectación, el color local, la búsqueda de lo inesperado y el estilo del siglo XVII. Falso, si pensamos que en el mundo hubo otros pecados mayores, como la declaración de Federico Mussolini como dictador de Italia y la publicación de Mi lucha, de Adolf Hitler.
Decía Octavio Paz que los cuentos de Borges giran casi siempre sobre un eje metafísico: la duda racional acerca de la realidad de lo que llamamos realidad. Así es, pero eso no sólo ocurre en los cuentos del escritor argentino, sino también en sus notables poemas y ensayos. Se trata de una crítica radical de ciertas nociones que se dan por evidentes: el espacio, el tiempo, la identidad de la conciencia. Y lo hizo, dice Paz, sirviendo a dos divinidades contrarias: la simplicidad y la extrañeza
. El propio Borges lo confirma cuando admite que su verso es de interrogación y de prueba para obtener lo imprevisto
. Borges, el inquisitivo, señala Paz, interrogó al mundo, su duda fue creadora y suscitó la aparición de otros mundos
. Escribió “con humor, sobriedad, agudeza y de pronto un disparo insólito. Nadie había escrito así en español… el gran logro de Borges fue decir lo más con lo menos”.
Para escribir, Borges dictaba cinco o seis palabras y pedía que se las leyeran inmediatamente. Dos, tres, cuatro, cinco veces hasta que encontraba la continuación. La escritora María Esther Vázquez fue una de sus amanuenses y llegó a leerle una docena de veces una frase de cinco o seis palabras. Media cuartilla representaba el trabajo de tres horas. Por supuesto, no había correcciones.
Uno de los referentes clásicos del poeta argentino es El libro de arena; ese volumen en octavo, encuadernado en tela, según refiere, pero cuya característica esencial rozaba la magia: a sus páginas no se podía volver: siempre abría otras que lo impedían y que parecían brotar dentro del libro. Ninguna era la primera; ninguna, la última. El número de páginas de ese libro era exactamente infinito
. Y tal vez ese relato fantástico sea una de las imágenes que mejor describan al poeta: el escritor que se reinventa al leerlo.