eiteremos definiciones básicas sobre Trump.
a) No es un loco, tiene una visión de lo que quiere hacer.
b) No dice una cosa y hace otra; dice y hace lo que se propone, casi siempre en una determinada secuencia marcada por sus estrategias de negociación y reconociendo a veces, las restricciones sociales y políticas.
c) Es un ególatra narcisista y le agradan los regalos simbólicos –mejor en dinero–, pero es ridículo pensar que eso apacigua al patán.
Dicho lo anterior, me gustaría avanzar en algunas de las propuestas que Trump intenta llevar a la práctica centradas en dos grandes temas:
El autogolpe. La puesta en marcha de un autogolpe contra la democracia estadunidense a partir de sus tropas de asalto comandadas por Elon Musk. El propósito es un cambio de régimen en el cual el Ejecutivo federal quede reducido a funciones de seguridad e infraestructura, y las funciones de educación, salud, seguridad social sean transferidas a las entidades estatales. La primera etapa de esta transformación consiste en inutilizar las grandes corporaciones del poder ejecutivo como USAID y el vaciamiento del personal administrativo de carrera.
El nuevo orden mundial. Basado en zonas de influencia –recuerden los acuerdos de Yalta–, donde los líderes autoritarios, Putin en Rusia, Xi en China y Netanyahu en el Medio Oriente garanticen un cierto orden a partir de su fuerza militar, mientras Estados Unidos opera un repliegue estratégico al hemisferio occidental (incluyendo Groenlandia, Canadá, México, Centroamérica y el Caribe).
Los principales voceros de esta visión ha sido el vicepresidente J. D. Vance en su discurso de Munich el año pasado y el secretario de estado Marco Rubio en sus declaraciones hace unas semanas. Estados Unidos dejará de ser el policía global en un mundo reconocidamente multipolar. Se concentrará en su enemigo principal, que parece ser China, aunque con el discurso de antier de Vance parece más bien Europa. Ese discurso lo revisaré en mi siguiente entrega porque transporta una visión de una democracia iliberal a la Viktor Orbán.
Así que continúo con mí bosquejo histórico del mundo y México después de 1968.
El ataque a las Torres Gemelas. El ataque terrorista a las torres gemelas marca el fin del breve periodo posterior a la caída de la Unión Soviética, cuando se llegó a acariciar la ridícula utopía de un mundo basado en la economía de mercado y en una democracia minimalista circunscrita a las elecciones. Eso a su vez rompió las barreras políticas y éticas generando dos respuestas: la continuación de los ataques terroristas en París en 2015 o en Moscú e Israel en 2023 y las intervenciones de las grandes potencias sin importar las soberanías nacionales.
El mundo de los más fuertes. Los ataques terroristas generaron esquizofrenia: Estados que no respetan reglas de gobernanza mundial: las intervenciones rusas y estadunidenses a Afganistán e Irak, la promoción de grupos terroristas desde Irán, las intervenciones europeas en África; más asesinatos de líderes de fuerzas enemigas, como ocurrió con Osama bin Laden, ejecutado por Estados Unidos en Pakistán un país soberano. Desde entonces, si es considerado un criminal o terrorista, los imperios –Estados Unidos, Rusia, China e Israel– lo asesinan donde quiera que esté.
El mundo sin reglas opera en otras esferas de la gobernabilidad. La Organización mundial del comercio, que buscaba garantizar la fluidez del comercio internacional y la apertura de fronteras, se ve confrontada a menudo por países que, ante emergencias naturales, sociales o simuladas, erigen barreras y reglas especiales para defender sus intereses. Sobre todo, tratándose de Estados Unidos y la Unión Europea. Reglas escritas para los países pobres y decisiones unilaterales de los más poderosos en el comercio mundial.
En México este periodo corresponde al régimen de alternancias inaugurado a partir del 1997. Entenderlo en este contexto mundial es clave.