n materia sanitaria, la Iniciativa que reforma la Ley Orgánica de la Administración Pública Federal de la presidenta Sheinbaum (1/11/24) propone consolidar
una rectoría
que coordina
las instituciones para transformar
el sistema, identificando factores
de riesgo, promoviendo prevención
y proporcionando atención
oportuna y de calidad.
Enfatiza sentar
bases que definan un sistema de salud para el bienestar
destinado a personas sin seguridad social; promoviendo como asistencia social
la participación pública y privada, con enfoque de derechos humanos; salvaguardando la salud frente a padecimientos no transmisibles/crónicos y mentales; organizando conferencias y congresos; planeando el abasto de medicamentos/insumos, así como la coordinación nacional del sistema de información en salud.
Esta rectoría se reduce –no a conducir la política nacional de salud– sino a coordinar
actores de los Sistemas Nacional de Salud y Salud para el Bienestar para que colaboren de manera articulada
dentro de un programa sexenal –anticipado en conferencia matutina del 5/11/24– donde el doctor Kershenobich observó que los países que tienen
atención primaria –y no nada más atención de la enfermedad
en sus fases tardías– tienen mejores
sistemas de salud. Por tanto, enfatizó, la promoción y prevención es un componente muy importante
del Plan de Gobierno. Pero ocurre que esa atención primaria no es promoción/prevención. Es otra cosa. Lo que confirma que el secretario de Salud sigue sin distinguir la diferencia entre atención primaria a la salud (APS) y políticas preventivas tradicionales.
Por su parte, el subsecretario de Salud, Eduardo Clark, propuso cinco puntos estratégicos del programa sexenal. El primero: priorizar
la promoción/prevención sin referirse nunca a la APS. ¿Y cómo? Según él la prioridad consiste en trabajar sobre los daños, salvo la vacunación. Ofrece: reducir
el porcentaje de obesidad infantil e incrementar
el porcentaje de adultos mayores que tienen una enfermedad crónica (diabetes-hipertensión) y no están diagnosticados, incrementando
también el porcentaje que efectivamente se encuentra en control rutinario
dentro de sus unidades de salud. Esto no es promoción/prevención: es identificación de daños con un programa de alta rentabilidad electoral que saturará los servicios. Ofrece también fortalecimiento
de coberturas de vacunación universal: niños/adultos e incrementar
el número de mujeres embarazadas e hijos recién nacidos que acuden a seguimiento médico.
En el segundo punto, ofrece incrementar la calidad
de la atención médica y disminuir
tiempos de espera en el sector público. ¿Cómo? Poniendo a trabajar al máximo
al personal que tenemos y la infraestructura: unidades médicas de tiempo completo, siete días de la semana. ¿En qué se distingue esto de los gobiernos tecnocráticos neoliberales? Como para ellos, Clark no repara en que, además de ignorarlo, el frente operativo –alma de la producción del servicio– no está ahí sólo para recibir las nuevas órdenes de trabajo sexenales. Aprender a conducir el sector aprendiendo de quién hace posible el servicio, no es su prioridad. ¿Imaginó alguna vez consultarlos? Pero además contempla homologación
de protocolos de atención médica para enfermedades más frecuentes y fortalecer
el rol de la enfermería para dar más atención aun con el mismo personal
. ¿Por ser más económico? Ello esperamos
impactará en reducir
tiempos de espera para consultas, estudios y cirugías. Como se aprecia, es apenas una mera expectativa.
En tercer término ofrece fortalecer
IMSS-Bienestar con médicas/médicos del Bienestar, completar equipamiento, rescate de infraestructura, medicamentos gratuitos, insumos, contratación de personal, implementar tecnología y sistemas, así como continuar con el programa La Clínica es Nuestra. En suma fortalecer
sin innovación alguna y preservando intacta la improvisación estructuralmente curativo-asistencial que Zoé Robledo heredó a Alejandro Svarch.
En cuarto lugar, Clark enlista el previamente publicitado modelo de compra y distribución de medicamentos con el que esperamos
mejores precios, con mayor
calidad para los pacientes. Es decir, que sólo por el diseño de sus tiempos, es apenas otra mera expectativa de mejora efectiva del abasto.
De suerte tal, que las dos más sentidas y robustas demandas de la población usuaria, tiempos de espera y abasto, quedan apenas como meras expectativas.
En quinto lugar, Clark alude a modernizar, traer al siglo XXI
al Sistema Nacional de Salud pública, reduciendo los desiertos de atención”. ¿Cómo? Creando un modelo para un sistema unificado sin importar la derechohabiencia
con el expediente médico electrónico universal. ¿Ya consultó a quienes cotizan por el servicio? En suma: una rectoría para coordinar
con un programa de salud de meras expectativas que deberán concretarse en el siglo XXI.
* UAM-X